La segunda provincia productora de Argentina ha logrado a lo largo de los años crecer en calidad y diversidad de sus vinos.
En cuarenta años, la vitivinicultura argentina ha experimentado una vertiginosa evolución. Claro ejemplo de esto es San Juan, la segunda provincia productora del país que, a los vinos de mesa y a granel que la hicieron popular en el imaginario colectivo, hoy se suman los vinos de alta gama que se elaboran, principalmente, en los valles de Calingasta y Pedernal.
Desde la pegadiza publicidad de Resero, pasando por el oscuro capítulo de Soy Cuyano y Mansero, hasta la actualidad con reconocimientos por parte de la crítica internacional, son algunos de los hechos que repasa Clarín sobre la historia del vino sanjuanino.
La vecina provincia cuenta con cinco oasis productivos: el Valle de Tulum, el más cercano a la capital sanjuanina; Valle de Ullum-Zonda; Valle Fértil; Valle de Pedernal; y Valle de Calingasta, el más austral de todos. Justamente estos últimos dos son los que concentran la producción de alta gama de la provincia.
Cambios en el consumo de vino
Siguiendo el parámetro nacional de menos litros per cápita, pero un crecimiento en el vino varietal, en la década del ‘90 comenzó a gestarse la transformación. San Juan cuenta con casi 45 mil hectáreas que representan un 20,9 % del total del país, solo superada por la producción de Mendoza.
Así como sucede en la mayor parte de las provincias del oeste influenciadas por la cordillera de los Andes, la vitivinicultura de altura tiene un amplio potencial, pero se distinguen otras condiciones como el característico viento Zonda, la potente influencia del sol, entre otras.
El emblema de la alta gama
Si hay una zona sanjuanina que ha dado qué hablar en la crítica internacional, se trata de Valle de Pedernal. Ubicado en el suroeste de la capital provincial, a 90 kilómetros, se trata de una zona bastante “nueva” con viñedos que todavía se siguen plantando, aplicando en algunos casos tecnología e investigación para medir temperaturas en cada cuartel, para identificar cuáles son los mejores varietales para cada lugar de la finca, tal como lo hace Pyros.
A pesar de su amplio potencial y ya reconocimiento, es una zona muy poco desarrollada turísticamente, con un único proyecto abierto al público como el de Graffigna Yanzón. Además, son muy pocas las bodegas que poseen cultivos en la zona, entre las que se destacan Finca Las Moras, de Grupo Peñaflor; Pyros Wines de Bodegas Salentein; y Fuego Blanco de Familia Millán.
Entre los varietales, además del Malbec, la zona ha desarrollado el emblema sanjuanino, el Syrah, y otras como Pinot Noir, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Gewürztraminer, entre otras.
La vuelta al origen
Otra de las zonas destacadas de la geografía sanjuanina es la del Valle de Calingasta. Con la localidad de Barreal a la cabeza, desde allí ha surgido el rescate de viejos viñedos que quedaron relegados cuando se pasó de los más de 80 litros de vinos anuales a los 21 litros que se consumen per cápita en el país.
Uno de los ejemplos de esto es el de Pancho Bugallo y Cara Sur, donde elaboran vinos con uvas de viñedos ancestrales como el Torrontés sanjuanino y las criollas. Con una producción creciente, ya elaboran 40.000 botellas, de las cuales se exportan la mitad a destinos de América y Europa.
Algo similar le sucede al más incipiente Los Dragones, donde además de recuperar viñedos han plantado nuevos y están prontos a inaugurar su propia bodega después de más de dos años de construcción.