Se trata de un pequeño proyecto que tuvo su debut con la añada 2021 y que promete seguir creciendo. A partir de este viñedo se busca reactivar la vitivinicultura que el departamento había perdido.
El mapa vitivinícola de Mendoza podría incorporar una nueva región. Se trata del departamento de Malargüe, un departamento donde varias veces se ha intentado progresar con la vid. ¿Qué ha cambiado esta vez? El impulso y las ganas de Lellia Di Paolo y Juan Gabriel Montanari, una familia que plantó un pequeño viñedo en el distrito de Ciudad que ahora ha dado su primer vino, “Chichino”, el cual están presentando en público.
“En su tiempo, mis abuelos tuvieron fincas y bodegas y nos criamos con eso”, recordó Lelia sobre el inicio del gen vitivinícola en la familia. Sin embargo, con el tiempo esto no perduró y su destino poco estuvo ligado a la vid -en realidad se podría decir que nada, ya que se dedicó a la fonoaudiología y al negocio familiar de corralón y maderas en el sur mendocino-, pero todo cambió hace cuatro años.
Aunque ella es oriunda de General Alvear, una oportunidad laboral la llevó a instalarse hace 32 años en Malargüe, donde ha echado raíces y formó una familia junto a Juan Gabriel. Si bien durante muchos años se dedicó a su profesión a expandir el negocio de la familia a tierras malargüinas, con la compra de un predio que en principio estaba destinado únicamente para el depósito de materiales, por iniciativa de su padre empezaron a proyectar un sueño vitivinícola que en 2021 se materializó con el primer vino comercial del lugar.
“Qué lindo sería ver unas hileras de viña acá”, fue la expresión con la que “Chichino” motivó a Lelia y Juan Gabriel a lanzarse a la aventura de tener su vino. “En Malargüe mucha gente tiene un parral y hace vino casero, eso nos llevó a pensar que podía ser posible”, dijo la mujer. Así, un amigo de la familia trajo unas 350 plantas del Valle de Uco. “Cuando las vimos le dije a mi marido ‘¿¡En qué lío nos metimos!?’, porque era algo a lo que le teníamos que dedicar mucho tiempo, no estaba asegurada la rentabilidad y era algo que nadie en la zona había hecho”, contó Di Paolo.
Los dos primeros años de producción, toda la uva que les dio el viñedo decidieron dejarla para su consumo personal o para sus amigos. Pero para 2021, la cosa cambió. “Contactamos con el enólogo Carlos Lalik, que tiene bodegas en General Alvear y se interesó en el proyecto y como una prueba decidió elaborar el vino”, sostuvo la mujer. “Las cosas se fueron dando como ‘sin querer queriendo’, pero tuvimos las inspecciones de INV y nos han visitado enólogos de la provincia”, aseguró Lelia.
Por esas cosas del destino, su padre falleció hace un año y si bien pudo conocer los viñedos que tanto imaginó, no logró llegar a probar el vino que hoy lleva su nombre, en un homenaje que le quiso brindar la familia a este “soñador”.
Cómo es el primer vino de Malargüe
Si bien se trata de un proyecto muy pequeño de apenas 110 litros de vino, de los cuales algunos quedaron en guarda para ver la evolución con el tiempo, parece ser el inicio de un incipiente camino vitivinícola en el departamento sureño, lo cual para Lelia Di Paolo es lo más significativo, ya que puede ser la muestra de que el departamento puede ampliar su matriz productiva.
Este primer vino es un blend de Malbec y Bonarda cosechado de un viñedo de conducción en espaldero. “Obtuvimos un vino con muy buen color, muy frutado y con una muy buena acidez, dada por lo frío del clima. Si bien han sido muy pocos kilos, es muy interesante”, describió el enólogo Carlos Lalik.
La idea tanto de los propietarios del viñedo como del enólogo es darle continuidad al proyecto. “Dependerá año a año del factor climático. Sabemos que la vid produce y que el vino sale bueno. La idea es seguir y plantar más hileras”, se entusiasmó Di Paolo.
