A pesar de estar divididos por un límite provincial, estos valles comparten algunas características similares. Te invitamos a conocer algunos de los proyectos que hay de uno y del otro lado.
En los últimos días, el nombre de Uspallata ha quedado en el centro de la escena. Primero porque fue de esa zona de donde provino el descubrimiento del año entre los tintos para Tim Atkin con Ígneo de Bodega Estancia Uspallata. Pero después la cuestión fue mucho más mediática, justamente la estancia fue la locación de los tan comentados videos de Maru Botana y el hielo.
Quedándonos con el aspecto vitivinícola, el Valle de Uspallata, ubicado a 2.000 metros sobre el nivel del mar es una incipiente región que desde hace algunos años cuenta con el proyecto que encabeza enológicamente Alejandro Sejanovich. Podrían ser más, ya que como explicó Guillermo Corona, geofísico y creador de Geografía del Vino, se trata de una zona con un potencial muy importante y con acceso a agua, pero tiene un gran riesgo y son las heladas. “Uspallata no es un valle que sea muy frío, pero es muy helador. Está entre la cordillera frontal y la precordillera, por lo que no le llega la humedad de la nieve, ni los frentes fríos de las sudestadas. Es una zona donde siempre hay sol”, dijo Corona.
Estancia Uspallata es hasta ahora el único proyecto de la región y para el “Colo” Sejanovich hay algunos aspectos que hacen que los vinos de allí sean únicos. Por un lado, el clima: “La zona es muy seca y ventosa. Uno ve la montaña y se imagina que es un lugar en el que nieva mucho, puede haber nevadas ocasionales, pero es seco”, comentó el enólogo. Y por el otro, los suelos: “La idea del Valle de Uspallata es un suelo verde, de suelo orgánico, que muchas veces se usa para el cultivo de ajo y papa, pero la finca está antes de cruzar el río Mendoza y es un valle diferente a todo”.
Además de darle un marco imponente y un paisaje de ensueño con colores muy particulares, las montañas juegan un rol importante en algunos rasgos de los vinos de este valle. “Podríamos decir que fue una montaña que se derrumbó y formó los cerros que rodean la finca. Los suelos de Estancia Uspallata son parte de esos cerros y son coluvionales. Encontramos piedras con aristas y rocas ígneas rosas, que no son volcánicas, sino que es material que estuvo en profundidad, se fundió y luego se volvió a enfriar y formó la roca. También son cuarcíferas, porque el cuarzo no se alcanzó a fundir y tiene incrustaciones. Esto no lo tenés en ningún lado. Eso no quiere decir que sea mejor ni peor, pero sin dudas es único”, resaltó Sejanovich.
Otro factor condicionante es la diversidad de suelos que presenta la finca: “El viñedo tiene pendiente y termina en la vega, eso hace que tenga mucha heterogeneidad en el suelo. Los más cercanos a la vega tienen tierra negra y bastante materia orgánica, mientras que los más alejados son más minerales”, manifestó el enólogo.
¿Cómo se manifiesta esto en los vinos? Para Sejanovoch esto hace que consiga mostos con una acidez natural muy alta. “Los mostos de espumante tienen una acidez natural arriba de 11, un pH que 2.9 o menos y un alcohol de 10 grados, esas características no se consiguen en Argentina”, detalló el flamante mejor enólogo del año.
En el caso de Malbec y Cabernet Franc tienen características aromáticas muy diferentes. “Este viñedo tiene la característica de producir escobajo de mucho color, por lo tanto, gran parte del vino tiene una proporción importante de uva entera. He experimentado que no en todos lados se puede fermentar con uvas enteras, solamente donde tenés esta calidad y el escobajo confiere sabores únicos del lugar. Este en particular aporta muchísimos aromas al Malbec que tienen que ver principalmente con lo especiado y lo salvaje, aromas de campo”, consideró el experto.
La continuidad en el Valle de Calingasta
Como manifestó Guillermo Corona, es un error creer que este valle termina en el límite con San Juan, la geografía del Valle de Uspallata continúa hacia el norte y se transforma en el Valle de Calingasta en la vecina provincia.
En San Juan, donde el Valle baja un poco de altura, alrededor de 1.700 metros, se encuentran más proyectos y viñedos. A solo 100 kilómetros de Uspallata encontramos la localidad de Barreal, la zona más fría de Calingasta y cuna de interesantes vinos.
