En la comparación entre uno que maduró en condiciones tradicionales y otro que pasó casi un año debajo del agua, las diferencias fueron muy notorias.
La guarda subacuática de los vinos es una práctica milenaria que no necesariamente nació de manera intencional. Con antecedentes que nos remontan a los hundimientos de barcos y el rescate de botellas que soportaron el paso del tiempo en perfectas condiciones debajo del agua, el modelo ha inspirado a bodegas de todas partes del mundo a imitar esa evolución, pero de manera consciente. Ejemplo en Mendoza es el Grupo Foster Lorca, que se convirtió en el pionero en la estiba en el dique Potrerillos.
Poco más de un año después del sumergimiento experimental de las primeras botellas, la bodega realizó una cata a ciegas para comprobar los resultados y ver si realmente el tiempo debajo del agua modificó algo en el vino, una experiencia de la que Los Andes pudo ser parte.
Por qué sumergir botellas de vino en el dique Potrerillos
Con casos de referencia en las costas de España, Francia o Italia, en Argentina existe una cava submarina en el Océano Atlántico, a la altura de Las Grutas, en Río Negro. Pero la decisión de Foster Lorca nació a partir de la pasión por el buceo de Gonzalo Capelli, gerente de Administración del Grupo Foster Lorca, quien propuso a Mauricio Lorca, uno de los dueños de la bodega realizar la experiencia en Potrerillos.
Lorca apoyó la idea, pero pidió que la cantidad de botellas sea considerable, al punto de poder comprobar realmente si el reservorio mendocino podía otorgar condiciones de presión, temperatura constante, ausencia parcial o total de luz, entre otros factores, que también se obtienen en el mar.
Así se bajaron las primeras botellas y 12 meses después se pudo comprobar la hipótesis de “una evolución diferente” que habían planteado al comienzo de la experiencia. Es que al comparar un ejemplar que tuvo una estiba “tradicional” en tierra con una temperatura constante de 17 grados con el que pasó 12 meses a 18 metros de profundidad promedio en el año, una temperatura prácticamente constante de 12 grados y muy poca luz, las diferencias sensoriales eran notorias.
Qué cambia en los vinos de Potrerillos
Puntualmente en esta oportunidad, la cata a ciegas se hizo con Grandes Varietales Petit Verdot 2017 de Bodega Mauricio Lorca, por un lado el que estuvo en el dique Potrerillos y por otro el que pasó el mismo tiempo en la bodega.
Ya desde la vista, ambos vinos se presentaban diferentes. “Se apreciaron sensibles diferencias, presentando el vino sumergido un rojo más vivaz, una nariz intensa y frutada, mucho volumen de boca y muy armónico, conforme lo esperado por otras experiencias en guardas subacuáticas en agua de mar”, comentó Cristina Pandolfi, experta con vasta trayectoria en concursos internacionales de vino que estuvo presente en la experiencia.
“La experiencia resulta sumamente interesante para atraer al consumidor con un producto distinto y para mostrar cómo el vino puede presentar características distintivas como resultado de las condiciones de producción, elaboración y guarda”, sostuvo Pandolfi.
Con un futuro prometedor del proyecto, con pruebas con otros varietales, vinos blancos y espumosos incluídos, Pandolfi resaltó que será necesario hacer repeticiones de los ensayos, considerando todos los factores para verificar si estadísticamente se corroboran las diferencias observadas y además para determinar, por ejemplo, la profundidad más adecuada y el tiempo óptimo de guarda.