Michel Rolland: “Espero que la pandemia no se convierta en un símbolo de la cosecha 2020″

Michel Rolland: “Espero que la pandemia no se convierta en un símbolo de la cosecha 2020″
Michel Rolland tiene pensado regresar a Mendoza para el mes de noviembre.

El enólogo francés presentó la nueva añada de Clos de los Siete, el vino que elabora aquí en Mendoza. En la charla habló de cómo ha afectado el coronavirus a su actividad y al vino en general.

Como no le pasaba desde hace 40 años, por algunos meses a Michel Rolland le tocó quedarse en casa más de lo previsto. Es que como le sucedió a todo el mundo, la pandemia de coronavirus modificó sus planes y esos seis meses que pasaba fuera de Francia por sus tareas de flying winemaker debieron ser postergados.

Aunque siente que está “perdiendo el tiempo” con todas las restricciones que existen por la enfermedad, el enólogo ha logrado reinventarse y así como continúa con el asesoramiento en vinos en más de diez países, logró hacer la presentación de la cosecha 2017 de su vino Clos de los Siete en Mendoza. Claro, por el cierre de fronteras no lo hizo de forma presencial sino que fue a través de una reunión virtual con varios periodistas en donde se permitió un ida y vuelta en la cual Los Andes estuvo presente.

Recién llegado a su casa de Burdeos proveniente de España, donde ya comenzó con la cosecha de las uvas para vino blanco, Michel se tomó un tiempo para hablar no sólo del nuevo Clos, sino también de cómo afectó el Covid-19 su actividad y el consumo de vino en general.

- ¿Cómo ha sido tu trabajo durante la pandemia?

- Para mi ha sido bastante simple. Yo estuve viajando seis meses al año y hace seis meses que no tomo un solo avión. Nunca me pasó en los últimos cuarenta años de mi vida. No me hace falta el aeropuerto y ni el avión pero me falta un poco el contacto con las bodegas alrededor del mundo. Personalmente estoy asesorando como en 12 o 13 países, mi laboratorio está asesorando a 21 países en total. Falta un poco este contacto. Hacemos mucho Zoom, mucho contacto por internet pero no es lo mismo, no es igual.

Con mi edad pienso que el problema es que estoy perdiendo el tiempo. Cuando tenés bastantes años, perder tiempo es un problema y es el único problema que tengo. Por supuesto que no vamos a recuperarlo pero podemos esperar que la situación se normalice en el menor tiempo posible.

- ¿Como es degustar a la distancia?

- Es bastante nuevo pero funciona. En marzo por la pandemia le mandé una carta a mis clientes de todo el mundo y les dije: “Si ahora no puedo viajar, si quieren que los asesore pueden mandarme la muestra”. Lo recibieron bien y me mandaron muchas muestras. He hecho un montón de degustaciones en mi laboratorio que está equipado con una pantalla para hacer los cortes en conjunto con cualquier equipo en cualquier parte del mundo. Dicen que esto el futuro, a mi entender es un poco triste. Puede el futuro para la nueva etapa del asesoramiento. No para mí, porque yo soy demasiado viejo, pero para los jóvenes puede ser una solución.

- ¿La cosecha 2020 va a quedar marcada por la pandemia?

- Espero que la pandemia no sea un símbolo de esta cosecha porque no es un recuerdo fantástico y el vino es algo para festejar, algo que tiene que dar placer. La pandemia traído un montón de problemas para mucha gente, para casi todos en el mundo.

El enólogo ha seguido trabajando en el asesoramiento a pesar de la pandemia. - Archivo / Los Andes
El enólogo ha seguido trabajando en el asesoramiento a pesar de la pandemia. - Archivo / Los Andes

Clos de los Siete 2017, un vino que superó las expectativas

Aunque el plan inicial de Michel Rolland era presentar en sociedad la cosecha 2017 de Clos de los Siete -el vino que en algún momento soñó hacer él mismo en el Valle de Uco- hace algunos meses aquí en Mendoza, le tocó hacerlo ahora desde Burdeos y a través de una pantalla. Las circunstancias no cambiaron la “muy buena calidad” de una producción que fue “bastante chica” comparada con años anteriores.

Habitualmente, Clos de los Siete sale al mercado con un millón de botellas, de las cuales anualmente se venden alrededor de 950.000. Pero para la añada 2017 lo hará con casi un 20% menos que lo normal, con 790 mil botellas. Con una creciente demanda en el mercado local, este vino de corte se consigue a $ 950 y a nivel internacional su valor ronda los 20 dólares, aunque depende del país en el que se comercialice.

