Argentina tuvo una producción de 19 millones de quintales y se recuperó de la catastrófica cosecha del 2023. Cómo impactó el clima en las vides según cada zona productiva.
Tras un 2023 con poco más de 14 millones de quintales, para el 2024, el Instituto Nacional de Vitivinicultura había pronosticado una cosecha de 17,9 millones de quintales de uva, que finalmente se convirtieron en poco más de 19 millones, lo que superó incluso las expectativas y previsiones del propio INV. En particular, Mendoza, tenía una proyección de 11,9 millones pero terminó alcanzando los 13,9 millones de quintales y los viñedos de esta provincia se convirtieron en la revelación.
Pero más allá de los números, las distintas regiones productivas del país atravesaron las habituales vicisitudes climatológicas que condicionan fuertemente no solo la producción, sino la calidad de los vinos e impactan de manera distinta en cada uno de los varietales que se producen en nuestros suelos.
En ese sentido, Miriam Gómez, la enóloga de Antigal Winery & States, bodega que posee viñedos en Maipú y el Valle de Uco, explicó que “hay una marcada diferencia entre las distintas zonas. Si nos ponemos a hablar a nivel país, hay mucha diferencia, por ejemplo, entre San Juan y Mendoza. Y si hablamos específicamente de Mendoza, hay grandes diferencias entre lo que es el Valle de Uco y la primera zona, más afectada por las altas temperaturas”.
Para Gómez, la temporada estuvo marcada “por un invierno no muy frío, una primavera bastante seca y algunos acontecimientos de heladas tardías en algunas zonas importantes que produjeron disminución del rendimiento”.
En relación a los vinos, para la enóloga van a requerir de mucha mano: “Vamos a tener que trabajar mucho sobre el diseño de cada uno de los vinos, de la crianza y del corte final y lo que queremos esperar para el final de la vida de ese vino. Vamos a tener que manejar muchas herramientas como para poder mantener el color, evitar oxidaciones y evitar un envejecimiento prematuro y mucho cuidado en el caso de los blancos para manejar mediante cortes, tratando de lograr vinos frescos y frutados debido a la maduración tardía. Pero, en general, la cosecha ha sido maravillosa, las calidades han sido muy buenas. Creo que este año es un año para hacer vinos más enológicos que agronómicos”.
Agua y Zonda, el característico maridaje de inestabilidad
Las importantes nevadas que se registraron durante el invierno del 2023 traccionaron de forma positiva para la crianza de los viñedos, pero no tan así el viento Zonda, que se hizo presente con cierta frecuencia y afectó la productividad de las uvas en algunas regiones.
Pablo Durigutti, de Durigutti Family Winemakers, con viñedos en Luján de Cuyo, más precisamente en la zona de Las Compuertas, definió esta cosecha como muy marcada por la inestabilidad climatológica. “Empezamos con una primavera lenta, con heladas fuertes pero localizadas, luego días de mucho calor y días de Zonda que coincidieron con la floración de algunas variedades que bajaron los rendimientos. Hacia el final de la cosecha hubo lluvias más frecuentes que lo normal, por eso tuvimos que estar más atentos a la fenología de las fincas para llegar a un buen punto de cosecha con calidad y buena sanidad”.
En relación con los vinos que dará a luz este 2024, Durigutti explicó que estarán marcados por algunos hechos climatológicos puntuales: “Hubo micro-heladas locales que disminuyeron los rendimientos naturalmente, y esas parcelas lograron buena concentración y varietalidad de Malbec. Se logró una buena maduración, ya que los días lluviosos también fueron relativamente frescos, por eso tenemos buenos taninos, maduros y sedosos, con fruta bien marcada. Creo que los días frescos en los días previos a la cosecha van a hacer vinos con gran carácter frutal, más allá de los buenos taninos que siempre nos da Las Compuertas”.
