La renovación del legado: cuatro jóvenes enólogos que tienen su vino y rompen con los esquemas familiares

La renovación del legado: cuatro jóvenes enólogos que tienen su vino y rompen con los esquemas familiares
Facundo Di Paola es uno de los enólogos jóvenes de Mendoza y perteneciente a una familia con larga trayectoria vitivinícola en Argentina.

A pesar de tener apellidos importantes dentro de la industria y pocos años, cada uno ha emprendido su propio proyecto con mucha seriedad. Qué tiene cada uno y cuánto cuestan.

Muchas veces hemos escuchado que la industria vitivinícola está regida por la tradición, pero como pasa en la vida misma, la incorporación de las nuevas generaciones viene a cambiar un poco las cosas. Con el peso del legado un un apellido conocido en el mundo del vino, aparecen en la escena jóvenes como Lucca Stradella, Facundo Di Paola, Santiago Vignoni o José Ignacio Toso que se anima a combinar toda esa herencia con un espíritu emprendedor que los ha llevado a hacer sus propios vinos.

Un espíritu Cimarrón

Integrante de la cuarta generación de la familia Bianchi, para Lucca Stradella el camino más directo para meterse en el mundo del vino podría haber sido con la bodega familiar o con algún amigo de la industria, pero desafiando las tradiciones y después de haber ganado experiencia en algunas bodegas de Mendoza, California y Australia, el joven de 28 años decidió emprender por su cuenta con su propio vino.

Así nació Cimarrón Wines, que desde el nombre explica la identidad del proyecto, ya que refiere a un animal doméstico que tomó la decisión de volverse salvaje. En esa actitud “salvaje”, Lucca está detrás de cada decisión que se toma en la joven bodega, ya sea desde la elaboración de los vinos hasta los asuntos comerciales y de distribución de La Contienda, la primera línea que salió al mercado este año con un Malbec 2018 proveniente de Gualtallary de partida limitada de casi 5.000 que se pueden conseguir en diferentes vinotecas y restaurantes del país o por la web a un precio que ronda los $1.300.

Lucca Stradella es uno de los jóvenes winemakers mendocinos y es cuarta generación de familia de hacedores vitivinícolas.
Lucca Stradella es uno de los jóvenes winemakers mendocinos y es cuarta generación de familia de hacedores vitivinícolas.

“La Contienda habla de la batalla de uno mismo con su presente, su pasado y su futuro”, explicó, algo que se ve reflejado en la etiqueta de los vinos, donde aparecen tres personajes en duelo, con la particularidad de que solo se puede ver uno a la vez, dependiendo de donde se agarre la botella.

La idea del menor de los hermanos Stradella es poder seguir creciendo en volumen, algo que se podrá ver en las añadas 2020 y 2021, y en variedades, un aspecto que desarrollará para la próxima cosecha, con la incorporación del terroir de San Rafael, de donde es originaria su familia.

“Cuando arranqué, consulté a Silvio (Alberto) y Pedro (Marchevsky) y me animaron a seguir. Tengo que dedicarle mucho tiempo, pero estoy en el más mínimo detalle y todo pasa por mí. Cada paso que doy tiene otro sabor y las frustraciones también, pero es lo interesante de esto. Somos pocos los jóvenes que nos animamos a hacerlo”, rescató.

En una muestra de la seriedad de su proyecto y su ambición de seguir creciendo, Lucca aseguró: “Hay que ver un poco más allá de hacer solo vinos e ir más allá. Buscar construir algo serio que se respalde”.

Con acento francés

El apellido Di Paola es parte de la historia viva de la vitivinicultura argentina y los vinos de alta gama. Esta familia oriunda de Palmira, en el Este mendocino, tiene su gran exponente en Mariano, el reconocido enólogo de Rutini Wines, que siguió heredando la tradición a su hijo “Nani” y también a sus sobrinos. Uno de ellos es Facundo, que a sus 25 años ya cuenta con bagaje internacional y algunas experiencias argentinas que lo convierten en una de las promesas de la enología mendocina. A tal punto que desde 2019 es uno de los jóvenes elegidos por Michele Rolland para trabajar en su bodega francesa ubicada en Burdeos.

Facu, quien actualmente está instalado en Pomerol, donde piensa quedarse por un tiempo para continuar formándose, se aventuró a tener su propio vino de la mano de uno de sus tíos Gustavo Di Paola, hermano de Mariano. Aunque él se sumó como asesor a Casta de Locos cuando ya estaba en marcha, pudo aportar su impronta enológica y ha hecho propio el ambicioso proyecto que actualmente tiene una producción de 50.000 botellas anuales distribuidas entre Malbec, un espumante de Pinot Noir, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon y Chardonnay.

