De qué se trata la iniciativa que de aprobarse podría afectar fuertemente a los productores de todo el mundo.
El sector vitivinícola enfrenta un panorama incierto debido a la posible calificación del consumo de vino como inseguro en cualquier cantidad por parte de las autoridades sanitarias de Estados Unidos. Si esta medida se concreta en las nuevas directrices dietéticas del gobierno, podría impactar gravemente a la industria del vino, que ya ha sufrido una caída en ventas tras la declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del año pasado.
Actualmente, las guías dietéticas de EE.UU. permiten a los hombres consumir hasta dos bebidas al día y a las mujeres una. Sin embargo, si estas recomendaciones se modifican para alinearse con las nuevas pautas canadienses, que sugieren no más de dos bebidas por semana, el impacto podría ser significativo. Una encuesta realizada por Wine Opinions a 2000 bebedores estadounidenses reveló que el 66% de los jóvenes entre 21 y 39 años reduciría su consumo si se implementaran estos cambios.
Michael Kaiser, vicepresidente ejecutivo de Wine America, comentó que las guías actuales ya desaconsejan iniciar el consumo de alcohol y advierten sobre sus posibles problemas de salud. No obstante, reconocen que las cantidades recomendadas pueden ser seguras para adultos sanos. Un cambio en estas directrices podría reducir el consumo, especialmente entre los jóvenes, haciendo que el vino se reserve únicamente para ocasiones especiales.
Tom Wark, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Minoristas de Vino, mencionó en su blog que una fuente confiable ha visto el borrador de la propuesta para las guías dietéticas de 2025, el cual indicaría que no hay un nivel seguro de consumo de alcohol. Esta noticia ha generado preocupación entre los miembros del Congreso.
El mes pasado, el Comité de Supervisión y Responsabilidad de la Cámara de Representantes envió una carta solicitando los documentos utilizados en la revisión de la relación entre el alcohol y la salud. La carta criticó al Instituto de Medicina de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina (NASEM) por delegar la revisión a la Coordinadora Interinstitucional para la Prevención del Consumo de Alcohol en Menores (ICCPUD), en lugar de seguir la ciencia.
La influencia del movimiento de temperancia ha sido notable en este contexto. Según un artículo de Felicity Carter en Wine Business Monthly, la OMS colaboró con Movendi, un grupo internacional de temperancia fundado en 1851, para su declaración anti-alcohol. Investigaciones que demuestran que el consumo moderado de alcohol puede ser más saludable que la abstinencia total han sido ignoradas en favor de estudios que destacan los problemas de salud de los alcohólicos.
La política en torno a las guías alimentarias no es un fenómeno nuevo. En 1981, el Departamento de Agricultura de EE. UU., bajo la administración de Ronald Reagan, intentó clasificar el kétchup como un vegetal para reducir el presupuesto destinado a los almuerzos escolares, aunque no tuvo éxito. Sin embargo, hasta hoy el pepinillo en vinagre sigue siendo considerado un vegetal por el USDA.
La política del alcohol crea alianzas insólitas. Tanto Joe Biden como Donald Trump, los posibles candidatos presidenciales, han declarado no haber consumido nunca alcohol y tienen antecedentes familiares de alcoholismo. Esta situación podría predisponerlos a apoyar declaraciones restrictivas sobre el consumo de alcohol.
Por otro lado, los líderes del comité que enviaron la carta, James Comer (R-Kentucky) y Lisa McClain (R-Michigan), tienen posturas políticas que podrían influir en el debate. Comer, conocido por sus intentos de destituir a Biden, representa a un estado clave en la producción de whisky. McClain, una ferviente seguidora de Trump y católica, refleja la resistencia histórica de los católicos a abandonar el alcohol, incluso durante la Prohibición en EE. UU.
Mike Thompson (D-Ca), representante del condado de Napa y copresidente del Caucus del Vino del Congreso, expresó su preocupación por la falta de transparencia en el proceso de revisión científica. Subrayó la importancia de basar cualquier cambio en la mejor evidencia científica disponible.
Aunque las nuevas directrices dietéticas no se esperan hasta 2025, Wark sugiere que los interesados contacten a sus representantes en el Congreso. Quizás ofrecerles una copa podría ayudar a influir en su postura.