El reconocido bodeguero sostuvo que la cepa emblema tiene mucho para dar. Además aseguró que Cabernet podría dar una sorpresa en tierras mendocinas.
Bodega Piedra cumplió 30 años en Argentina. François Lurton, integrante de la quinta generación de una tradicional familia de bodegueros de Burdeos, fundó la compañía en 1993 tras investigar distintos terroirs de nuestro país y elegir instalar su finca en Los Chacayes, un área hasta entonces inexplorada del Alto Valle de Uco mendocino.
Este mes festejaron las tres décadas en Argentina y Lurton habló con Los Andes, sobre los desafíos de trabajar en nuestro país.
-Cumplen 30 años en Argentina ¿cómo evalúas todo lo que ha ocurrido en estas tres décadas?
-Fue una gran aventura. Iniciamos este proyecto en colaboración con Nicolás Catena para desarrollar un vino en el mercado local, que luego expandí como comercial en el extranjero. Tuvimos un éxito considerable y, en un momento, junto a mi hermano, decidimos crear nuestra propia bodega en Argentina. Vimos un enorme potencial de crecimiento y empezamos en 1995 buscando el lugar ideal, desde el sur de Luján hasta aquí, explorando diferentes sitios. Queríamos establecernos cerca de la montaña y, después de superar varios obstáculos, finalmente encontramos este lugar. En el trayecto, nos topamos con desafíos como la disponibilidad de agua y la competencia por terrenos, pero logramos establecer una buena relación con el dueño de esta zona. Inicialmente, gran parte de estas tierras pertenecían al señor Morales, quien poseía unas 20,000 hectáreas que se extendían casi hasta Chile.
- ¿Has pasado por varias crisis en Argentina?
- Sí. Técnicamente fue toda una aventura crear este lugar. Nos encontramos con problemas que ni sabíamos que existían: enfermedades, insectos y animales que jamás habíamos visto. Además, tuvimos complicaciones técnicas durante la construcción. No había electricidad. En Francia cuando construís un lugar, la electricidad viene gratis. Aquí hay que pagar: hemos pagado 5 kilómetros de electricidad. Fue todo un desafío técnico, pero el estrés real vino de la situación económica del país: las devaluaciones constantes, la inflación que no da respiro, las dificultades para importar, como traer las barricas. Durante años, las restricciones a las importaciones eran fuertes.
-A pesar de todas estas dificultades… ¿siguen invirtiendo?
-Los periodistas me preguntan esto una y otra vez. Siempre quieren saber por qué sigo aquí. Les digo que vengo de una familia con más de 200 años en la industria vitivinícola. Sobrevivimos a tres guerras en Europa. No se trata solo de pequeñas devaluaciones o inflación. Hemos atravesado muchas devaluaciones del franco en Francia y otras situaciones complicadas. Siempre seguimos adelante. Es cierto, los argentinos se quejan mucho. Pero pienso en lo que dices y es verdad. El mundo ha enfrentado situaciones mucho más duras que las de Argentina.
-Además del Malbec, ¿qué otra variedad puede Argentina ofrecer al mundo con esa calidad?
-Yo fui el primero en plantar pinot gris aquí e introducirlo como variedad. Tengo 42 hectáreas de pinot gris. Otra variedad que me cautiva es el tocai friulano y aunque tiene potencial en Argentina, aún no ha sido completamente desarrollada. Por otro lado, el chardonnay ha sido promovido por productores como Nicolás Catena, siguiendo el modelo estadounidense, pero desde mi perspectiva, es un enfoque equivocado. El tocai friulano es realmente una cepa intrigante que merece ser impulsada. Casi podría decir que soy uno de los pocos involucrados en su desarrollo. En cuanto a los vinos blancos, además del tocai encuentro pocas variedades destacables, ya que Argentina no es conocida por su producción blanca, aunque haya algunas de buena calidad.
- ¿Y el sauvignon blanc?