“A raíz de Chichino, el intendente de Malargüe, Juan Manuel Ojeda, se interesó en el desarrollo de la vitivinicultura en el departamento, por lo que hemos estado investigando la zona, los suelos y las variedades. Desde la intendencia tienen la idea de poder hacer otro vino. Es un puntapié inicial para la zona y para ampliar la matriz productiva del departamento”, anticipó el viticultor.
Un potencial prometedor
Guillermo Corona, geofísico y un estudioso de los suelos de la vitivinicultura argentina, lleva un pequeño viñedo en El Sosneado, que, si bien por los límites geográficos pertenece a San Rafael, es más cercano a Malargüe. “Es medio una locura, porque es más frío todavía y es un viñedo abandonado que empezamos a manejar el año pasado, cuando sacamos la primera vendimia. Si bien las condiciones del viñedo distaban de lo ideal, sacamos un vino súper interesante”, detalló. Si bien no se trata de un proyecto que todavía tenga salida comercial, la continuidad en las añadas le permitirá a Corona analizar el potencial que puede tener la zona cercana al río Atuel para la vitivinicultura.
En cuanto al lado malargüino, describió: “La zona se caracteriza por tener mucho más viento que Mendoza. Tiene un clima muy desértico, con temperaturas mínimas muy bajas, lo que da mucho riesgo de heladas. Por esa razón es raro ver cultivos de frutales, sino que todo está volcado a la papa y el ajo”. Sin embargo, destacó que, si se pasa el periodo de heladas, sobre todo los meses de septiembre y octubre, se puede llegar a una buena madurez de la uva.
“Me hace acordar mucho en la parte climática a lo que es Uspallata: un clima seco y mucho viento”, explicó. “Si te fijás, es una zona Winkler III, es decir templada, pero eso no quita el tremendo riesgo de heladas”, añadió.
Por las condiciones climáticas y basado en su experiencia en las distintas zonas del país, para Corona, las cortinas forestales que detengan el viento serán una herramienta clave en el desarrollo vitivinícola malargüino, tal como se ha visto en regiones como Chubut o el Alto Valle de Río Negro.
En cuanto a las variedades, tanto el autor de Geografía del Vino como Carlos Lalik coincidieron en que las variedades con mayor potencial en la zona son aquellas de ciclo corto. “Yo soy un talibán de que en todos los lugares hay que plantar malbec y entender los lugares a partir de esta cepa”, sostuvo Corona.
En tanto, el enólogo que desarrolló Chichino estimó: “Malargüe tiene un potencial muy grande. Hay suelos calcáreos, algunos muy antiguos, restos de mar, otros arcillosos, entre otros. Esto puede ser muy interesante porque pueden reflejar un carácter mineral en los vinos. La amplitud térmica y los más de 1.000 metros de altura de algunas zonas pueden aportar a la acidez y el color”.
Asimismo, para Lalik, una de las características más positivas de la zona es la sanidad que pueden llegar a tener las plantas. Y también que, desde su concepción, todos los viñedos que se planten pueden ya ser orgánicos.
Hablar de un perfil de los vinos de Malargüe podría ser apresurado, tal como lo dijo el geofísico. “Estoy esperando cosechar la 2022 y verificarla para comparar con la añada del 2021 y ver si los vinos tienen un perfil que se parece. Si las características se mantienen podremos sacar algunas conclusiones. Pero, para hablar de vinos de un lugar necesitamos unos diez productores durante diez años”, aseguró.
“La zona está buena, promete. El cambio climático, la verdad, te empuja hacia este tipo de zonas. El manejo del agua va a ser una inmensa limitante, porque en el departamento se riega con lo que sale del río Malargüe y lo que sale de ahí es muy pobre. Algo se puede tomar del río Salado, pero no hay una capacidad de riego muy amplia. No creo que pueda ser una zona con una gran superficie cultivada. Es una zona de potencial, pero se va a necesitar infraestructura”, opinó.