Según Rolland, el objetivo de Clos es ser “un vino que puede acompañar todo con bastante buen resultado”. Claramente su complemento ideal es el asado, pero “es un vino que tiene realmente frescura, finura, y yo pienso que puede acompañar todo. Puede acompañar pastas, pescado, pollo, pato o cualquier cosa”.

“Clos de los Siete 2017 presenta en la copa un color rojo profundo con destellos púrpuras propios del Malbec. En nariz se percibe unb completo, con sutiles notas a frutas y especias. En boca es posible percibir taninos maduros y dulces complementados por una agradable acidez y fineza. Este vino se muestra vivaz, con buen cuerpo y a la vez un estilo amable, característica que siempre hemos procurado en nuestro Clos de los Siete”, describió su creador.

A diferencia de años anteriores, esta vez el Clos presenta una composición de 52% Malbec, 21% Merlot, 15% Syrah, 7% Cabernet-Sauvignon, 3% Petit Verdot, 2% Cabernet Franc. En cuanto a la crianza, su duración fue de 11 meses: 70 % en barricas (100% roble francés: 1/3 madera nueva; 1/3 madera de un año; 1/3 madera de dos años); 30 % en cubas.

- ¿Cómo fue la añada 2017 para Clos de los Siete?

- Fue una muy buena cosecha en Argentina. Estábamos esperando un año con clima normal y salió ’17, a pesar de que el cuaje no fue tan bueno por un tema de temperatura, un tema de frío.

Hubo una producción bastante chica, mirando a una producción normal. Había uva pero bastante chica. La prueba es lo que hemos producido, un 20% menos que una producción normal. Pese a eso salió una muy buena calidad y eso lo sabíamos desde el principio.

Me gusta decir que del ’17, para ser honesto, pienso que el nivel de vino está un poco arriba del objetivo que yo tengo cuando estoy haciendo el Clos de los Siete. Es mejor que nuestro más alto límite porque Clos es un vino que tiene un precio y todo el mundo sabe que a un precio corresponde una calidad. Pienso que hemos hecho desde el principio una muy buena calidad para el precio de Clos pero con el ’17 estamos un poco arriba y el precio está igual a lo que hemos tenido siempre. El vino tiene mucha fruta, una buena característica de boca, está muy suave, muy redondo, muy lleno en toda la boca, nada agresivo, tanino aterciopelado. Yo pienso realmente que es un muy buen vino y un muy buen ejemplo de Clos de los Siete.

- ¿Cómo ve los blancos argentinos ?

- En los blancos argentinos hay de todo pero hay muy buenos. Entonces, si hay muy buenos, se pueden hacer muy buenos vinos blancos. El tema de los blancos en Clos de los Siete es una pregunta que tenemos nosotros también. El problema es que no tenemos todavía el viñedo y no tenemos el suelo suficiente para hacer un viñedo. Porque Clos no se puede hacer 15 o 20 mil botellas, tenemos que hacer un número bastante interesante.

Por el momento no existe pero seguro que un día va a salir. No sé cuándo, veremos. Yo creo que la segunda generación de Clos va a salir con un blanco.

Según Michel Rolland, en Argentina se puede hacer muy buenos vinos blancos. - Foto: Ignacio Blanco
Según Michel Rolland, en Argentina se puede hacer muy buenos vinos blancos. - Foto: Ignacio Blanco

Por su puesto que Michel tiene pensado volver a Mendoza. En su programa de viaje está agendado su traslado a nuestro país para el mes noviembre. “Tenemos vuelos de París a Buenos Aires, el problema es que todavía no hay vuelo interno, desde Buenos Aires a Mendoza se complica un poco la cosa. Hacer 14 horas de coches no me gusta mucho, pero veremos”, comentó entre risas. Así, el francés volverá a estar por esta latitudes a partir del 20 de noviembre y hasta principios de diciembre. Eso sí, siempre y cuando la pandemia se lo permita.

El mercado argentino

Conociendo como pocos el mercado del vino por su trabajo como flying winemaker, con clientes en 21 países alrededor del mundo, Rolland no tiene dudas de que “Argentina es el país más complicado del mundo para invertir”. “Cuando hice la inversión yo tenía 25 años menos y no soy un inversor, no soy rico. Yo quería tener un viñedo en un lugar que me gustaba y hacer buen vino. El lugar me gustó mucho por todo el espacio, todo lo que había”, contó sobre esas 850 hectáreas que le dan origen a Clos de los Siete.

Aunque si le preguntan hoy si volvería a invertir aquí en un proyecto tan ambicioso como ese, su respuesta es muy clara: “Conociendo cómo es la cosa, puede ser que no lo haga de nuevo pero lo que está hecho, está hecho y no volvemos atrás. No tengo problema con lo que he hecho y me gustó. Hoy día, partir de cero y hacer lo que hemos hecho, realmente no sé si podría hacerlo, no creo”.

