Consejos útiles para conocer un vino con solo mirarlo

Mirar el vino es la primera tarea en una cata.
Mirar el vino es la primera tarea en una cata.

Los aspectos visuales de un vino otorgan mucha información que pueden advertirnos sobre el sabor, el tipo y la calidad.

A la hora de degustar un vino, hay tres pasos fundamentales para percibir de la mejor manera lo que nos ofrece. Son los llamados tres pasos de la cata: observar, olfatear y degustar.

El primer paso, el de mirar los vinos, es tan importante como el resto. Todos los elementos visuales que la bebida nos ofrece hablan de que tipo de vino es y entrega pistas sobre su varietal, cuerpo, dulzor, equilibrio, entre otros aspectos. También se pueden advertir desperfectos.

Probablemente, la vista en el vino sea el sentido que menos nos engañe al percibir un vino, lo que resulta un elemento doblemente importante para principiantes.

Ahora bien, cuáles son esos puntos a los que es conveniente prestar atención al momento de observar un vino en una copa. Consejos para sacarle el mayor provecho a esta etapa.

¿Cómo mirar?

En primer lugar, es válido decir que un vino no se lo observa de una única manera. Si bien es preferible que se lo someta a un contraste con un fondo blanco, no es necesario obsesionarse con este punto.

Primero, se lo debe mirar desde la boca de la copa. Es decir, desde arriba. Identificar matices. Luego hay que poner la copa a la altura de los ojos y con una inclinación de 45°. En este caso es importante prestar atención tanto al fondo, como al ribete, es decir, la forma que dibuja la silueta del líquido en contacto con la copa. Veremos por qué.

¿Qué mirar?

Las pistas visuales que un vino deja son por ejemplo, su color, la intensidad del mismo, la transparencia, el brillo, fluidez, textura, la presencia de sedimentos, burbujas, etc.

¿Por qué?

Por ejemplo, si un vino es transparente y no es turbio o posee sedimentos que enturbian al líquido, se considera bueno su proceso de crianza. Si se da el proceso contrario, hubo desperfectos. Aquí no hay blancos y negros, sino que puede ser gradual y lógicamente hay una escala de tolerancia.

Por su parte, se puede observar la fluidez. Este elemento se asocia generalmente con el tiempo de crianza. Un vino de mucha fluidez puede ser joven. Contrario al espesor o menor fluidez de los vinos añejados. Esto conforme a la característica de la cepa y otras cuestiones. Para eso es importante hacer el típico movimiento giratorio sobre la circunferencia del cristal para ver cómo fluye en el mismo.

También se observa el brillo. Si un vino refleja la luz que recibe, está bien ponderado. Significa que posee cierta acidez que lo hará hacerse notar. Sino será insulso. Esta percepción se nota más en los vinos blancos o rosados.

Si estamos en presencia de vinos espumosos, podemos observar las burbujas. Si el burbujeo produce una línea recta y constante de pequeñas burbujitas que se rompen en la superficie en forma de corona, estamos hablando de un buen espumante. Si la burbuja es grande, podemos decir que fue criado durante poco tiempo. Si el burbujeo es irregular puede haber fallado la crianza. Ni hablar si hay burbujas en un vino no espumoso, salvo que sea blanco o rosado donde suele percibirse muy finamente.

Por último, podemos observar el color y su intensidad. Este apartado definitivamente es el más complejo y amerita un artículo aparte. Sin embargo, a grandes rasgos podemos decir que el color ya indica una idea sobre el varietal. Si el color es intenso en cuanto a la gama cromática, estamos hablando de un vino de crianza. En cambio, si luce más apagado o con menos matices, se trata de un vino joven.

Para percibir que un vino ya está en la curva descendente de su sabor, el color es una buena herramienta. Los blancos abandonan su claridad y empiezan a percibirse amarillos amarronados. Los tintos pierden su intensidad cromática para comenzar a verse marrón oscuro.

Con esta información, podemos tener nociones básicas sobre qué identificar al mirar un vino y toda la información que nos provee.

COMPARTIR NOTA