Tendencias económicas y cambios en los hábitos de consumo causan excedentes en la producción de vino que acaba muy lejos de las mesas.
Los vinos europeos, desde Riesling hasta Rioja, son conocidos en todo el mundo por su calidad y variedad. Sin embargo, la Unión Europea ha enfrentado el desafío de lidiar con un excedente de vino, recurriendo a medidas como la destilación de crisis para convertir el vino en alcohol industrial barato.
Desde principios de 2023, la UE ha asignado más de 105 millones de euros para la destilación de vino excedente en los estados miembros, con el objetivo de estabilizar el mercado y crear espacio para nuevas cosechas. Francia y Portugal han sido los más afectados, con grandes sumas destinadas a esta medida, seguidos por Italia.
La destilación de crisis se ha vuelto una medida común en respuesta a la sobreoferta de vino, exacerbada por la inflación y la disminución de la demanda durante la pandemia de coronavirus.
Francia y Portugal, los más afectados
El año pasado se gastaron alrededor de 34 millones de euros en la destilación de vino. Este año hubo casi 71 millones sólo en enero. Los costes más elevados recayeron en Francia con un total de 68,5 millones para 2023 y enero de 2024 combinados, seguida de Portugal con más de 18 millones e Italia con alrededor de 15 millones de euros. En Alemania durante este período no se transformó vino en alcohol industrial con dinero de la UE.
Aunque la UE ha invertido cientos de millones de euros en esta medida durante la pandemia, expertos como Simone Loose señalan que es un proceso poco redituable a largo plazo.
Según Loose, profesora de economía vinícola, la destilación de vino es antieconómica y solo tiene sentido si el consumo se recupera después de un período de crisis.
En lugar de destilar el vino excedente, sugiere invertir en la reutilización de superficies de viñedos, adaptándolos a las tendencias del mercado y diversificando su uso para otros cultivos agrícolas o fines ambientales.