De las vasijas de barro a la puntuación perfecta: Mendoza y su camino por el vino

De las vasijas de barro a la puntuación perfecta: Mendoza y su camino por el vino
Tiburcio Benegas, desarrolló 250 hectáreas de viñedos de primer nivel como parte de un proyecto mayor, la construcción de una bodega modelo: El Trapiche, que comenzó a consolidar a partir de 1883.

La transformación de la nuestra industria madre es una historia de grandes epopeyas, que comenzó desde el pequeño caserío de 1561 a la consolidación de la ciudad como una de las grandes capitales mundiales del vino. Un repaso sumario de una evolución que acompañamos durante 140 años.

La vitivinicultura es uno de los pilares económicos, culturales y políticos de Mendoza, una actividad que al trascender todos los estratos sociales logró definir la identidad de nuestra provincia desde el siglo XVI hasta la actualidad. Casi desde el mismo momento de la llegada de Pedro del Castillo, en 1561, y la fundación de la ciudadela, cuyas primeras bodegas quebraron la monotonía que habían marcado los techos de paja de las casas chatas, hasta transformarse en 2005 en una de las grandes Capitales mundiales del Vino.

Don Alonso de Videla, en 1618, construyó un establecimiento con capacidad para 75.000 litros de vino y en el que trabajaban 20 personas. Él fue uno de los primeros grandes momentos de nuestra industria madre que luego de 13 generaciones sostiene su legado en una etiqueta, de ribetes dorados, que elaboró José María Videla Sáenz en homenaje a su antepasado y primeros colonos de Mendoza, una provincia forjada con un pasado de poderosos comerciantes y productores.

Boceto de Jose Bouchet, "El general San Martín recorriendo el Campamento de Plumerillo", obra también conocida como "El Ejército de los Andes saliendo del Campamento de Plumerillo", pintado en 1901
Boceto de Jose Bouchet, "El general San Martín recorriendo el Campamento de Plumerillo", obra también conocida como "El Ejército de los Andes saliendo del Campamento de Plumerillo", pintado en 1901

Aquel universo que comenzó a configurarse a partir de 20 hectáreas de viña, aproximadamente, de vasijas de barro cocido y de elaboración artesanal, comenzó a exportar desde temprano. El vino —viajando en lentos carretones— llegó hasta los mercados de la gobernación del Paraguay. En épocas de independencia, el vino, cargado en mulas, participó en el cruce de los Andes como un suministro para la tropa libertadora. Se cuenta que el Gral. José de San Martín, el libertador, apostó por la calidad del vino mendocino y lo consideraba a la altura de los europeos.

A fines de 1820 en Mendoza se despacharon 1.000.000 de litros de vino y aguardientes; lo que representaba un crecimiento del 50% en 25 años. En el presente, de acuaredo a los relevamientos del Instituvo Nacional Vitivinícola los despachos desde nuestra provincia representan casi el 91% del total del envios de Argentina a los mercados del exterior, sentando precencia en 80 paises.

Del barro cocido al tren

De acuerdo a registros de 1827, desde Mendoza se despacharon 12.738 cargas hacia Chile, Buenos Aires, San Luis, Córdoba y Santa Fe; casi dos tercios del volumen era vino, le seguía el aguardiente, trigo, harina, frutas de orejón, jabón y cebo. En esta época, Tomás de Godoy Cruz, a 1831 era dueño de tres haciendas, dos de ellas en Panquehua (Las Heras). Godoy Cruz era bodeguero entre otras actividades y uno de los primeros en utilizar los recipientes de madera en lugar de los de barro cocido.

Pasando de las bodegas de paredes de barro a las de ladrillo, de las cepas de uva criolla a la competencia con las uvas francesas (principalmente Malbec, Cabernet, Merlot, Semillon, Sauvignon y Chardonnay) que había introducido el ingeniero agrónomo francés Michel Pouget en la década de 1860. El francés, que había llegado a Mendoza en 1853, a los 32 años, para hacerse cargo de la Quinta Normal de Agricultura, la escuela de fruticultura y ecología que fue simbolo de nuestra educación y que fue creada por Domingo Sarmiento.

