Entre los Valles Calchaquíes y con alturas que van desde los 1.750 a los 3.000 metros sobre el nivel del mar, Tucumán propone recorrer 14 bodegas y descubrir aromas, azúcares y colores del terroir.
La diversidad del vino argentino es inagotable. A lo largo y ancho del país es posible encontrar la perfecta combinación entre una tradición vitivinícola cada vez más afianzada y la apuesta por nuevas regiones y terroirs. En este contexto nos encontramos con una nueva ruta del vino, pero esta vez lejos de la región de Cuyo, en el corazón del centro del país, más precisamente en Tucumán.
A lo largo de 100 kilómetros que arrancan en Tafí del Valle y llega hasta el Corredor de la Ruta 40 en los Valles Calchaquíes encontramos 14 bodegas en las que es posible encontrar un maridaje de aromas, sabores, colores, paisajes, cultura e historia.
En este camino del vino de Tucumán, los visitantes podrán encontrar un ambiente en el que la vitivinicultura se mezcla con la cultura local y la idiosincrasia de sus habitantes, tal como lo cuenta la agencia de noticias Télam.
Entre lo más peculiar y distintivo de la ruta del vino tucumano encontramos casos como la bodega Luna de Cuarzo, liderada por Silvia Gramajo, la primera mujer tucumana en desarrollar un emprendimiento vitivinícola. O el establecimiento Vinos de Los Amaichas, el único del país y el tercero del mundo en ser administrado y dirigido por una comunidad de un pueblo indígena. Y también Finca Albarossa, el emprendimiento de una familia italiana que llegó en 2010 a la zona y quedó enamorada.
Otras bodegas y viñedos del circuito son Cerro El Pelao, Fortaleza, Los Zazos, Estancia Rural Río de Arena, Finca La Churita, Finca La Orilla, Altos La Ciénaga, Chico Zossi, Las Arcas de Tolombón, Valle de Choromoro y Vertientes Tintas.
Un rasgo particular de la región es que unos 350 días del año tiene un ambiente soleado. Como en casi todo el país, la mayoría de los viñedos son plantados con el malbec en las tintas y el torrontés en las blancas.
La mayoría de los viñedos datan de fines del Siglo XVI y actualmente tienen un manejo orgánico, con abonos naturales de guano y orujo, y con riego por goteo, con aguas de alta montaña o pozos profundos.
Otro atractivo del paseo es que en el centenar de kilómetros también se pueden encontrar artesanos ceramistas y textiles o la posibilidad de planes alternativos como travesías 4x4, cabalgatas, senderismo y hasta practicar astroturismo, porque a 24 kilómetros de la Ruta 40, en Ampimpa, hay un observatorio abierto a los visitantes.