Argentina es reconocida mundialmente por sus tintos, en especial el Malbec. Sin embargo, en los últimos años, una nueva categoría comienza a ganar protagonismo de los vinos blancos y espumantes. En diálogo con este medio, el enólogo Gustavo Sánchez, gerente de enología de Familia Millán, analiza las fortalezas de estos estilos y explica por qué podrían convertirse en una carta clave para la exportación en los próximos años.
En este contexto, según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), Argentina exportó durante los cuatro primeros meses de 2025 un total de 58,1 millones de litros de vino, lo que representa una caída del 6,9% respecto al mismo período de 2024. De ese total, 43,9 millones (75,5%) corresponden a vinos fraccionados (-5,9%) y 14,2 millones (24,5%) a granel (-10%). Como dato positivo, el vino blanco fraccionado creció un 2,3% en volumen.
Métodos de elaboración de espumantes: características y diferencias entre Charmat y tradicional
Para entender qué define el estilo y la complejidad de un vino espumoso es importante conocer los métodos de elaboración. Gustavo Sánchez, gerente de enología de Familia Millán, detalla las particularidades del método Charmat y del método tradicional, dos procesos clave en la industria.
“El método Charmat quiere decir que la elaboración del vino espumoso se realiza en un tanque”, explica Sánchez. Primero, se produce un vino blanco base, que generalmente tiene una graduación alcohólica menor que un vino de mesa tradicional. Luego, se agrega azúcar y levadura para provocar una segunda fermentación natural dentro del tanque. Esta fermentación es la que genera las burbujas características del espumante.
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Desde el Valle de Uco, los blancos y espumantes argentinos ganan protagonismo con nuevas técnicas y mayor presencia en mercados como Brasil.
Sánchez señala que el contacto con la levadura en este método es breve, generalmente entre un mes y seis meses, ya que tiempos más prolongados encarecen la producción. “Este método busca productos con una característica mucho más frutal, más fresca y de fácil consumo”, asegura. En el mundo, el 80 o 90 por ciento de los espumantes se elaboran con este sistema, incluyendo el popular Prosecco.
Por su parte, el método tradicional consiste en la fermentación dentro de la botella. Esta técnica requiere un contacto mínimo con las levaduras de seis meses, pero puede extenderse por años, lo que aporta gran complejidad al producto final. “La levadura tiene un impacto mucho más fuerte en los aromas y en la boca. La fruta pasa a un segundo o tercer plano y gana la complejidad”, describe Sánchez, mencionando ejemplos de champagnes que pueden tener hasta 15 o 20 años en contacto con la levadura.
El potencial de los blancos y espumantes argentinos para conquistar nuevos mercados
Aunque históricamente el foco de la vitivinicultura argentina estuvo puesto en los tintos, hoy comienza a consolidarse una nueva mirada dentro del sector. Para Gustavo Sánchez, gerente de enología de Familia Millán, el país tiene condiciones excepcionales para destacarse también en vinos blancos y espumosos. “El vino blanco argentino tiene un grandísimo potencial que todavía no explotamos”, asegura.
Esa posibilidad se apoya en una ventaja clave, la diversidad natural del territorio. “En la Argentina tenemos una diversidad de climas, de latitudes, de todo lo que va impactando en diferentes aspectos”, explica. Esa variedad permite elaborar vinos con perfiles muy distintos, incluso dentro de una misma cepa. “En una misma variedad, por ejemplo Chardonnay, con diferentes altitudes, aquí en Mendoza tenemos vinos totalmente distintos”, señala el enólogo.
Sánchez remarca que los microclimas que se generan con la altitud permiten lograr blancos frescos, frutados y fáciles de tomar, ideales para espumantes jóvenes, pero también opciones más complejas, con mayor estructura y acidez. “Eso nos permite tener otra complicidad, otra concentración, otra acidez, donde tenemos unos vinos blancos que son espectaculares y unos vinos espumosos que nos dan justamente una complicidad de posibilidades de tener tiempos en contacto con la levadura”
En cuanto a la demanda internacional, el especialista observa una evolución favorable: “El vino tinto va teniendo una caída muy importante, el vino blanco es el que menos va cayendo”, comenta. En particular, destaca el buen desempeño en mercados regionales: “Estamos haciendo venta de vinos blancos y espumosos en muy buen volumen, sobre todo a países de aquí de Sudamérica. Brasil, por ejemplo, donde los vinos espumosos son muy bien recibidos".
La búsqueda de calidad y frescura en espumantes inspirados en el estilo francés
En cuanto a la línea Maison Totó, marca insignia de Familia Millán, el enólogo detalla su inspiración y proceso. “Maison Totó hace mención a esos valores franceses y básicamente cuando uno habla de los espumantes o los champagnes de Francia, estamos hablando de productos que se realizan con dos variedades emblemáticas que son el Chardonnay y el Pinot Noir”, comenta.
Estas cepas, provenientes del Valle de Uco, una región de gran altura y condiciones climáticas especiales, permiten obtener una materia prima de alta calidad. “El Chardonnay-Pinot Noir que lo tenemos de la zona del Valle de Uco, es una zona muy alta, con características que son realmente muy especiales, donde vamos a encontrar mucha fruta, un equilibrio hacia la frescura muy lindo”, explica Sánchez.
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El vino se elabora con el método Charmat pero con un tiempo de contacto con levaduras mayor al habitual: “El vino se deja aproximadamente cuatro meses en contacto con sus levaduras, entonces vamos a tener toda esa característica de fruta del Chardonnay-Pinot Noir, pero con un toque más moderno, donde nosotros buscamos potenciar esa intensidad de fruta y eso hace que el producto sea muy especial”, concluye.
Desafíos para posicionar los espumantes argentinos en el mercado internacional
Para Gustavo Sánchez, el camino para que los espumantes argentinos se posicionen globalmente pasa por el perfeccionamiento constante de la calidad y la exploración de variedades menos tradicionales: “Tenemos que seguir trabajando muy fuertemente en lograr las mejores expresiones de las variedades, no solamente el Chardonnay, el Pinot Noir, sino también de muchas otras variedades que suelen por ahí considerarse que no ingresaban dentro de lo que es el mundo del vino espumoso”.
Entre estas variedades menciona: “un Torrontés, un Chenin, un Pedro Jiménez, que elaborados con las tecnologías nuevas realmente dan vinos que son de características muy buenas y eso hace que permita ingresarlos dentro de lo que son los vinos espumosos”.
En relación con la materia prima, el enólogo destaca la importancia de la experimentación con el terroir: “Tenemos que seguir experimentando, como se lo ha hecho con el Malbec y con otras variedades, donde hemos ido durante muchos años haciendo pruebas de terruños para tener mayor concentración o para tener mayor expresión de la canopia, la parte vegetativa de la planta, para que el racimo esté conservado de una manera muy especial y se generen otros componentes aromáticos”.
Finalmente, menciona el desafío comercial: “El desafío de la parte comercial es darlos a conocer, que la gente los pruebe, que la gente sepa que en Argentina se hacen espumantes de gran calidad y se reconozcan básicamente”.