Su objetivo es "hacer un vino de terroir que emocione". Una meta compartida con su socio y amigo Roberto Cipresso.
Santiago Achával (58) abrió las puertas de Matervini, su bodega en Perdriel (Luján de Cuyo). Pasando las extensas hileras de viñedos de Malbec, se asoma la bodega y, a su lado, su casa; un lugar con vista a la Cordillera de los Andes donde recibe a sus invitados y descorcha las diferentes etiquetas que elabora.
Con una tranquilidad y cordialidad que asombran, el contador cordobés, devenido en winemaker mendocino, cuenta a Guarda 14 cómo surgió su pasión por el vino y la decisión que lo llevó a abandonar su profesión y dedicarse por completo a su bodega.
"Nací en Estados Unidos y me crié en Córdoba. La empresa cordobesa para la que trabajaba me ofreció hacer una maestría de Negocios en California y, desde allí, visitaba Napa Valley los fines de semana. Fue en ese entonces, cuando me contagié de este 'bicho del vino'. La gente dice que te enamorás del vino. No, es mentira; yo siempre digo que es una enfermedad contagiosa", ríe Achával mientras degusta su único vino blanco, un blend de Roussanne, Marsanne y Viognier.
En este video, Santiago Achával resume la filosofía de la bodega que tiene tres ejes fundamentales: la sustentabilidad, la particularidad y ubicación de sus viñedos y la conformación de un wine club, como estrategia de venta de sus vinos.
Luego de su capacitación, volvió a Argentina y decidió emprender su propia bodega. En 1999 funda Achával Ferrer junto a su amigo y tutor Roberto Cipresso. Luego de vender esta empresa, ambos fundan en 2014, Matervini.
"No tomé clases, pero tampoco soy autodidacta. Yo siempre digo que tuve una tutoría privada. Leí todo sobre cata, sobre la parte práctica del vino; entendí la viña y la parte técnica. Y los distintos aspectos me los enseñó Roberto Cipresso, mi amigo, mi mentor. Un magnífico y genio", cuenta y agrega: "Yo digo que soy winemaker; me pasé años leyendo de vinos. Me merece mucho respeto el título de enólogo".
Con todo este bagaje, con toda su expertise y con todo el profesionalismo que aporta su socio, Santiago Achával es enfático cuando le preguntan su objetivo acerca de los vinos que elabora: "Busco hacer un vino de terroir que emocione. Hay muy pocos vinos que emocionan, que te hagan viajar en el tiempo, en el espacio. Busco ese vino que el cuerpo lo reconoce más allá del intelecto; ese que te eriza la piel".