En el año 2011, luego de estudiar agronomía en Mendoza, Francisco “Pancho” Bugallo regresó a su Barreal natal y comenzó a investigar y a trabajar sobre la historia vitivinícola de la ciudad que se da al margen del río Los Patos. A pesar de que en Barreal había viñedos centenarios, Pancho creció viendo plantas completamente abandonadas por las crisis que golpearon a la vitivinicultura y las complicaciones logísticas de la zona o destinadas al vino a granel.
Así, comenzó a darle forma a Cara Sur, un proyecto que nació de la amistad de Bugallo y su esposa con Sebastián Zuccardi y su pareja. Su objetivo inicial fue rescatar viejos viñedos y ponerlos en valor, aprovechando su antigüedad.
La variedad que más los representa es la Criolla Chica, que en 2014 dio la primera cosecha. Pero todo fue creciendo y lograron uva de muy buena calidad en otras variedades tintas y toda la descendencia de las uvas criollas. Este año inauguraron su propia bodega con capacidad de para elaborar 100.000 litros, aunque este año la producción sería de alrededor de 35.000 botellas de todas sus variedades. En un futuro la idea es extender la producción hacia zonas más cualitativas del valle.
Pancho Bugallo reconoce que existe una cierta relación entre Uspallata y especialmente Barreal que va más allá de lo geográfico: “Lo que más tienen en común Uspallata y Barreal es la gente. Hay un vínculo cultural, de pueblos de montaña, muy fuerte y eso se traduce en la forma de hacer los vinos”.
En un resurgir vitivinícola de la zona, son varios los que han decidido instalarse en el Valle de Calingasta. Andrés Biscaisaque es el propietario de Finca Los Dragones, uno de los proyectos noveles de la región, empezó a hacer sus vinos con Cara Sur por su amistad con Pancho Bugallo, a quien conoció por el andinismo. Con el correr del tiempo, su idea fue tomando seriedad hasta que decidió combinar el andinismo y la vitivinicultura en Barreal. Así, en 2019 se sumaron a Finca Los Dragones sus hermanos y comenzaron a hacer “vinos de montaña que respeten el lugar, con mucha identidad”, con uva que proviene de distintos lugares del valle.
“La expresión de la Criolla chica que hay en Barreal es espectacular, porque son plantas muy viejas, muy equilibradas ya y en una zona increíble con una expresión de viña vieja de una zona fría”, destacó Biscaisaque, quien además ha apostado por el Malbec y otras variedades como Torrontés, Bonarda. Y ahora ha plantado Garnacha.
Al hablar de las características de los vinos del valle, Andrés consideró que algo que lo distingue es su aroma particular y fácil de identificar. Además, resaltó que tienen una textura especial y son vinos frescos, con buena madurez, pero con mucha frescura. “Esta zona permite cosechar con buen punto de madurez, pero manteniendo acidez. Se pueden dar cosechas tempranas, pero que tienen madurez en los vinos. Eso es algo que en otras zonas puede traer aromas que no son buscados, pero acá tenemos un equilibrio con mucho sol de día y frescura en la noche”, sostuvo.
Hoy en día en Finca Los Dragones elaboran 12.000 botellas anuales, aunque la proyección es de 60.000 litros para la próxima cosecha y la inauguración de su propia bodega, la cual ya está casi terminada.
El potencial de Potrerillos
Siguiendo con zonas cercanas a la montaña con alto potencial, el valle de Potrerillos es para Guillermo Corona una zona muy interesante desde varios aspectos. “Tiene altura, aunque generalmente no se la asocia así. Es una zona que naturalmente es un poco más cálida que el Valle de Uco a la misma altura sobre el nivel del mar”, sostuvo.
“Es muy interesante porque hay muchas alturas, muchas exposiciones y diferentes geologías. El tema es que el desarrollo agrícola es muy poquito y en ciertas estancias, porque lo que se ha dado principalmente en la zona es un desarrollo inmobiliario y turístico.
“También hay un problema con el manejo de agua”, consideró.
Actualmente allí solo hay dos viñedos y varios proyectos de instalarse en la zona, aunque muy pequeños y que no implicarían el desarrollo de una nueva zona vitivinícolas. Eso se debe a que una de las grandes desventajas es que los terrenos allí no se venden por hectárea, sino por metro cuadrado, lo que hace que su valor sea mucho más elevado que en otras zonas.