-Mi especialidad es el sauvignon blanc. Soy uno de los mayores productores a nivel mundial, pero curiosamente, no tanto en Argentina. Aquí, su cultivo es limitado debido a las condiciones climáticas continentales. A pesar de que se le atribuye un clima mediterráneo, en realidad es más continental.
- ¿En tintos?
-En los tintos, comenzamos con el cabernet sauvignon. Aquí, el cabernet sauvignon me parece más interesante que en Chile, ya que carece de ese matiz de pimienta verde que se encuentra en Chile. En cambio, en Argentina, destaca por sus notas únicas a frutos rojos. Incluso en Francia no lo elaboramos con la misma maestría, carece de la piracina que aquí es única en el cabernet sauvignon. Es lamentable que el desarrollo del Malbec haya eclipsado un poco al cabernet sauvignon, pero el Malbec es una variedad verdaderamente fascinante.
Desde mi punto de vista, hay pocas variedades en el mundo capaces de producir vinos tan complejos. Son realmente escasas las que pueden ingresar a este selecto grupo de variedades que generan vinos complejos sin necesidad de estar en blend. Por lo general, los vinos complejos son blends, pero hay pocas variedades monovarietales que logran esta complejidad. Gracias al Malbec, podemos alcanzar ese nivel.
-¿Dónde considerás que puede estar el futuro de la Argentina hoy?
- Es cierto que Argentina representa una pequeña fracción del mercado vitivinícola mundial y, en comparación con países como Chile, tiene una ventaja en la medida en que no dependemos tanto de las exportaciones porque hay un mercado nacional sólido. El encanto de Argentina radica precisamente en ese mercado interno. Sin embargo, aunque los vinos argentinos han alcanzado un alto nivel de calidad y reconocimiento internacional, actualmente los vinos europeos, que han experimentado importantes cambios, han recuperado una posición de liderazgo.
Estos países europeos, como Francia, Italia y España, se están recuperando en sus exportaciones, compitiendo fuertemente en mercados como Estados Unidos y China. Esto podría dificultar más las exportaciones para países sudamericanos como Argentina y Chile. Durante años, los consumidores nacionales en Europa absorbieron gran parte de su producción, dejando abierta la puerta para los vinos de otros países. Sin embargo, con la disminución del consumo interno en Europa, estos países ahora están más centrados en los mercados internacionales, lo que podría dificultar las exportaciones de países sudamericanos. La disminución del consumo de vino es una tendencia que se está observando, lo que añade un desafío adicional para los países productores.
“No plantes Malbec”
La anécdota familiar contada por François Lurton revela un choque interesante entre tradición y exploración, especialmente en relación con el Malbec. “En Bordeaux, teníamos varios Malbecs en nuestras propiedades. Mi padre los eliminó todos”, comparte con una sonrisa. “No quería al Malbec”.
El contraste entre lo establecido y lo nuevo se hizo evidente cuando François decidió plantar Malbec en un nuevo terroir. “Cuando le dije a mi padre que íbamos a plantar Malbec en Argentina, porque creímos en su potencial, no estaba exactamente emocionado”, comparte entre risas.
Es más, volvió a preguntar: “¿Malbec? No, te quito la herencia”, bromeó su padre. Una anécdota que ilustra la mezcla entre la preocupación por lo establecido y el coraje de explorar lo desconocido.
A pesar de la reticencia familiar, el Malbec resonaba en la mente y los viñedos de François. “El Malbec en Francia no tiene la magia del Malbec aquí”, afirma con convicción.
Pero lo cierto es que el Malbec argentino nada tiene que ver con el Cot de Francia ni su potencial. “Es un tipo de Malbec que desapareció de Francia, ya no existe en nuestro suelo, con una intensidad de expresión frutal única. O bien, es un Malbec que se ha modificado, llegando aquí con raíces que han traído consigo un fascinante misterio genético”, reflexionó.