La región, históricamente ligada al volumen y los genéricos, ha encontrado la forma de mostrar todo su potencial cualitativo de la mano de proyectos que la han puesto en valor.
Históricamente, la zona Este de Mendoza ha estado asociada al volumen, la producción de vinos genéricos y la venta a granel, dejando un poco relegados los fraccionados. Pero en la actualidad, estas dos realidades conviven, con un crecimiento o mayor visibilidad de los vinos varietales de diferentes estilos que han cobrado notoriedad de la mano de proyectos que han puesto en valor la zona, con ejemplares que resaltan todas las cualidades del terruño esteño, incluso logrando reconocimientos por parte de críticos internacionales y en concursos de vinos.
Si vamos a los números, de acuerdo a las estadísticas de superficie del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) para el año 2022 de las 147.379 hectáreas que poseía Mendoza, es decir el 71,2% de todo el país, la zona Este era la de mayor concentración. San Martín era el año pasado el departamento con mayor superficie cultivada con 26.806 hectáreas, a las que se sumaban unas 14.318 de Rivadavia (segundo en la lista detrás de Luján de Cuyo), unas 11.062 de Junín, 8.933 de Santa Rosa y 169 de La Paz.
Sin embargo, todos estos territorios han perdido lugar entre 2010 y 2022, en desmedro de los departamentos del Valle de Uco y Luján de Cuyo, los únicos con saldo positivo en este periodo. En tanto, San Martín perdió el 11,9% de su superficie, Rivadavia promedió un 9,8 menos, Junín ha marcado -6%, Santa Rosa también bajó en dos dígitos con 11,2% y La Paz ha perdido en este tiempo más de la mitad de sus cultivos de vid con -57,5%.
Vencer el prejuicio
“Venimos a reivindicar el Este mendocino”, esa es la carta de presentación de Emiliano Rico, tercera generación de Viña Alta, una bodega de San Martín que en la actualidad se ha propuesto elaborar vinos de alta calidad donde se destacan el reciente lanzamiento de Esencial Cabernet Franc, parte de una colección que se completa con un Malbec, un Naranjo y un Blanc de Blancs Dulce Natural.
El nombre de Matías Morcos, ha logrado convertirse en una especie de sinónimo de esta nueva etapa de la zona, poniendo en valor viejos viñedos con un estilo fresco y moderno que ha dado de qué hablar. “Para nosotros el proyecto de revolucionar el Este es hacerlo hacia adentro, de tener la autoestima más alta y de tener una identidad nueva”. En este sentido y desafiando el mercado, el enólogo está sacando al mercado Matías Morcos Blanco Escurrido, un vino hecho con la “la moneda de cambio o el commodity” de la industria que busca “romper con la idea de que en el este no se puede agregar valor, que no hay cosas ricas”.
“El prejuicio es del productor y del bodeguero y no necesariamente del consumidor. Es todo un vocabulario, un estilo que hemos manejado en los negocios de las bodegas y del vino a granel por mucho tiempo. Pero después, el consumidor es mucho más simple y su decisión de compra pasa por si está rico o no”, completó el enólogo.
Para Dante Gentile, propietario de Cava Gentile, de Rivadavia, este escenario ha sido propiciado por una serie de factores: “Creemos que existe desinformación y falta de participación por parte de las autoridades. Para revertir esto, sería muy importante mayor difusión y promoción de calidad para impulsar la Zona Este”, sostuvo. En su caso, uno de sus vinos viene de ganar Medalla de Oro en la última edición del Concurso Nacional de Vinos Guarda14. Se trata de D. Gentile Malbec 2022, proveniente del terruño rivadaviense.
En contrapartida, Lucas Niven, enólogo de Bodega Niven, que cuenta con vinos como Criolla Argentina (variedades Criollas patrimoniales); Mujer Criolla (vinos naturales sin sulfitos), Aquí Estamos Todos Locos (variedades ancestrales no tradicionales); y Extraviado (Malbec centenario del este), consideró que en su caso no hay un juicio previo a la hora de probar sus creaciones: “Yo no siento ningún prejuicio sobre la zona o sus vinos, todos nuestros vinos dicen que son de Junín, que somos de acá nosotros, la uva y nuestra historia”, planteó.
