De la Mota: una familia apasionada por el vino

De la Mota: una familia apasionada por el vino
Roberto de la Mota sostiene que para Mendel Wines el 2020 fue un buen año

Roberto recuerda a su padre, Raúl, y cuenta los nuevos proyectos junto a su hijo Rodrigo en Mendel Wines. Las memorias de tres generaciones unidas por la vitivinicultura.

Roberto de la Mota sostiene que para Mendel Wines el 2020 fue un buen año porque pudieron crecer en el mercado interno y en las exportaciones. Lo expresa con cautela, porque sabe que a mucha gente le ha ido mal. Sin embargo, sostiene que hay que tener optimismo y ganas de seguir adelante; el mismo espíritu que le llevó a saber que Revancha era el nombre perfecto para la línea de vinos que creó con su hijo Rodrigo y que reconoce como una nueva oportunidad que le dio la vida, después de tener un grave accidente automovilístico.

Su vinculación con el mundo vitivinícola se dio desde muy temprana edad. Como su papá, el reconocido enólogo Raúl de la Mota, trabajaba en la Bodega Arizu, Roberto vivió entre los 2 y los 16 años en el enorme predio entre calles Belgrano y San Martín de Godoy Cruz. Su rutina en la infancia consistió en ir a la mañana a la escuela, hacer los deberes por la tarde y jugar en ese extenso patio, que era el establecimiento elaborador.

Así fue como eligió una escuela secundaria técnica agraria y enológica, la “Miguel Pouget”, de la que egresó con el título de enólogo. Entre tanto, en los veranos trabajaba con su padre, que entonces estaba en la bodega Cavas de Weinert. Y si bien en su momento se planteó seguir estudiando Enología, un enólogo francés, amigo de su padre, Émile Peynaud, le dijo que, si quería capacitarse después en Francia, debía estudiar Agronomía, ya que le permitiría conocer la fisiología de la vid y los procesos previos a elaborar un vino.

Familia de la Mota
Familia de la Mota

Roberto tomó el consejo, obtuvo su título de ingeniero agrónomo y en 1988 se fue a estudiar a Francia. Tres años antes, cuando aún era alumno universitario, empezó a trabajar de modo oficial con su padre, en la plantación de viñedos. En Europa obtuvo un título de especialización en vitivinicultura y enología y, al regresar, siguió trabajando con Raúl de la Mota hasta 1994, cuando ingresó como jefe de viñedos en Chandon.

“Trabajé casi nueve años con él. No fue fácil. Era muy exigente. Con él mismo y con los demás. Lo que yo hacía bien era lo normal”, comenta sobre cómo fue trabajar con su padre. Pero también reconoce que eran otras épocas, en las que eso era lo habitual. “Para mí fue un enorme y gran profesor, que me enseñó la filosofía del trabajo”, agregó. Sostiene que no le pesó el hecho de que su padre fuera conocido sino que, por el contrario, le abrió muchas puertas, aunque también, confiesa, le puso “la vara alta”.

Sin embargo, después siguió su camino y le ayudó considerablemente haber estudiado en Francia. Dos años después de entrar en Chandon empezó a elaborar vinos tranquilos y luego empezó con el proyecto que se llamaría Terrazas de los Andes. En 1999 participó de la elaboración del primer Cheval des Andes, que surgió de la unión de Château Cheval Blanc y Terrazas de los Andes. Trabajó con el grupo hasta 2006.

Es que en 2002 había iniciado un emprendimiento en el que ya no sólo se desempeñaba como técnico y asesor, sino del que también formaba parte: Mendel Wines. Sus socios, una familia de Buenos Aires que compró un viñedo de malbec, plantado en 1928, y una bodega abandonada, le pidieron que los asesorara y luego lo convencieron para que se sumara a la empresa.

Como él ya venía con ganas de alejarse de las grandes organizaciones  –aunque resalta que el grupo LVMH Moët Hennessy fue una fuente de formación y crecimiento muy importante- y también de dejar de viajar tanto (pasaba 16 semanas afuera entre mayo y diciembre la mitad del tiempo), aceptó. En Mendel, cuenta, puede prestar mucha más atención a cada parcela y a cada tanque y barrica que vinifica pero, como contraparte, cada una tiene que salir bien porque hay poco margen para el error. También, menos posibilidades de hacer cosas “estrafalarias”, porque los niveles de inversión son otros. Pero señala que cada etapa es linda y le permite crecer.

En 2009, casi de modo casual, se dio la oportunidad de dedicarse a un proyecto más personal. Su hijo Rodrigo, que entonces tenía 15 años, le pidió dinero para cambiar la suspensión de la bicicleta. Como le había comprado el rodado hacía poco, le lanzó que para reunir el monto iba a tener que trabajar. Claro que ése era un modo de compartir con él el proceso de vinificación. Para que el trabajo fuera más gratificante, elaboraron 1.800 botellas, que quedaron guardadas.

Un tiempo después, un amigo visitó la bodega Mendel y le hizo probar ese vino diferente, con el impacto de alguien más joven, con mucha fruta y el aporte aromático del cabernet franc. El visitante le preguntó cuál era el nombre que había elegido y, cuando Roberto le respondió que no tenía, le dijo que tenía que llamarse Revancha.

“La vida te ha dado una revancha, de poder hacer un vino con tu hijo”, fue la categórica sugerencia. Con esto, se refería a que dos años antes, el enólogo había sufrido un accidente del que casi no se salvó y que lo dejó en una silla de ruedas. Para que el nombre no tuviera una connotación bélica, sino de la posibilidad de un nuevo juego, un amigo diseñador eligió las piezas de ajedrez de la etiqueta de la línea, que el año pasado sumó un blend de blancas y un merlot. “Son vinos pandémicos”, bromea, ya que en realidad fueron elaborados antes.

Hoy, Rodrigo ya se recibió de ingeniero agrónomo y, tal como hizo Roberto en su momento, está realizando sus pasantías en otra bodega. “Es importante que haga un camino propio y que aprenda”, sostiene el padre.

Para este 2021, De la Mota cuenta que en Mendel tienen planeado lanzar un vino malbec, con denominación de origen Luján. De esta manera sumarán otro “single vineyard” al que ya tienen de Altamira (San Carlos). Considera que ésta podría ser una buena cosecha, porque el tiempo no ha sido demasiado cálido ni demasiado frío y una helada tardía sólo disminuyó un poco la producción de algunas parcelas. Si bien prefiere esperar porque aún falta bastante para poder levantar la uva, sostiene: “Tenemos fe y esperanza de que sea un buen año y que se puedan hacer buenos vinos”.

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