El fenómeno del niño no castigó como se esperaba, por suerte
José Hernández Toso, es enólogo y socio fundador de Bodegas Huarpe y Bodegas Riglos. Ambos emprendimientos tienen viñedos ubicados en el Valle de Uco, en el distrito de Gualtallary. Sobre cómo impactaron los fenómenos climáticos en la región, Hernández Toso explicó que las heladas y el Zonda hicieron lo suyo, pero no fueron determinantes. “Tuvimos una reducción de producción por el viento zonda que afectó a la provincia a fines de noviembre y de diciembre. El cambio climático está presente y tenemos que acostumbrarnos a estas anomalías”, describió.
En cuanto a las lluvias que suelen afectar fuertemente a los viñedos, el enólogo dijo que, si bien esperaban el fenómeno del niño, este no llegó con tanta fuerza. “Tuvimos la bendición de que hubo un centro de alta presión sobre todo el continente, lo que impidió el ingreso de aire húmedo y de esta manera, bueno, terminó siendo una añada mucho mejor de lo previsto y con menos precipitaciones de lo habitual”.
En relación a los vinos, Hernández Toso describió: “Se puede destacar que las variedades tintas en general han madurado muy bien, hemos tenido una madurez plena, o sea no solamente los azúcares, sino una muy buena madurez fenólica, a pesar de las altas temperaturas que tuvimos en el mes de enero, después en febrero fue bastante seco para ser uno de los meses más lluviosos en la provincia de Mendoza, y tuvimos un marzo y abril con temperaturas moderadas lo que nos permitió esperar el punto de madurez fisiológico”, cerró.
El impacto de calor intenso en San Rafael
Silvio Alberto, Chief Winemaker de Bodegas Bianchi, se sumó a las apreciaciones de sus enólogos pares y agregó la importancia de la recuperación de los acuíferos, por las intensas nevadas. Sobre las particularidades que tuvo San Rafael como región, destacó la última ola de calor que impactó de lleno en el Sur.
“Este año pasó algo bastante atípico debido a esas dos o tres semanas de intenso calor. Sucedió que la planta dejó de trabajar y por lo tanto se detuvo la madurez, entonces tuvimos que frenar el ritmo de la cosecha, pero, por suerte, no hubo un efecto de deshidratación de las vallas y tampoco, un incremento en el tenor azucarino que se mantuvo bastante constante durante dos o tres semanas. Cuando las temperaturas comenzaron a ser un poco ya más normales, ese proceso de maduración se volvió a poner en funcionamiento y de repente empezó a subir la concentración de azúcar, lográndose valores interesantes en ese término. Por lo que finalmente tuvimos una cosecha que se atrasó por lo menos 15 o 20 días, pero con una maduración tanto polifenólica y azucarina que estuvo bastante bien”.
Con respecto a la particularidad que tendrá la añada, Alberto destacó que se vienen vinos con una muy buena intensidad de fruta, con una buena acidez y estructura y con un color realmente muy atractivo en todas sus variedades.
Cosecha histórica en la costa
El proyecto de Trapiche, Costa & Pampa, ubicado en Chapadmalal no tuvo ni Zonda ni nieve, como tampoco otras tantas características que poseen los vinos criados cerca de la montaña. Del otro lado del país, Ezequiel Ortego, es el enólogo del proyecto a orillas del Atlántico. Contó que tuvieron la mayor cosecha desde el comienzo del emprendimiento, con un total de 200 mil kilos.
Al respecto, dijo que ésta se trató de una “cosecha muy desafiante, sobre todo por los fríos, por lo que a la vid le costó llegar al punto de madurez. Esto trajo como consecuencia que la cosecha fuera muy larga”.
Sin embargo, estas vicisitudes se tradujeron en buenas noticias. “La madurez lenta hizo que tuviéramos vinos que son muy expresivos, porque el contenido azucarino fue madurando despacio, pero también nos permitió llegar a una piel muy madura, una semilla madura, entonces tenemos vinos super delicados, bien expresivos aromáticamente, que no tienen taninos ásperos en el caso de los tintos. La verdad estamos muy contentos con la cosecha, con los vinos que hemos tenido, sobre todo en variedades como el albariño o el chardonnay, la verdad están espectaculares”, completó Ortego.