Esta categoría de espumante creada en nuestro país cumple seis décadas en el mercado con muchas expectativas de crecimiento a futuro.
En el año 1960, cuando la histórica bodega francesa Chandon decidió abrirse al mundo con su primera filial fuera de la Champagne, Mendoza fue la elegida luego de una ardua investigación técnica en varios países para replicar el trabajo que ya venían haciendo en su lugar de origen.
Nuestra provincia, por su altura y el clima fresco cerca de la cordillera, fue el lugar perfecto para reproducir su estilo. Pero claramente la identidad argentina se hizo presente y aquí encontró una nueva forma e incluso podríamos decir una nueva versión.
Sin la posibilidad ya de producir champagne -ya no se podía llamar así porque se elaboraba fuera de la región francesa-, nació la búsqueda de un nuevo espumante que cumpliera con las condiciones que pedía el consumidor de estas latitudes. “Básicamente se buscaba que fuera seco y con poca azúcar”, recordó Hervé Birnie-Scott, director de Bodegas, Viñedos y Enología de Chandon.
Así, en el año 1960 y con la aprobación del Instituto Nacional de Vitivinicultura se creó la categoría Extra Brut, una opción con menos azúcar que el clásico Brut. Según la resolución C6-2013 del INV, justamente ese es su rasgo diferencial, un Extra Brut debe tener un contenido en azúcar de menos de 11 gramos por litro, mientras que el Brut puede tener menos de 15 gramos de azúcar por litro.
Este camino recorrido por Chandon y otras bodegas que incursionaron en la categoría no fue sencillo. Birnie-Scott destacó que si bien hace 60 años en Argentina se tomaba mucho vino, era muy poco espumante. En consecuencia, no solo hubo que producir un buen espumante, sino que hubo que crear el mercado, convencer a los consumidores de que el espumante valía la pena y no solo era para tomar a fin de año. Así, en el caso de Chandon, el producto estrella para presentarse ante el consumidor argentino fue el Extra Brut.
Hoy en día, esa es la categoría más consumida de vinos espumantes en el país y también líder a nivel exportaciones llegando a acaparar en algunas bodegas unas tres cuartas partes de la producción total de este estilo de vinos.
Frescura, acidez y dulzor
Casi por obligación, la mayoría de las bodegas que se dedican a la elaboración de vinos espumantes cuentan en alguna de sus líneas con algún Extra Brut. Y la explicación es muy lógica, es el más elegido por los argentinos.
Pero, ¿qué lo llevó a esa posición privilegiada? Para Alejandra Riofrio, enóloga de Navarro Correas, una de las bodegas con mayor volumen de ventas de espumantes, la clave está en su balance y equilibrio: “Tiene un buen balance de acidez, fruta y dulzor, lo que lo hace muy amigable a cualquier paladar. Por la cosecha anticipada, presenta una acidez un poco mayor a la de un vino tranquilo, lo que le aporta también frescura”, analizó.
Navarro Correas elabora 1,5 millones de botellas de espumantes al año, de las cuales el Extra Brut acapara el 75% de la producción total, lo que lo lleva a ser también el más elegido.
Para la enóloga, los argentinos somos muy nuevos en el mundo de los espumantes, tanto a nivel elaboración y consumo, pero, sobre todo el Extra Brut, ha ido en un incremento paulatino en las últimas décadas que van de la mano con la combinación de dulzor, acidez y frescura que resaltaba. “Para un consumidor que se está iniciando, ofrece el ‘paquete completo’, que termina seduciendo”, sostuvo Riofrio. Pero también sumó la idiosincrasia argentina: “El espíritu festivo va de la mano con las cualidades de un espumante”.
Santiago Galli, gerente de Marketing y Exportaciones de Norton, coincidió con la enóloga en que las cualidades del Extra Brut lo hacen un vino ameno a todos los gustos: “Es muy amable, fácil de tomar. Al todavía ser considerado un producto estacional, el Extra Brut hace que el consumidor que no está habituado pueda disfrutarlo al máximo, como uno que lo consume en cualquier época del año”, opinó.
Por su parte, el Director de Bodegas, Viñedos y Enología de Chandon, consideró que para ellos el producto más importante no es el más caro, sino que es el Extra Brut porque es el que más representa su trabajo a lo largo de estos sesenta años.
Así mismo, es el que más se vende en el mercado externo. “A nivel exportación tenemos limitaciones porque no podemos vender nuestros productos en los países donde Chandon tiene sus filiales. Tenemos todo América Latrina y México, excluido Brasil, y Europa, y allí funciona muy bien el Extra Brut”, declaró el francés que desde hace año está radicado en nuestro país.
La situación en el mercado externo se repite en las otras bodegas. Para Norton, de los 70 países donde exporta sus vinos, en más de 30 de ellos comercializa espumantes, con Japón y Chile a la cabeza. “Ahí el Extra Brut es el de mayor volumen para nosotros, siempre fue nuestro caballo de batalla”, mencionó Galli.
En tanto que, en Navarro Correas, Riofrio argumentó que “el Extra Brut, independientemente del punto en el mundo en el que nos situemos, es el que ha encontrado el punto justo para todos los paladares. En el viejo mundo se ha ganado su lugar y es uno de los más elegidos”.
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Con la vista puesta en la innovación
Las perspectivas a futuro para el Extra Brut son de lo más alentadoras. Tanto Birnie-Scott, como Galli, como Riofrio coinciden en que aún queda mucho camino por recorrer, con la innovación, la identidad y las preferencias del consumidor como banderas para conquistar nuevos mercados.
Para mejorar el producto, para el representante de Chandon, lo primero que se debe mejorar es la calidad del vino, por lo tanto, la calidad de las uvas y el terruño. “Tenemos que cultivar cada vez mejor para tener una materia prima excepcional”, sostuvo y agregó la precisión en el proceso productivo como valor fundamental.
“La meta de Chandon es trabajar en los detalles, empujando los límites. Siempre digo que el Extra Brut es el mismo, pero mejor. Tenemos que lograr versiones de calidad que se acerquen al gusto del consumidor que hoy no toma espumantes. Es un equilibrio sutil entre lo clásico y las innovaciones. El desafío enológico es tener 60 cosechas y siempre encontrar algo más”, resaltó el francés.
Para Santiago Galli, la apuesta debe ser a nivel industria. “Ante la competencia alrededor del mundo nos hace falta como país generar una identidad del espumante de argentina, con una característica bien definida. Así como Cava, Prosecco, Champagne, deberíamos generar algo así”, planteó.
Mientras que, para Alejandra Riofrio, la clave es la innovación: “Los argentinos somos muy creativos y muy locos en ese sentido. Ya se puede ver en el mercado una gran cantidad de productos que llegan a obtener un Extra Brut de una calidad increíble. Somos varios los enólogos que venimos pateando el tablero y jugamos con distintas variedades, distintas alturas, zonas, los porcentajes de los cortes y más. Todo en pos de buscar cosas nuevas y para mostrar al consumidor cosas mejores, distintas, disruptivas”, cerró.