En mundo de vino de colecciones las botellas pueden llegar a valer mucho. En las últimas fechas se conoció que dos botellas de medio millón de euros fueron robadas en España y desencadenó el listado de otros fortunas hechas vino.
Conocidas como el oro líquido, muchas botellas de vino son cotizadas en el mercado por miles de euros. Estas en general son coleccionadas, no tomadas y eso las hace aún más costosas porque son añejadas por años.
Tintos, artesanales y en ocasiones centenarios son algunos de los vinos más caros del mundo. La lista incluye a los de vinos blancos del Valle del Loira, Cabernet Sauvignon californianos, Champañas añejas e incluso algún raro espécimen.
Algunas botellas en concreto pueden convertirse en objetos coleccionables y venderse por una fortuna. Por otras, algunos están dispuestos a terminar encarcelado, cómo al sucedió a principio de este mes en un restaurante madrileño, donde botellas de vino por valor de 132.000 euros fueron robadas.
Muchos conocedores de vinos compran botellas de una buena cosecha de Borgoña y siguen las recomendaciones de estos magnates del vino. Guardarlo por muchos años y hasta asegurar la compra, rogando que los demás ejemplares vayan desapareciendo y quede como la única en su especie.
Algo así es lo que hicieron los propietarios o mejor dicho sus herederos, del último par de botellas conocidas de Romanée-Conti cosecha del 1945. Subastadas en octubre de 2018, con precios que arrancaban en los 34.000 dólares y fueron vendidas por 558.000 y 463.000. La primera de ellas se convirtió legítimamente en la botella de vino más cara de la historia.
¿Vale la pena pagar los altos precios?
Esta pregunta depende enteramente de los intereses, expectativas y prioridades tengas en la vida. Los sommeliers reconocen como premium a aquellas botellas vendidas por más de 15 euros. Ya que se puede encontrar una amplia gama de opciones y que satisfaga los paladares de muchas personas.
Luego, los vinos de hasta los 100 euros por botella estarían apartados al sector de vinos aspiracionales, que están muy ligados al marketing y la comercialización.
Los vinos coleccionables tienen una reputación consolidada a lo largo de los siglos que excede incluso a la de competidores producidos en la misma región, con uvas muy similares y en las mismas condiciones. Es aquí donde entra en juego la palabra mágica, terruño (terroir), es decir, la parcela concreta en que ha sido cultivada la uva. La combinación específica de características geológicas, temperatura, exposición a la luz solar, humedad y técnicas artesanales de elaboración y envejecimiento son lo que convierten a ese vino en un objeto preciado.
La región lo es todo para muchos varietales, pero todo el proceso nombrado anterior hace que esa cosecha sea especial y las hectáreas vecinas solo produzcan un buen vino. Pero esto no quita que en una cata a ciegas un experto en vinos sepa distinguir un Romanée-Conti de la mejor cosecha de cualquier tinto borgoñón de gama alta.
La única pauta por la que se guían muchos de ellos son las listas de revistas especializadas como Wine Advocate y Wine Spectator que son consideradas las biblias de este negocio. Más que una experiencia, buscan “una etiqueta”, y es exactamente eso lo que obtienen. Lo cierto es que solo un grupo selecto tiene acceso a este tipo de compras porque son realmente costosos e incluso para algunos bolsillos inalcanzables.