La Identidad de la zona
Como lo explica Matías Morcos, la tendencia del país en las últimas décadas quizás llevó a la región a un camino equivocado. “Hace 20 o 30 años con la llegada de Michel Rolland y la búsqueda de convertirse de alguna manera en Burdeos o California, se buscó hacer vinos muy concentrados, con mucho alcohol, con mucho power, con mucha barrica nueva, mucho tiempo de guarda y para nosotros esta fue la calidad de la industria durante mucho tiempo. Pero el mundo del vino en general es mucho más amplio que eso, cada zona y región tiene su particularidad, el desafío que tenemos es mostrar esa identidad”, expresó.
“Es cambiar este concepto de calidad”, añadió el joven que ha sabido ser reconocido por su línea de vinos Marías Morcos -con la Criolla o la bonarda a la cabeza-, además de su trabajo en Familia Morcos y el Aleph, todos proyectos ubicados en la zona. “Hoy tenemos la oportunidad de volver a hacer lo que siempre nos dio el Este, que son vinos ricos, simples, fáciles de tomar, con menos concentración alcohólica o de color, con menos tanino y que te permite tomar en cualquier momento.
Por esa misma línea, Emiliano Rico, definió: “Los vinos de la zona Este son increíbles, son profundos, pero a la vez son cool, a la vez tienen onda, te incitan a tomarlos, eso es lo lindo que tienen. Si vos los querés tener una hora en la copa, dando vuelta, vas a encontrar mil aspectos nuevos, pero a la vez si los querés tomar más rápido, con la comida, riéndote, con tus amigos, te va a acompañar”.
En tanto, Niven comentó: “La zona Este ofrece una vitivinicultura patrimonial histórica, con mucha influencia de variedades traídas por inmigrantes. En nuestros viñedos ancestrales podemos encontrar, un sinfín de varietales italianas, españolas, francesas y criollas. Este es un gran diferencial, tenemos mucha historia que contar, mucha diversidad de variedades y tuvimos al Gral. San Martín con sus fincas en la región. Este es el puntapié inicial, para empezar a contar sobre las bondades de nuestros vinos”.
Una apuesta por la tradición
Un denominador común de la zona es la herencia familiar. Tal es el caso de Viña Alta, que fue iniciada por Don Miguel IÚdica y su esposa Susana Genesoni Varaschin en 1965 con un enfoque de vinos granel, siguió con su hija Valentina y ahora comandan Emiliano y Candela, pero con una impronta renovada.
“Queríamos defender la calidad del vino, entonces empezamos a enfocarnos en eso y fue terrible el cambio, no solo en la familia, o el mercado, sino también la gente que trabaja con nosotros. Trabajamos con personas que están en la finca hace 40 o 50 años, todos acostumbrados a que, de volumen, pero venía yo, encima joven, a pedir otra poda, otra conducción porque lo que necesitamos es calidad”, recordó Emiliano Rico.
En el caso de Cava Gentile, Dante trabaja en la bodega con sus hijos Antonella, Nicolás y Emiliano, mientras que Matías Morcos y Lucas Niven, ellos son los responsables enológicos de los proyectos familiares donde también participan sus padres. “La mayoría de los hijos del bodeguero de Este no trabaja más la finca, no tienen más bodega y se dedican a otra cosa. Y por ahí los que estamos quedando, la única forma de sobrevivir es reinventándonos”, opinó Morcos.
A su turno, Lucas Niven, expresó: “Apuesto por la zona porque son mis raíces, donde nací, donde me criaron. Todo está aquí y de eso se trata ser viticultor, hacer vino y contar nuestra historia. Espero que mis hijos y sobrinos continúen lo que empezó mi abuela con mi papá”.