Se trata de uno de los principales atractivos turísticos que tiene uno de los establecimientos centenarios de la provincia. La historia que oculta y cómo hacer para visitarla.
Seguramente, más de uno fantaseó con la idea de sumergirse de lleno y nadar en una fuente de vino. Y todos aquellos que viven o visitan Mendoza pueden hacerlo y no nos referimos a la que se encuentra en la Peatonal Sarmiento y muchas veces torna a un color entre rojizo y violáceo. Es que una bodega mendocina tiene una importante construcción que se distingue por el líquido que vierte constantemente. Hablamos de La Fuente de Vino de Bodega Labiano, uno de los principales atractivos turísticos y visita casi obligada para los amantes de la noble bebida cuando llegan al departamento de San Rafael.
Ubicada más precisamente en el distrito de Rama Caída, mendocinos y turistas pueden visitarla de manera gratuita y de paso degustar los vinos de este establecimiento centenario, siempre y cuando se haga reserva previa.
¿Es realmente vino lo que larga la fuente? A decir verdad, a pesar de que a simplemente vista podría no caber duda de que es vino tinto, lo que circula es agua con colorante. Si bien tranquilamente podría haber una fuente con la bebida nacional, al estar en constante contacto con el oxígeno, el líquido tendría una rápida evolución y se convertiría en vinagre en muy poco tiempo.
El mito de la fuente del vino mendocino
Según cuentan desde Bodega Labiano, la fuente es un homenaje al amor y al vino que se inspiró en una antigua historia de la mitología griega. En la cúspide de la construcción se alza la figura de Actea, una ninfa de la que se enamoró perdidamente Laertes. Así mismo, aparecen algunas ánforas y hojas de parra. En su página web recrean el mito, que cuenta:
“En la isla griega de Kea vivía un joven llamado Laertes, quien dedicaba su vida al cuidado de las viñas del dios del vino Dioniso. Todos los años el joven recolectaba de estas vides, los mejores racimos para ofrendarlos a su dios. En unos de los viajes al viñedo se encontró con Actea cuya vida estaba ligada a un manantial divino, cayendo perdidamente enamorado de ella.
Laertes comenzó así a ofrendarle también racimos del viñedo eterno a su amada provocando la furia de Dioniso que de inmediato decidió abatir a la joven ninfa, secando el manantial que le daba vida.
Al ver a su adorada agonizar por la desaparición de la vertiente, el joven intentó conducir las aguas de un arroyo cercano al lecho de la fuente, moviendo grandes piedras que lo debilitaron hasta caer agonizante a la vera de su cauce. Con sus últimas fuerzas, logró aplastar los racimos que traía como ofrenda a su amada, los que comenzaron a verter sus jugos en el manantial produciendo un torrente imparable del más exquisito vino tinto, devolviendo así la vida a Actea. Dicen que donde cayó Laertes nació una viña inagotable y que todos los días va la ninfa con su cántaro de vino a regarla y llorar por su amado”.