“Son vinos en los que busco mucho la frescura, mucha fruta, buena acidez y que sean equilibrados. Provienen del sur de Valle de Uco y busco que el hable de lo que es el terroir, la región de donde viene y sin invadir con cosas externas a la uva”, describió sobre los vinos que componen Casta de Locos y aclaró que “no son vinos ligeros, pero si fáciles de tomar”.

En Argentina, el vino se puede conseguir en varios puntos del país en un rango de precios que van desde los $800 a los $900, dependiendo de la zona y proyecta un importante crecimiento. “Si vas a soñar lo tenés que hacer en grande y nosotros tenemos sueños muy ambiciosos y el objetivo a largo plazo es que esta marca sea una entrada de gama para llegar a otros productos, pero esta es la forma de empezar. La proyección es abarcar el mercado interno y poder exportar mucho y buscar mercados”, declaró entusiasmado Di Paola.

La renovación del Este

También de la zona Este, pero en el departamento de Rivadavia, Santiago Vignoni elabora sus propios vinos con los que representa una renovación de la familia y con los que intenta poner en valor las uvas y variedades esteñas.

Su familia tiene una historia de seis generaciones que lo antecedieron en la tarea de hacer vinos en Argentina. Pero el apellido Vignoni también es parte de la realidad del vino argentino, ya que su hermano mayor Andrés es el actual enólogo de Viña Cobos y uno de los jóvenes más influyentes dentro de la industria.

Con esos antecedentes, Santiago se lanzó en 2017 con el desafío de tener su propio vino, algo no solo para tener un sustento económico o la libertad de emprender, sino para darle una mayor valorización y visibilidad a las uvas que tienen en las fincas familiares.

“Decidí hacer vinos con un poco más de cuidado por los detalles y de calidad. Empezó como algo que empecé mostrando a mis amigos con 300 botellas, pero creció hasta lo que es hoy con 5.000 botellas para este año y algunas más para el próximo”, contó “Tito”, de 28 años.

El nombre elegido fue Macollo, una marca que ya tenían registrada sus padres, y algo muy relacionado con la vid y otras plantas, pero que en el fondo guarda una metáfora de renovación en todos los aspectos. “Mi mamá decía que ellos eran el macollo de sus padres, el rebrote que venía de abajo con fuerza para renovar la sangre”, dijo sobre el concepto que tomó para su vino.

Entre los varietales por los que ha apostado el menor de los hermanos Vignoni está el Bequignol, Moscatel rosado, un naranjo de Chardonnay, Bonarda, Merlot, Malbec y un blend. Pero también ha tenido a lo largo de las cosechas comerciales Syrah o Sangiovese.

“Me gustaría mucho que le podamos dar un buen destino a las uvas que tenemos y no sé cuánto más irá a crecer, pero no quiero que sea algo que se me vaya de las manos. Quiero hacer vinos que valgan la pena de la zona Este”, declaró sobre la proyección de sus vinos que se consiguen en diferentes vinotecas del país -casi nada en Mendoza- a un precio alrededor de los $900.

De pioneros a Mestizos

En el caso de José Ignacio Toso, su árbol genealógico tiene sus raíces en uno de los primeros bodegueros de Mendoza: Pascual Toso. Varias generaciones después, las ganas y la pasión por el vino siguen vigentes y se materializan en la línea de vinos llamada Mestizo.

De la mano de Francisco, uno de sus hermanos, retomó en 2018 una marca que sus padres habían creado en 2004 y que guarda una relación con su infancia, pero dándole otra impronta y apuntando a un público más joven.

“Mi mamá viene de una familia alemana, muy gringa y mi papá es un típico descendiente de italianos. Mi abuelo paterno bromeaba con que mi papá había mestizado la familia, porque con mis hermanos somos todos bien distintos”, sostuvo sobre el nombre elegido José Ignacio, de 31 años.

José Ignacio Toso junto a su familia, portadora de unos de los apellidos más destacados de la vitivinicultura argentina.
José Ignacio Toso junto a su familia, portadora de unos de los apellidos más destacados de la vitivinicultura argentina.

Como con su padre y su hermano trabajan en el asesoramiento agrícola, las uvas las obtienen de algunos de sus clientes. A partir de eso elaboran 60.000 botellas anuales de tres vinos: Blend de Tintas ($800/900 aporx.), con el que arrancaron y sin madera, Mestizo Malbec (alrededor de $1.000), con un paso por barrica, pero conservando la fruta y la frescura que identifica la marca, y la novedad, Mestizo Epic Blend (saldrá al mercado con un costo de cerca de $3.000), el vino de más alta gama que elaboran. “Es una reinterpretación de lo que hacían mis padres cuando nosotros éramos chicos”, explicó sobre la idea de su vino.

“Tener un apellido como Toso me ha abierto más puertas de las que ha cerrado. Siento un apoyo general en la tradición. Con mis hermanos hemos crecido entre tanques y viñas, es una sensación de hacer algo que ya conocemos”, completó.

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