Los gigantes toneles de la finca González Videla, almacenan el vino sagrado de las tierras mendocinas.
Los gigantes toneles de la finca González Videla, almacenan el vino sagrado de las tierras mendocinas.

En la finca de 350 hectáreas de Don Carlos Gonzalez Pintos, un descendiente de inmigrantes españoles, la Bodega Panquehua (hoy González Videla, fundada en 1856 y una de las más antiguas del país) comenzó la elaboración del Malbec asesorado por Pouget. Actualmente la bodega sigue en producción y en la finca la activbidad de los viñedos se reparte con árboles frutales.

Tiburcio Benegas, desarrolló 250 hectáreas de viñedos de primer nivel como parte de un proyecto mayor, la construcción de una bodega modelo: El Trapiche, que comenzó a consolidar a partir de 1883. Intruduciendo cepas euroepeas y la imporación de barricas de roble francés para la cria del vino. En su historia centenaria, que acompaña desde el nacimiento de diario Los Andes, este establecimiento se transformó en el más premiado de Argentina por la WRW&S y en 2019 fue reconocido por el Wine Enthusiast como la Mejor Bodega Del Nuevo Mundo.

La llegada del ferrocarril a Mendoza, en 1885, apalancó la producción y algunas bodegas llegaron a tener un ramal ferreo en su propiedad. Por otro lado, incorporó nuevos actores como el ingeniero Edmund Palmer Norton que ayudó a construir el ferrocarril trasandino. Norton como parte de un cambio de vida, compró un viñedo en Perdriel, para cultivar uvas importadas de Francia, y fundó su bodega en 1895.

En 1895, bajo la Presidencia de Evaristo Uriburu, se realizó el segundo censo nacional, que registró además de una población de poco más de 28,2 mil habitantes en Mendoza, 15.000 hectáreas de viña y 400 bodegas, que elaboraron 28.000.000 de litros de vino.

De los grandes Bodegueros a las cooperativas

La industria vitivinícola de Mendoza a fines del siglo XIX adquirió una nueva magnitud por el empuje de los inmigrantes europeos que llegaron en tren. En su mayoría, familiarizados al cultivo de la vid, provenían de Italia, España y Francia. Entre ellos, Juan Giol, que nació en Udine, y se instaló en Mendoza en 1887, a los 20 años. Él comenzó a trabajar como contratista en El Trapiche y 1890 ya era propietario de una pequeña viña en Las Heras.

Seis años más tarde se asoció con Bautista Gargantini, que provenía de Suiza y tuvo varios oficios en Argentina hasta que se transformó bodeguero. Comenzaron con la elaboración a pequeña escala y luego se trasladaron a Maipú, donde comprado 48 hectáreas y construyeron la bodega La Colina de Oro. Hacia 1910 tenían una capacidad de elaboración de 160.000 hectolitros, además de una bodega en Rivadavia y otra en Russel. Para entonces, en Capital Federal, el vino Toro (marca que nació en 1899), era casi un monopolio.

Para los festejos del Centenario de la Argentina en 1910, la bodega era considerada la más grande del mundo y la historia de sus hacedores, dos humildes inmigrantes que llegaron para “hacerse la América”, era famosa.
Para los festejos del Centenario de la Argentina en 1910, la bodega era considerada la más grande del mundo y la historia de sus hacedores, dos humildes inmigrantes que llegaron para “hacerse la América”, era famosa.

Pero no todos los caminos fueron fáciles para la industria del vino porque en las décadas del ‘30 y ‘70, la vitivinicultura mendocina debió afrontar dos profundas crisis. La primera, afectada por la macroeconomía que cerró las puertas de las exportaciones y bajó los precios del mercado interno. En este contexto, en 1936, se celebró la primera fiesta de la Vendimia, en el club Gimnasia, en el Parque General San Martín, para celebrar a los trabajadores de la tierra.

Por la retracción del consumo, entre 1937 y 1938, se erradicaron 18.000 hectáreas de viña. En este contexto, con antecedentes de una Asociación Vitivinícola de Mendoza (creada en 1929), se formó el Centro de Bodegueros de Mendoza (1935) con la participación de José J. Toso, Alejandro Suárez, César Giannini, Italo Calise, Andrés Filipini, Sotero Arizu, entre otros. Una institucción que en la décda del ‘70 denunció el agotamiento de una economía basada solamente en el mercado interno.

