El empresario español que vive en la provincia desde hace 14 años, después de vender su bodega volvió al mundo de las finanzas pero en un giro inesperado apuesta también por la gastronomía.
Fue el fundador y director de unas de las bodegas más emblemáticas del boom de las inversiones en Mendoza: O. Fournier. Ese establecimiento que se empezó a gestar en 2001 y terminó por inaugurarse en 2005, con una arquitectura icónica desarrollada por los arquitectos Eliana Bórmida y Mario Yanzon, comenzó a ser referente de lo muchos llamaron como la nueva ola de la vitivinicultura argentina. José Manuel Ortega (52), allí el protagonista exclusivo, tanto de los vinos como también de esa nueva etapa de la industria y además era también la estrella de los mitines político-empresariales más exclusivos de aquella época. Pero en 2018 se desprendió de ese activo que hoy está en manos del gurpo que opera Finca Agostino y de nuevo reinventó.
Podríamos decir que José Manuel no lo teme al cambio y ahora encontró un nuevo camino en la alta gastronomía. Pero no es lo único, en una charla con Los Andes, este multifacético español habló no solo de su nueva profesión y sus planes a futuro, sino además de sus otras pasiones como la escritura.
José Manuel nació en Burgos, una ciudad de unos 200 mil habitantes con bastante tradición vinícola, y desde allí comenzó una aventura alrededor del mundo que lo llevó a Estados Unidos, donde completó sus estudios universitarios. Luego, su destino siguió en Londres por su trabajo para un banco internacional. De vuelta en España, se instaló en Madrid, su última parada antes de 2006, cuando decidió radicarse en nuestra provincia.
“Elegí Mendoza porque en un momento dado quise dar un cambio radical en mi vida y comencé a invertir en el mundo del vino con mis ahorros, con familiares y amigos”, comentó. Sin embargo, lo económico no fue el único factor: “Adoraba Mendoza como ciudad y también tenía el proyecto de vinos. Decidí que sería una buena experiencia temporal que mis hijos, mi mujer y yo vinieramos a vivir aquí, que los chicos pudieran aprender de otras culturas, otras circunstancias de vida, antes de volver a España”, manifestó.
Eso lo tiene claro, en un futuro no muy lejano volverá a su tierra, aunque mientras tanto disfruta de su nueva profesión gastronómica en Argentina. Esta “afición remunerada” -como él la define- nació justamente después de la bodega que tenía en el Valle de Uco y que por motivos personales decidió vender.
“Volví a las finanzas, que era mi orígen, y luego, como digo yo: medio por terapia, medio hobby, medio profesional, comencé también a auto educarme en el tema de la alta gastronomía”, destacó sobre el inicio de su nueva pasión que ha encarado con un real éxito.
En estos dos años en el mundo culinario su actividad ha estado gastronómica ha estado en Buenos Aires, donde ha trabajado en una de las cenas del G20 y varios eventos privados. “He ido avanzando en ese amor por la gastronomía que antes, cuando tenía la bodega y teníamos un restaurante en Mendoza, lo veía más del lado de aportar ideas a la chef, que era mi esposa en ese momento, y ahora lo vivo con más complicaciones y responsabilidades porque soy yo quien tiene que cocinar. Pero con mucha ilusión porque siempre me gustó, me gusta la innovación”, sostuvo.
Actualmente, la gastronomía no es algo que desarrolle con fines lucrativos en la provincia. “No hay un componente comercial porque yo no quiero cocinar en Mendoza de forma profesional porque no quiero importunar a mi ex que es también chef, que lo tome como una ofensa. Aquí lo hago más como gesto hacia gente que aprecio, con amigos y mis hijos”, dijo.
La prensa, una asignatura pendiente
Esa gratitud de José con la prensa mendocina está íntegramente relacionada con su aprecio por el periodismo. Aún recuerda cuando en España su padre leía cuatro diarios al día y él se levantaba un poco más temprano para hojearlos. Aunque su camino profesional tomó otros rumbos, la comunicación es uno de sus saldos pendientes que ha ido pagando de a poco con algunas publicaciones en Los Andes y diarios nacionales como Clarín y La Nación.
“Por ahora han sido más artículos de opinión, pero en algún momento me gustaría, sobre todo en la radio, poder tener mi granito de arena en alguna tertulia, en algún programa, alguna contribución. Sobre todo por respeto al periodismo que en Mendoza es extremadamente bueno. Es bastante impresionante la calidad del periodismo y no lo digo por quedar bien, que quien me conoce sabe que no soy el mayor de los diplomáticos, pero lo siento así”, remarcó.
Además de poder escribir para la prensa, el empresario ha completado otra de sus “obsesiones”. En el último tiempo ha logrado escribir su segundo libro de prosa y su primero de poesía. “Gracias a Dios, después de este caos de vender la bodega y el divorcio me decidí a escribir. Y es una cosa que me gustaría seguir haciendo junto con la lectura”, reconoció.
La vida de Ortega Gil-Fournier tiene en el corto plazo planificado un cambio más. Pese a que entre risas reconoce que sería muy difícil descifrar lo que podría venir en su vida en los próximos cinco años, con seguridad lo que venga será en España, en su Burgos natal, no porque no le guste Mendoza, sino simplemente porque es su tierra. “Probablemente me veo en España, viviendo en una casa que tengo desde hace casi 20 años en un pueblo de dos habitantes llamado Hoyuelos de las Sierra, teniendo mi propio restaurante chiquito y cinco habitaciones de hotel y recibiendo la visita de mis hijos y nietos de vez en cuando, si tengo la suerte de tener nietos”, confesó.
Para él “sería una especie de jubilación temprana”, otro de esos sueños que lo han acompañado en su vida. “Siempre tuve ilusión de tener mi propio hotelito y de poder hablar con clientes y de tener una vida social así. Cuando uno llega a ciertas edades como la mía tiene que empezar a plantearse lo que quiere y no lo que debe”.
Su rol en el auge del “Mendoexit”
En el albor independentista que se vivió con fuerza hace algunas semanas en Mendoza, el nombre de José Manuel Ortega Fournier sonó con fuerza y no por ser uno de los líderes del “Mendoexit”, sino por ser quien encargó un estudio de opinión que determinó que el 94,4% de los mendocinos están muy orgullosos de pertenecer a la provincia y un 42% de los encuestado consideró que “sí podríamos vivir separados” del resto del país con sus propios recursos. Sin embargo, el español manifestó que su idea “no era ser el liberador de Mendoza”, sino que los ciudadanos tengan un espacio para volcar sus ideas sobre temas controversiales como Portezuelo y otros.
“El objetivo inicial y único fue poder darle una vía de expresión al ciudadano medio que no sea exclusivamente una votación cada cuatro años, sino que pueda decir y enviar mensajes democráticos a sus líderes políticos para que entiendan lo que ellos ven y lo que ellos sienten. Luego eso se trasladó a nivel casi internacional con artículos en Financial Times, El País de España, Liberación de Francia, además de los diarios nacionales”, declaró.
Ortega Gil-Fournier consideró que ese estudio “quiere decir que las élites están haciendo algo mal para que un porcentaje tan significativo de la población pueda considerar alternativas que hoy pueden estar fuera de tono pero que es un aviso de que la situación está extremadamente revuelta y la política sigue haciendo cosas que a la gente no le interesa o que no solucionan los problemas reales de la gente”.