Sin ser extremadamente rigurosos, un vino se degustará mejor si se sirve a la temperatura indicada. Algunos tips en esta nota.
Se cree -algunos lo aseguran- que uno de los motivos por los que muchos consumidores no disfrutan el vino es porque no se sirve a la temperatura correcta. Este factor puede alterar mucho el sabor de cualquier etiqueta y es una de las características más importantes al servir un vino y poder degustarlo.
Por esto, es fundamental servir el vino a la temperatura adecuada y existen un sinfín de recomendaciones para lograrlo.
Enoarquía es uno de los tantos portales que ha dedicado varias notas al tema. Allí, la especialista Verónica Martorell indica algunos consejos sobre el tema.
La temperatura de cata de los vinos viene condicionada por dos límites: máximo y mínimo. La temperatura máxima de servicio debe ser de unos 18ºC, siempre que la temperatura ambiente no supere los 23ºC, ya que el vino subirá rápidamente un par de grados en cuanto esté en la copa. A mayor temperatura, los aromas se evaporan con mayor rapidez, tanto los recogidos por vía directa (nasales) como los percibidos por vía indirecta (retronasales).
En tanto, la temperatura más baja razonable viene dada por la naturaleza de sus aromas, su contenido en azúcar y por su estructura tánica. Para casi todos ellos se considera que los 5-6ºC podría ser el límite inferior.
Claves
En general, se aconsejan menores temperaturas para los vinos blancos que para los vinos tintos e igualmente menos temperaturas para los vinos jóvenes que para los viejos.
Una clasificación orientativa, según Martorell, sería:
Espumantes: la temperatura idónea sería de 6-8ºC, por debajo de ella puede no apreciarse bien su aroma y por encima pueden resaltar de forma poco elegante algunos aromas de fermentación. Una temperatura incorrecta en vinos espumantes afectará también al desprendimiento de la burbuja.
Blancos: deben servirse entre 8-10ºC; o sea, frescos pero no muy fríos. Una temperatura más elevada resaltaría su expresión alcohólica, las excesivamente bajas resaltarían su acidez y pueden llegar a enmascarar u ocultar la propia personalidad del vino.
Blancos dulces: es aconsejable servirlos aproximadamente a 6ºC, temperatura a la cual se resalta su elegancia y su expresión dulce.
Blancos con crianza: han de servirse entre 9 y 12ºC para que resalte su bouquet, fruto de aromas terciarios (de conservación y envejecimiento), a más baja temperatura lo perderían.
Rosados: se servirán entre 9 y 12ºC para resaltar a la vez su finura y su frágil expresión tánica.
Tintos jóvenes: se aconseja servirlos entre 12 y 16ºC para resaltar sus aromas, su frescura y matices florales.
Tintos con cuerpo: entre 14 y 17ºC se podrá apreciar mejor su cuerpo, conservar todos sus matices y percibir adecuadamente sus componentes.
Tintos viejos: deben servirse entre 17 y 19ºC. A mayor temperatura no apreciaríamos los aromas terciarios de oxidación originados en la crianza, resaltando los alcoholes y enmascarando los sabores y aromas especiados del envejecimiento.