El 8 de enero se conmemoró el aniversario de su muerte y miles de fieles acudieron a los santuarios para dejarles sus ofrendas preferidas.
Este sábado se conmemoró un nuevo aniversario de la muerte del Gauchito Gil, un santo popular argentino conocido internacionalmente por su militancia en favor de las clases humildes y su lucha por la justicia social del siglo XIX. El vino, por supuesto, es una de las ofrendas más conocidas y en día de peregrinación no pasó desapercibido.
El santo de las masas fue asesinado un 8 de enero, aunque se desconocen precisiones temporales, algunas hipótesis datan la fecha en 1878. Desde allí es venerado por generaciones, quienes agigantan su figura y traspasan el relato.
Este sábado, miles de personas se congregaron en cada uno de los puntos más emblemáticos donde están montados sus santuarios. Por ejemplo, cerca de Mercedes, Corrientes (donde se cree que era originario y donde fue asesinado), unas 300 mil personas acudieron desde temprano y hasta la noche.
La multitud se acercó a la Ruta Nacional 123 a venerar presencialmente a su santo por primera vez desde el 2020, debido a la pandemia. La caravana continuaba este domingo.
Los creyentes acercan sus ofrendas no sólo para honrar su presencia y su leyenda, sino que también para cumplir promesas a cambio de los favores cumplidos en los que el Gauchito Gil debía interceder.
Una larga lista de objetos pueden llegar a tener los santuarios. Sin embargo, la mayoría están asociados con su historia. La cinta roja simboliza sus hazañas. Sin embargo, hay otros.
Un obsequio muy común de ver en los santuarios del Gauchito Gil es la botella de vino tinto o (principalmente) cajas de esa bebida. En su mayoría abiertas o destapadas.
Esta tradición, que no tiene fecha precisa de surgimiento, se produjo por la asociación del vino y el propio “santo” como elementos identitarios de la cultura popular. La gente le ofrece vino para “complacer” al Gaucho, a quien se considera un camarada.
A su vez, se ofrece vino a los propios fieles para cumplir la promesa más importante que se le puede hacer a este gaucho convertido en santo: velar por el interés de los humildes.
Las cajas de vino tinto proliferan en los santuarios como un objeto de gran valor simbólico para la cultura popular. Y los tintos, además, respetan “cromáticamente” los santuarios, ya que el rojo es el color del santo.
A menudo suele verse que las cajas que se ofrecen son -a propósito- de color rojo, como el líquido. Pero esto no es excluyente. A veces simplemente se ofrece vino blanco o hasta cerveza. También es común ver a personas haciendo asados para los propios fieles en respeto a la lucha del caudillo venerado: compartir con el pueblo.