El trasiego es un elemento clave en la definición del carácter de la bebida y su ejecución requiere habilidad y precisión.
En el complejo y fascinante mundo de la enología, el trasiego emerge como una etapa fundamental en el proceso de elaboración del vino. A primera vista, esta técnica puede parecer simple: consiste en transferir el vino de un recipiente a otro con el fin de separarlo de los sedimentos o posos.
Sin embargo, su ejecución requiere habilidad y precisión, ya que influye significativamente en la calidad y las características finales del vino.
La decantación es una de las funciones más relevantes del trasiego. Durante este proceso, se separan los sedimentos depositados en el fondo del recipiente, los cuales están compuestos por levaduras, bacterias y otras sustancias orgánicas. La pronta eliminación de estos sedimentos es crucial para evitar alteraciones en los aromas y sabores del vino, así como posibles problemas como la refermentación debido a azúcares residuales.
Es importante diferenciar entre el trasiego de limpieza y la eliminación de las lías finas, que son beneficiosas para la crianza de ciertos vinos. La realización del trasiego inmediatamente después de la fermentación permite conservar solo las levaduras de mayor calidad, las cuales aportan propiedades antioxidantes y aromáticas al vino.
Cada trasiego implica la pérdida de una parte del dióxido de carbono (CO2) disuelto, un subproducto de la fermentación. La gestión de la retención o liberación del CO2 es crucial, especialmente en vinos tintos, donde su presencia puede interferir con el paladar. Además, el trasiego conlleva una cierta oxigenación del vino, cuya influencia puede ser beneficiosa o perjudicial según el tipo de vino.
Los trasiegos son fundamentales para mantener la homogeneidad en los lotes de vino y ajustar la cantidad de sulfuroso, protegiendo así el vino contra la oxidación y la proliferación de microorganismos no deseados. En los vinos blancos, se suelen realizar entre dos y tres trasiegos, mientras que en los tintos, especialmente aquellos con crianza en barrica, pueden llegar a necesitar hasta cinco o seis trasiegos.
En el método bordelés clásico, utilizado en vinos de crianza, el trasiego se realiza cada tres o cuatro meses e incluye el vaciado, limpieza y rellenado de las barricas. Además, los trasiegos ofrecen la oportunidad de realizar ensamblajes parciales o totales de los lotes, permitiendo al enólogo ajustar y perfeccionar el perfil del vino, lo que añade un componente creativo y artístico a esta técnica esencial en la elaboración vinícola.