Es una de las bodegas más antigua de Mendoza y, por la cepa estrella, está ligada a la renovación vitivinícola en el país. Por sus galerías desfilaron personajes importantes y se tejieron historias y leyendas.
El hombrecito, de frente amplia y aire europeo, caminó bajo las galerías que dan al patio principal de aquella casona en Panquehua. Un establecimiento, a pocos kilómetros al Norte de la ciudad, que funcionaba como molino harinero en 1830, pero que a exigencia de su dueño reconvirtió su producción. Aquel hombrecito de traje oscuro y corte republicano, avanza con seguridad hacia donde está Don Carlos González Pinto, descendiente de inmigrantes españoles y propietario de aquella finca de 350 hectáreas; ambos se estrecharon la mano.
Michel Aimé Pouget, un experto en la ciencia agrícola, había llegado a Mendoza en 1853, a petición de su amigo Domingo Faustino Sarmiento, para fundar y dirigir la Quinta Normal de Agricultura, un proyecto muy progresista para el antiguo entramado de casas de adobe que provocaría un cambio cultural en la forma de trabajo de la tierra para abandonar las técnicas rudimentarias heredadas de la colonia. El francés, de 32 años, había llegado a Cuyo desde Chile con varias estacas de vid originarias de su país, entre ellas las de Malbec, una cepa que gustó a los viñateros locales por su alto rendimiento, su sanidad y el buen color de su vino.
González no tardó en establecer vínculos de amistad con Pouget, que había sorprendido a los vecinos de la ciudad con la plantación de nuevas especies de árboles, arbustos desconocidos y la enseñanza de la técnica de la poda e injerto. En un principio, las 350 hectáreas de la finca ubicada en Panquehua, nombre huarpe con el que se conocía a la zona y que puede traducirse como ‘valle de los cóndores’, estaban repartidas entre la plantación de trigo (para alimentar las ruedas del molino), algo de alfalfa, algunos frutales y olivos. Su padre, José Benito González, en una parcela, había decidido plantar viñas -para consumo propio y para vinificar-.
La casona y sus dependencias
Se construyó una casona de adobe, en el casco del terreno, cuyos primeros muros se pusieron en pie en 1856 (cuatro años antes del terremoto del 1861), con una galería orientada hacia el Oeste. Con las primeras cosechas de uva francesa, se comenzó a producir el vino Panquehua (que mencionaría Fray Mocho en el libro En el Mar Austral, 1898). Al establecimiento, que también tuvo un pasado ganadero, se ingresa a través de una larga alameda que remataba en una plaza seca. Con el tiempo, en su entorno, se emplazarían la bodega, el molino, la casona patronal, una capilla y algunas viviendas para los trabajadores.
Muchos años antes, cuando el General José de San Martín preparaba el cruce de los Andes, fue invitado a la hacienda de los González. La familia le donó mulas y provisiones. El Libertador, para su travesía, llevaría vino además de otros alimentos como carne, cebolla y ajo. Pasaron más de 30 años de esa gesta militar. Ahora los tiempos eran otros, Don Carlos no tardó en establecer vínculos de amistad con Pouget. El agrónomo francés lo asesoró sobre el cuidado de las nuevas cepas, sobre los sabores que guardan esas uvas moradas provenientes de la antigua provincia de Quercy.
La obra del edificio, construido con adobones de barro, ha finalizado. Carlos González Pinto, el hijo de José Benito González y gobernador de Mendoza (1863-1866), le ha dado su impronta a la empresa ubicada en Las Heras, muy cerca de donde Tomás de Godoy Cruz -en 1831- había mandado a levantar una casa y también una bodega soterrada. Don Carlos mira la estructura de álamo que sostiene el techo de caña y barro; la contempla, luego camina. La nave de la bodega es imponente ante la planta rectangular, de cinco metros por doce, aproximadamente, que había hecho su padre en el ’30.
Los muros son gruesos, hechos con adobones de barro cruzado que sobrepasan los 4 metros de altura. La estructura está de pie, muy cerca del canal de riego que también fue aprovechado para mover los engranajes de la rueda de molienda. En el presente, la propiedad de la familia González Videla es un lugar patrimonial para la provincia y el país, una casa museo. El cuerpo más antiguo de la bodega data de 1856, pero en 1908 fue refuncionalizado manteniendo el carácter original de la construcción destacando los muros de piedra y la cubierta de caña.
El legado del vino rojo
Algunas historias de boca en boca, que han perdurado, señalan que la Bodega Panquehua se transformó en un hospital de campaña luego del terremoto de 1861. Cuentan que Don Carlos hizo sacar los toneles para que en la nave principal se atendiera a los heridos. Lo cierto es que él participó en la reorganización de la ciudad luego del terremoto. En octubre de 1863 fue electo gobernador y continuó con la obra de sus antecesores. Se centró en la construcción de la nueva ciudad: trazó calles, construyó edificios públicos y centenares de casas.
Mensuró y distribuyó terrenos en el sur. También se ocupó de la educación y -por iniciativa de Sarmiento-, trajo una maestra de Estados Unidos con la intención de modernizar la educación primaria. Como empresario, Don Carlos contrató a Tito Soldati, un enólogo italiano egresado de la Scuola Enologica di Conegliano (en Véneto), para mejorar la calidad de los vinos oscuros. Su hijo, Carlos González Videla, continuó con el legado familiar y advirtió que podían abrirse al mundo gracias al ferrocarril. También incorporó tecnología y los mejores toneles de roble de Nancy (Francia). Trajo cepajes de Europa e innovó con los materiales de construcción, con los que edificó dos cuerpos de bodega en piedra -en 1896- para albergar las cubas y toneles importados por él, además de crear un sector especial para el añejamiento de las botellas. La búsqueda de calidad de Carlos González Videla fue recompensada en diversas exposiciones internacionales. Logró que sus vinos obtuvieran la medalla de oro y el Gran Premio en la Exposición de Roma en 1913; también un Diploma de Honor en la Exposición Internacional de Génova de 1915.
Alejado de la vida pública, el hacendado y ex gobernador, don Carlos González Pinto, pasó sus últimos años disfrutando de su considerable fortuna y como habitante de la única casa de dos pisos construida en la ciudad. Don Carlos, que falleció en 1916, fue un gran protagonista en la renovación de la vitivinicultura en Mendoza. El desarrollo del Malbec fue uno de sus legados, como lo es la bodega más antigua en de la provincia o la ‘Hacienda de los Potreros’, en Panquehua, por donde desfilaron personajes importantes, se tejieron innumerables historias y también leyendas.