El referente de la vitivinicultura argentina contó a Los Andes que ya no estará al frente del establecimiento del Valle de Uco, así como tampoco viajará a Francia para coordinar el resto de los proyectos de la familia Père Vergé. Todo sobre su futuro.
Vientos de cambios soplan en el Valle de Uco. Es que por estos días se dará un movimiento histórico: Marcelo Pelleriti, el primer enólogo de Latinoamérica en conseguir 100 puntos Parker, decidió tomar otro rumbo y dejará de ser el enólogo de Bodega Monteviejo. De todas maneras, seguirá vinculado a la compañía que él mismo ayudó a construir a Catherine Péré Vergé y su familia, hace ya más de 20 años.
En el marco de la presentación del restyling de la línea Petite Fleur, Pelleriti contó en exclusiva a Los Andes la novedad que apenas ha comunicado a la familia Père Vergé. A partir de este año, dejará su rol de Director Enológico de Bodega Monteviejo y también dejará de viajar a Francia para coordinar la actividad en Chateau La Violette y Chateau Le Gay en Burdeos.
Así como él recibió el legado de Michel Rolland, el enólogo rockero ha hecho escuela en las bodegas que ha estado y así ha formado equipos que hoy puedan ocupar su lugar. En el caso de Monteviejo, el elegido es José Mounier, hijo de José Luis Mounier, quien ha empezado a escribir su propia historia en el mundo del vino, quien actualmente es el segundo enólogo de la bodega.
- En los últimos años se te ha visto en un rol docente, con muchos jóvenes enólogos haciendo sus primeras experiencias con vos en Argentina y Francia… ¿Qué es para vos lo más importante a la hora de elegir con quienes vas a trabajar?
- Hay que preparar a las nuevas generaciones. Para hacer vino hay una base muy importante que es la humildad. El que no tiene los pies en la tierra se equivocó de profesión. El que quiere crecer rápido, cae con la misma velocidad. Es todo gradual, no se puede ser más sin serlo. El equipo que conformé en Monteviejo se fue formando a medida que fue creciendo, que fue aprendiendo, que fue adaptándose y que aprendió la filosofía. Tengo un gran maestro que fue Michel Rolland y tenemos una escuela, después, cada uno toma su propia filosofía de cómo hacer el vino. Eso no se puede cambiar por la persona en sí, porque como enólogo no puedo ser más que mi vino. Tengo que hacer un producto que le dé identidad a la bodega, porque no soy eterno y por eso siempre hablo de generaciones. Si yo no hiciera eso ni hubiese formado un equipo, no sería una buena persona. Porque de una empresa viven muchas familias y hay que pensar en el futuro. Si a mi me pasara algo mañana, el equipo sigue funcionando, no se puede pensar en el ombligo propio. Pasó lo mismo en Francia, donde este año ya dejo de ir, porque después de 23 años ya cumplí un ciclo. Quiero dedicarme a otras cosas, empezar a explorar otras.
- ¿Este retiro en Francia también implica dejar Monteviejo?
- Estoy muy feliz y es un momento muy hermoso porque hoy en día voy a seguir en Monteviejo como guía y José va a ser el enólogo principal. Voy a estar presente y voy a visitar la bodega, pero ya delegué y creo que es hora.
- ¿Qué te llevó a tomar esta decisión?
- A veces, uno no se da cuenta y toma un nombre que no puede convertirse en una sombra a la empresa. Creo que es momento de que yo retraiga ese nombre y que Monteviejo sea Monteviejo y que lo siga siendo más allá de mi persona.
- ¿Es un retiro definitivo?
- Voy a seguir estando. Cuando llegamos al lugar donde está la bodega no había nada y la construí de cero. Es mi casa, mi bebé y voy a volver todos los días de mi vida. Pero, después de mucha reflexión, creo que llegó el momento de que José sea el enólogo, que Helen y su hija Elisee tomen su rol. Si no, se hace difícil, porque yo abarco mucho y no puedo abarcar todo.
- ¿Qué sigue en tu futuro?
- Voy a seguir en Monteviejo y voy a arrancar mi proyecto personal. Quiero tener mi propia bodega con mi nombre en otro lugar. Va a ser algo boutique de alta gama y vamos a tener cosas del Valle de Uco, pero va a estar ubicada más cerca de la Ciudad de Mendoza. Quiero que no esté cerca de Monteviejo, porque no quiero competir de cierta forma.
Quiero explorar el mundo, seguir haciendo vino en España, hacerlo en Italia, en Napa. Todo con mi proyecto propio. Y si hago todo eso no puedo abarcar todo, por eso tengo que sacrificar algo para cumplir esos objetivos. Cuando uno es más grande empieza a tener otra sabiduría y otros tiempos. El que no lo entiende se equivoca. No soy viejo, tengo 53 años, pero primero está la vida y la salud y después las ambiciones. Siento que todavía tengo la energía para hacer esos proyectos y es el momento.
Cambio de imagen para Monteviejo
Monteviejo presentó el primero de los grandes cambios que tienen pensados para este año. De la mano de la mano de Arena-Bahamonde modificaron la identidad visual de Petite Fleur, una línea nombrada así por la canción favorita de Catherine Péré Vergé, fundadora de la bodega, integrada por un Torrontés, un Chardonnay, un Malbec, un Cabernet Franc, un Cabernet Sauvignon y un Blend tinto (Malbec, Merlot, Cabernet Franc y Syrah).
- ¿Por qué decidieron cambiar la imagen de Petite Fleur y del resto de las líneas?
- Si bien es una etiqueta muy clásica y que podría haber seguido funcionando, creo que había que cambiarlas, ya lleva 22 años. Se hizo un pequeño restyling hace 10 años y ese era el momento de hacer un gran cambio, que también está asociado a un cambio generacional en la familia propietaria de la bodega.
Comencé con Catherine (Péré Vergé) a construir la bodega y también los proyectos en Francia. Fueron casi 13 años. Cuando ella murió quedaron los tres hijos y ahí hicimos un pequeño restyling. Ahora, los hermanos decidieron seguir juntos, pero cada uno con su propia empresa, porque son muchos herederos y quieren cuidar el legado para hacer algo a largo plazo. Elena, junto a sus dos hijas, eligió Argentina. Con ese cambio tan importante decidimos hacer otra vez un cambio importante.
El resto de las etiquetas, que ya las iremos presentando, son una verdadera obra de arte.
- ¿Por qué Helen Parent se quedó con Monteviejo?
- Elena eligió Argentina por amor. Con ella tenemos una relación de hermanos y nos queremos un montón, desde el primer día. Ella optó por esta bodega prácticamente porque yo estoy acá, lo que es una responsabilidad. Los otros dos hermanos se distribuyeron los chateau de Francia.
- ¿El cambio también implica modificaciones en los vinos?
- El estilo de vinos se va a mantener. Trabajamos con estructura, madurez, con algunos con más o menos madera. Lo que sí se puede hacer es una evolución del estilo, pero nuestros vinos ya tienen una personalidad y para cambiarlo tendrían que pasar por sobre mi cadáver -risas-.
De todas formas, estoy preparando camino para José Mounier, que es mi mano derecha enológica. Eso no significa que me retire, porque no soy un anciano, pero está bueno mostrar que todo sigue. Es serio en una empresa dar a conocer que hay una generación que sigue y José, para mí, es la persona que va a ir mostrándose más. Yo quedaré atrás como una especie de guardián o guía. Es un joven muy talentoso y busqué mucho tiempo un mano derecha como él. Encontré una persona que puedo yo no estar y él hace la cosecha y es como si estuviera. Es una felicidad enorme.