Para Rolland el vino argentino se ha ganado su espacio en el mercado externo y “tienen muy buena fama” a pesar de llevar solo 30 años compitiendo. “Hay que seguir trabajando, por supuesto. El mercado es una competición muy fuerte, porque los vinos son buenos en todos lados, entonces es una competición importante pero Argentina tiene su espacio”, aseguró.

Y gran parte de ese posicionamiento internacional es gracias al malbec, una cepa que para Michel es “emblemática” en el país y debe ser aprovechada “porque no hay de esta cepa en el mundo, solo un poco en Francia, pero es tan chico que no existe. Hay un poco en Estados Unidos, un poquito en Chile porque están copiando a Argentina. Pero el malbec es argentino y realmente ha buscado su lugar en el país, del norte al sur”.

Sin embargo, para el especialista esto no quita que se pueda elaborar muy buenos vinos con otros varietales, como cabernet sauvignon y merlot. “No hay solamente malbec pero cuando tienen una variedad emblemática en un país hay que trabajar en tema de marketing con eso. Y la otra cepa puede ir viviendo a su alrededor, sin dudas”.

Los consumidores del siglo XXI

“El futuro son los clientes, los consumidores. Cuando le gusta, le gusta y cuando no le gusta no”, sostuvo el enólogo, utilizando una lógica muy sencilla. Al ser consultado sobre las nuevas generaciones, millennials y centennials que están incursionando en el mundo del vino, él entiende que la industria tiene que hacer vinos que los atraigan.

“En el futuro me gustaría que los millennials, los jóvenes, estén convencidos de que el vino es una bebida que vale la pena, más que la cerveza o al mismo nivel, o más que los alcoholes fuertes que toman de vez en cuando. Nuestro esfuerzo es de convencerlos a los jóvenes de tomar vino y de que les de placer para que lo tomen”, manifestó.

También hizo referencia a los nuevos modos de consumo, como por ejemplo el vino en lata. Rolland no es ajeno a esta metamorfosis del vino: “Puede ser que necesite una nueva historia y la lata puede ser esa historia. Pero si hablo del vino en lata aquí en Burdeos, me van a tratar de loco”, dijo entre risas.

Vino orgánico pero no a cualquier precio

Michel Rolland no tuvo pelos en la lengua al momento de hablar de la tendencia del vino orgánico. “Se puede hacer orgánicos, pero no a cualquier precio”, afirmó y agregó que existen vinos “orgánicos tontos”, a los que definió como “intomables”.

“El tema es que hoy en día está un poco explotado y creo que hay bastante cosas falsas en eso. Entonces se usa como marketing y en realidad no son bio o no representan nada”, expresó.

El francés fue más allá y aclaró que para él “el cobre no es el enemigo de la gente, no es el enemigo de los suelos. Pero todo el mundo está olvidando eso. Hay que hablar con la verdad, no tonterías. El orgánico, por supuesto, pero no a cualquier precio. Hay demasiadas cosas falsas en el tema del orgánico, es más un tema comercial más que filosófico y eso me castiga un poquito”.

La leyenda de la madera en sus vinos

Aunque muchos podrían definir a los vinos de Michel Rolland como amaderados, el francés reveló que “la presencia de madera es una leyenda, porque en Argentina por el tema del precio no usamos tanta madera”.

“El mundo está tonto. Hace cuarenta años, los vinos estaban malos de envejecer en barricas viejas. Entonces, si usábamos barricas nuevas el gusto iba a salir mejor, no iba a tener gusto a molde, no iba a tener gusto raro, como tenían los vinos antes. Y entonces, muchos años después, algunos encontraron demasiada madera y efectivamente había de vez en cuando madera demasiado fuerte. ¿Por qué? Cada vez que empezamos algo nuevo hay que aprender, y la madera nueva al principio había que aprender a manejarla”, relató.

Con el paso del tiempo la técnica se perfeccionó y “desde hace 25 años a ahora y no hay demasiada madera. Hoy día lo curioso es que hay algunos tontos que buscan madera donde no hay”.

Para reafirmar su declaración, Michel recordó una curiosa anécdota que le tocó vivir hace muy poco: “El otro día yo hice una cata con vinos y yo no había dicho nada, pero ninguno de los vinos tenía madera. Y me encontraron madera en 8 vinos sobre 16. Es fuerte eso”.

“Hoy me gustaría tener más madera en todos los vinos argentinos que estoy haciendo, pero desgraciadamente, por el precio no se puede. Yo creo que es un debate viejo y sin sentido hoy”, concluyó el reconocido enólogo.

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