El establecimiento, uno de los primeros de alta gama de la zona de Alto Agrelo, es uno de los más vistosos de la zona, ideal para visitar, aprender y combinar rica comida con buenos vinos.
Recorriendo la extensión de la tradicional calle Cobos, en Luján de Cuyo, donde una a una se suceden las bodegas y sus viñedos, el letrero que dice “Finca La Anita”, uno de los primeros proyectos boutique de la zona de Alto Agrelo nos invita a entrar. Al cruzar el amplio portón de rejas, el impoluto verde del jardín, algunas flores y los árboles son la primera impresión de un lugar en el que se respira la tradición vitivinícola en su máxima expresión.
Avanzando algunos metros, si miramos hacia la derecha podemos ver sus históricos viñedos de Syrah de 1947 en la etapa de brotación, mientras que los trabajadores de la vid realizan algunos trabajos con la vegetación que comenzó a crecer a los pies de la vid luego de que Origin Wine, grupo suizo propietario de la bodega, decidiera que las 72 hectáreas que tienen sean orgánicas.
Hacia la izquierda emerge la figura de la bodega, un espacio donde conviven los tanques de acero, una pequeña tienda de sus mejores vinos y la sala de barricas donde evolucionan los líquidos que luego llegarán a la botella que se puede apreciar a simple vista, todo eso precedido por algunas mesas, donde los comensales pueden disfrutar de la cocina de fuegos y otros platos, todos maridados por los vinos de Finca La Anita.
Un crecimiento sostenido
Algo muy distintivos del lugar es la calidez y la familiaridad de sus anfitriones. Richard Bonvin, winemaker suizo radicado en Mendoza a cargo de la bodega, fue quien nos recibió en la bodega y contó con pasión y detalle como ha sido el trabajo en los últimos cuatro años, desde el momento en el que grupo compró a Manuel Mas toda la propiedad.
“Primero arrancamos con el viñedo, con una conversión a orgánico. También sacamos algunos cuarteles que no estaban orgánicos y los replantamos. Hicimos mucho trabajo con la parte técnica, con nuevos tractores y otras máquinas. Es todo un proceso y es caro, pero con la calidad nosotros hacemos la diferencia”, contó sobre lo invertido en el último tiempo.
Y ese esfuerzo se ha visto respaldado por el consumidor. Las ventas del mercado interno han ido creciendo un 100% anual durante los últimos tres años, algo que parece se va a repetir en 2021. “Este año la idea era crecer un 30%, pero ya estamos cerca del 100% de vuelta. El feedback de nuestro consumidor es muy positivo”, destacó BonVin.
La finca cuenta con 72 hectáreas plantadas con Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Malbec, Petit Verdot, Pinot Noir, Sauvignon Blanc y Syrah que dan una producción aproximada de 350.000 botellas al año -que pueden llegar hasta los 450.000- de sus líneas Luna, Finca La Anita, Magna Finca y Varúa. Además, elaboran Pétalos de Rosa, un vino rosado al mejor estilo francés. Estos vinos, en un 60% son destinados al mercado interno y el restante 40% se vende al exterior, uno de los grandes cambios que se han visto desde 2017.
“Finca La Anita es muy conocida en el mercado interno, más en Buenos Aires. Fuera del país, estamos creciendo en Brasil, Perú, Estados Unidos, Suiza e Inglaterra, pero vamos de a poco”, dijo el enólogo suizo. “Afuera la variedad más conocida es el Malbec y le sigue el Cabernet. También hemos hecho exportaciones de Syrah a Estados Unidos, algo muy difícil, más con un vino de 25 dólares en la góndola. En el país piden mucho el Petit Verdot y por supuesto Malbec. También tenemos vinos muy buenos como el Varúa, un vino que en tres meses quebró el stock anual”, añadió.
Una de las apuestas es el Cabernet Franc, una variedad de la que han aumentado la plantación de viñedos, dado el éxito comercial que han tenido con ese vino. “Hicimos 10.000 botellas y vendimos casi su totalidad con un distribuidor de Buenos Aires y tuvimos que guardar un poco para vender nosotros a quienes nos visitan en la bodega”, sostuvo Bonvin.
¿Qué identifica a Finca La Anita? Para el europeo que ya lleva casi 20 años en el país su ubicación es una de las claves: “Estamos en Alto Agrelo y tenemos una amplitud térmica casi igual que en el Valle de Uco. Son vinos que tienen cuerpo. Tratamos de encontrar el equilibrio entre la fruta, los taninos, la estructura y la madera. Si bien son vinos que tienen 14,5% de alcohol, cuando lo probás no se siente eso”.
Un espacio digno de conocer
Ya sean mendocinos o turistas, los amantes del vino deben conocer el lugar y disfrutar de un almuerzo que combine cocina de fuegos y otros platos con vinos de primer nivel. “Tenemos la suerte de poder comer afuera, con un amplio parque al aire libre. Hemos tenido muchas visitas durante este tiempo”, describió. Y tal ha sido la demanda que el equipo ha decidido ampliar su atención con más días (Reservas al 261-331-2017).
“Buscamos la autenticidad. Muchos nos eligen por eso, porque es una bodega en la que se puede ver a la gente trabajando, ya sea en los viñedos, en la bodega o el restaurante. También el jardín y los árboles que nos rodean son una imagen muy linda, que lo hace distinto. Mezclamos una bodega moderna, con algo de tradición y autenticidad”, ponderó el enólogo del lugar.
Un suizo mendocino
Ya más de 20 años pasaron desde que Richard Bonvin llegó a Argentina por primera vez. Instalado aquí desde 2004, podría decirse que este hombre nacido en Suiza ya es parte de Mendoza. “Estudié enología en Suiza y siempre me gustó viajar. Tenía un amigo que tenía mucho contacto en el mundo del vino y tuve la suerte de hacer una pasantía en Brasil. Después, en el 2000 vine a Argentina y estuve recorriendo un poco. Volví a mi país y conocí un suizo que tenía una bodega en Sudáfrica y ahí estuve cuatro años. Luego de eso hablé con el dueño del grupo y llegamos acá en 2004. Al principio no teníamos nada, ni bodega, ni viñedos. Hoy ya tenemos dos bodegas”, contó sobre su historia en el país.
Lo que más resalta de la provincia y lo que lo atrapó a radicarse aquí es el “enorme potencial que hay”. “Al principio veía que los tintos estaban impresionantes y también con el tiempo los blancos, que cuando llegué no había tantos buenos como hay hoy. También me gustó la vida social y un montón de cosas que me gustaron desde el principio. Tuve la suerte de hacer amigos y todo se volvió una aventura. También con este trabajo puedo seguir viajando como me gusta, tengo el combo completo aquí”, completó.