En 1954, el gobierno peronista decidió estatizar Giol para regular el mercado y el precio de la uva. Mientras que, en 1959, se creó el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) para cumplir con la función de regulador.

En 1990, una década después de su creación, la Federación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas (Fecovita) compró la unidad de fraccionamiento y comercialización de la ex Bodega Giol, junto a centenarias bodegas y marcas (entre ellas, Vino Toro), conformando el mayor complejo cooperativo vitivinícola de América.

La icónica bodega Arizu, que se fundó en 1888, fue propiedad de la familia Arizu por 90 años y en 1978 pasó a manos del Grupo Greco. En 1980 fue intervenida por el Gobierno Nacional y continuó funcionando como Bodegas y Viñedos Arizu hasta el año 1991, año en el que cerró. El edificio, este año reabrió como un centro cultura en Godoy Cruz.
La icónica bodega Arizu, que se fundó en 1888, fue propiedad de la familia Arizu por 90 años y en 1978 pasó a manos del Grupo Greco. En 1980 fue intervenida por el Gobierno Nacional y continuó funcionando como Bodegas y Viñedos Arizu hasta el año 1991, año en el que cerró. El edificio, este año reabrió como un centro cultura en Godoy Cruz.

Camino a los 100 puntos

De la modernización de los viñedos mendocinos, en la década de 1870, a la actualidad, nuestra provincia consolidó su posición de referencia en el mundo. También se provocó una modernización de sus cámaras representantes y en 2001, con la fusión del Centro de Bodegueros de Mendoza, con sede en Mendoza, y de la Asociación Vitivinícola Argentina (1904), con sede en Buenos Aires, se creó Bodegas de Argentina (BdA).

La industria observó el creciente protagonismo que fueron ganando las mujeres. Como el de Susana Balbo que en 1981 recibió su título de Licenciada en Enología como mejor egresada, convirtiéndose, en la primera mujer enóloga de Argentina. También un presonaje fuerte es Patricia Freuler de Ortiz, CEO de Fincas Patagónicas S.A., que se transformó en la primera mujer en presidir BdA. Actualmente, el Club de Mujeres Profesionales del Vino está integrado por más de 130 especialistas, enólogas y agrónomas que manejan en primera o segunda línea bodegas y viñedos en Mendoza.

En este nuevo camino, con el centro puesto en el desarrollo del turismo como un aliado de la industria, en noviembre de 2005, tras cumplir con los requisitos necesarios se convirtió en la octava gran capital mundial del vino al firmar su ingreso durante la Asamblea Anual de la Great Wine Capitals Global Network realizada en San Francisco, Estados Unidos. Un provilegio que hoy obstentan 11 ciudades del presticio de Burdeos, (Francia), Florencia (Italia), Logroño (España) o Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Hoy, 205 bodegas en Mendoza han abierto sus puertas al turismo, sumando servicio de gastronomía reconocidos como los mejores a nivel internacinal como Abrasado (Los Toneles), Rosell Boher Lodge (Casa Boher) y Estacio Trapiche (El Trapiche).

El restaurante mendocino Abrasado, de Bodega Los Toneles, fue elegido como el mejor restaurante de las Great Wine Capitals (Grandes Capitales del Vino) en 2021 y 2022.
El restaurante mendocino Abrasado, de Bodega Los Toneles, fue elegido como el mejor restaurante de las Great Wine Capitals (Grandes Capitales del Vino) en 2021 y 2022.

En 2018, con uvas del Gualtallary, Alejandro Vigil fue el primer enólogo mendocino en lograr que un vino argentino obtenga puntaje perfecto (100 Puntos) en el sistema de calificación creado por Robert Parker y que es publicado anualmente en la revista The Wine Advocate; que desde 1978 destaca a los mejores vinos del mundo. Un mérito que en 2019, también con frutos del Valle de Uco, lograría Sebastian Zuccardi y, que en 2023, se volvió a repetir de la mano de Vigil.

La vitivinicultura es uno de los pilares económicos, culturales y políticos de Mendoza, en ese camino nuestra industria madre celebra un año más y fija su horizonte hacia nuevas conquistas.

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