Uvas escondidas entre sus fincas y máximo respeto por su expresión son las condiciones de la nueva línea de varietales de apenas 1.630 botellas.
La vitivinicultura es todo lo que la compone. Las bodegas con su producción, la mano del hombre en el proceso y también el suelo en el que nacen los vinos. Estos suelos, en ocasiones, revelan secretos bien guardados y es una obligación de los hacedores del vino dar cuenta de ello y ponerse a disposición.
En medio de un debate en el que gran parte de la industria coincide en que es mejor no intervenir en las expresiones del suelo y las características que puede aportar a los vinos, un descubrimiento como el que llevó a cabo la Bodega Achaval-Ferrer es todo un mensaje.
Uvas escondidas
La bodega Achaval-Ferrer tiene viñedos en distintas zonas vitivinícolas de la provincia de Mendoza. La finca Mirador se encuentra en la zona de Medrano (Luján); la finca Diamante en Tupungato, en el Valle de Uco y la finca Bellavista en Perdriel (Luján). Esta última es la más antigua, porque data de 1910.
Entre las hileras de estas fincas nacieron uvas “escondidas” de los varietales Syrah (Bella Vista), Merlot y Carmenere (Finca Diamante). El último descubrimiento es aún más particular teniendo en cuenta que no es muy común el varietal en la región, sino más bien se la asocia a la vitivinicultura chilena con una historia ligada a ese país.
Estás uvas dieron origen al último lanzamiento de la bodega: Achaval Ferrer Singular. Justamente singular porque el hallazgo en los suelos de la bodega representa una producción de uvas muy limitada que tiene como producto una línea exclusiva.
El descubrimiento
Gustavo Rearte, el enólogo de la bodega, afirmó que la colección “nace a partir de la observación”. “Particularmente fue el Carmenere quien nos hizo ver que había algo distinto entre nuestros viñedos. Era una tarde de verano en la que caminábamos entre los viñedos que se destinarían a una de nuestras líneas emblemáticas, y hallamos 35 hileras que se destacaban consistentemente sobre las demás”.
Luego contó: “Fuimos observando su desarrollo, sus hojas, sus racimos, un vigor especial y un nivel muy alto de pirazinas. Con el pasar de los días descubrimos que se trataba de un Carmenere. Un consultor chileno nos explicó cómo deberíamos trabajarlo y si bien la cosecha 2016 fue muy interesante, la cosecha 2017 la superó con creces”.
El profesional cerró la historia con una reflexión: “La naturaleza es sabia, ella nos va dando señales y nuestro rol consiste en saber interpretarlas y respetar sus tiempos. Si logramos armonía, respeto y entendimiento, los resultados pueden llegar a ser sorprendentes”.
A partir de este martes, la nueva línea sale definitivamente al mercado en las principales vinotecas y restaurantes del país. La producción es muy exclusiva: apenas 830 botellas de Merlot Singular 2018, 400 botellas de Syrah Singular 2017 y 400 botellas de Carmenere Singular 2017. El precio sugerido por etiqueta es de $13.000.
Unas 1.630 botellas producidas con las más mínima intervención para explotar al máximo las condiciones de esas uvas que vieron la luz casi por cuenta propia.