Con motivo de las celebraciones de los días del Sauvignon Blanc, el Pinot Grigio y el Chardonnay, hablamos con referentes acerca de la creciente demanda de vino blanco.
El primer viernes de mayo se celebró el Día del Sauvignon Blanc, el próximo 17 será el Día del Pinot Grigio (o Gris) y el último viernes este mes será el Día del Chardonnay, por lo que podríamos decir que mayo es el mes del vino blanco. A pesar de que en esta parte del mundo los festejos se dan “a contra estación”, ya que la mayor demanda de esta variedades se da en los meses de primavera y verano, en los últimos años en Argentina se ha consolidado el consumo de este estilo que supo ser el predominante en el país hasta la década del ‘90.
Los números respaldan lo que ya se viene percibiendo hace tiempo. Según las cifras del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), en el primer trimestre de 2022 se consolidó la tendencia y después de mucho tiempo en marzo el consumo total se repartió un 70% para los de color y un 30% para los vinos blancos, con un particular aumento de casi un 54% respecto a 2021 en el mercado interno.
Para Alejandro Vigil, enólogo de Catena Zapata y Bodega Aleanna, la creciente demanda se explica en la propia evolución del vino argentino. “El país a fines de los ‘80 era básicamente vino blanco, de hecho se levantaron casi todos los viñedos de Malbec porque la gente bebía vino blanco. Tenemos un expertise en la elaboración, conocimiento de las zonas y los varietales”, recordó. Y agregó: “Un poco se perdió encandilado por el Malbec, y de alguna forma era necesario porque teníamos que concentrarnos en nuestra uva emblema, pero en los últimos 12 o 15 años se empezaron a hacer algunos blancos y en los últimos 10 ha explotado, para llegar a este presente de grandes vinos blancos”.
Para graficar el crecimiento de los blancos, Leandro Funes, enólogo de A16, contó que en su caso el incremento en la demanda se ha visto en el mercado interno y externo. Así, en siete años han crecido casi un 500%, pasando de 8.200 litros en 2015 a 40.000 en 2021 y la intención de crecer, como mínimo un 10% más en 2022.
“Es también por un cambio de consumo y costumbre, de buscar vinos más frescos. También deja atrás ese paradigma de pensar que los vinos tintos eran mejores que los blancos, porque hay muchos blancos mejores que algunos tintos, pero son dos mundos totalmente diferentes en cuanto a elaboración y características organolépticas”, argumentó.
Marcos Fernández, enólogo de Terrazas de los Andes, también hizo referencia a los cambios de hábito, pero para él es una consecuencia del trabajo realizado por las bodegas en la búsqueda de vinos frescos, de altura y con un buen balance. Y a eso sumó otro factor, la complementariedad con la gastronomía. “En Terrazas de los Andes ya hace varios años que venimos en ese camino. Esto es una interpretación del lugar, los vinos de altura o mostrar la frescura de la montaña en cada uno de los vinos, lo que va de la mano de hacer vinos gastronómicos para poder maridar con distintos ingredientes”, dijo.
En tanto, Rodrigo Serrano, enólogo de Domaine Bousquet, hizo foco en el salto cualitativo de la industria: “Creo que en Argentina estamos aprendiendo día a día a hacer vinos. Entiendo que hay un camino de blancos súper complejos y de mucha calidad y el consumidor cuando encuentra un blanco de buena relación precio/calidad los vuelve a elegir. Eso es lo que hace que lo vuelvan a elegir. Además, cada vez son más las bodegas que ponen foco en la calidad y lo detalle, brindando cada vez una mejor oferta”.
Identidad propia y mucho por delante
Más allá de que por estos días los festejos se centran en el Sauvignon Blanc, el Pinot Grigio y el Chardonnay, en el país es posible mencionar grandes referentes de otros varietales como Semillón, Torrontés, Riesling, Albariño, Gewürztraminer, sólo por mencionar algunos. “Lo interesante es que hemos logrado en todas las gamas, desde la base a la punta de la pirámide, hay vinos competitivos y de alta calidad”, ponderó Vigil.
“Son vinos que en general no se hace maloláctica, son más nerviosos, verticales. Generalmente se respeta la acidez natural del lugar, se hacen cosechas más tempranas y ya no se fermenta en barriles, sino que se sigue trabajando en acero inoxidable o cemento en distintos tipos de recipientes de elaboración con menos crianza en madera, lo que da vinos más simples de beber”, describió
Justamente uno de sus vinos blancos ha sido el primero en conseguir 100 puntos por parte de la crítica internacional con White Bones Chardonnay 2018 que fue reconocido por James Suckling. “Eso era impensado hace cinco o seis años atrás. Eso quiere decir que no solamente hemos seducido al mercado doméstico con mayor diversidad de vinos, sino que también al mercado internacional”, justificó.
Si bien el Chardonnay es el que mejor resultado ha tenido hasta el momento y el más extendido, para el afamado enólogo el Semillón “puede convertirse en la cepa emblema del país con el Malbec” y todavía existe la deuda con Torrontés, la única uva originaria de Argentina, de lograr “popularizarlo más y que todo el mundo lo quiera probar”.
En cuanto a los blancos en general, quien es también presidente de Wines of Argentina, consideró que el desafío es extender la identidad de las zonas, lo mismo que se ha planteado para los otros varietales. “Adecuarse a la situación de cada uno de los lugares, comprenderlos, tratar de tener una mirada sobre el terroir, lo que nos ha permitido estar en alto nivel internacional”, explicó.
Desde el punto de vista de Rodrigo Serrano, el crecimiento de los blancos en el país no es algo que tenga límites, por el momento. “Para nosotros, lo que nos entusiasma y nos empuja a seguir es que creemos que Argentina todavía no tiene un techo en el corto plazo. Hay mucho para crecer y, mientras tengamos claro que lo que nos sacó al mundo y nos abrió puertas es la calidad, en la que hay que seguir trabajando de manera consciente, no veo un techo”, destacó.
El gran problema
“Lo irónico con los blancos es que hay poca uva”, destacó Leandro Funes. Algo en lo coincidieron sus colegas: el principal problema hoy en día es la falta de disponibilidad de uva para satisfacer la demanda. Así también lo viven en Domaine Bousquet, donde su enólogo aseguró que tanto con el Pinot Grigio como con el Sauvignon Blanc logran quiebres de stock de sus productos.
“Con el Pinot Grigio hemos llegado a un punto de equilibrio en el que necesitamos plantar más o mejorar los rendimientos para multiplicar lo que tenemos. Con el Sauvignon Blanc, en 2017 se plantaron nuevas fincas y recién el año pasado entraron en producción, pero llegamos a quiebres de stock y otra vez estamos pensando en plantar más. Es una buena noticia. En 2018 hacíamos 13 mil litros y este año hicimos 140 mil”, sostuvo Rodrigo Serrano.
Para Vigil, la participación de los blancos puede seguir aumentando, pero hay que trabajar estructuralmente porque faltan viñedos. “En la última cosecha es algo que hemos visto y vivido. Si bien vamos a tener un aumento, va a ser paulatino porque tiene que ir acompañado de una situación de los viñedos y la mejora en la dinámica del riego para poder aumentar la superficie en zonas que nos permiten tener vinos de alta calidad”, completó.