Los más memoriosos sabrán perfectamente de qué hablo cuando nombro al “pingüinito”. Su origen es ampliamente discutido, pero se cree que vino de la mano de los inmigrantes italianos en la década del 30, para cubrir una necesidad en el servicio del vino.
La columna de esta semana tiene como fin trasladarnos por un ratito a esa parte de nuestra historia que casi se extingue y que hoy ha sido puesta en valor nuevamente.
Por aquellos años todavía no existía la ley de envasado en origen (sancionada en 1984 durante la presidencia de Alfonsín y derogada en 1991 bajo la presidencia de Menem) que estableció que el vino debía ser fraccionado en la zona de producción. Las bodegas trasladaban el vino a granel hasta las grandes zonas de consumo como Rosario, Buenos Aires y Córdoba para comercializarlo en envases de 200 litros, 20 litros o 5 litros a cantinas, pulperías o vendedores de vino.
En este contexto, algunas bodegas contaban con planta fraccionadora en el destino (dato de color: una de estas plantas se encontraba en lo que hoy en día es el Polo Científico Tecnológico en la calle Godoy Cruz de Palermo, CABA). Otras veces, el fraccionado quedaba a cargo del propio comercializador, por lo que no se podía garantizar la calidad de la bebida, que casi inevitablemente se veía alterada. En esta parte de la historia la calidad y la conservación del vino no era un tema que desvelase a la sociedad.
Una vez en destino, cantineros y pulperos necesitaban fraccionar el vino para llevarlo a la mesa del cliente y es allí donde toma importancia este simpático animal. Previo al pingüino se utilizaban unas jarras con una manija de mimbre, pero en algún punto (incierto) este animalito hecho jarra de vino se popularizó y comenzó a utilizarse masivamente tanto en los negocios, pero también en la mesa familiar, donde tuvo un pico de uso entre los años 50 y 70 del siglo pasado.
Algunos dicen que se utilizó este animal por la forma parecida a la de una botella o jarra y porque causaba simpatía que el vino sea vertido a través del pico, pero lo cierto es que también se intentó imponer patos, elefantes y hasta cupidos, pero no tuvieron la misma repercusión, por lo que cayeron en el definitivo olvido.
El pingüino original era de litro, pero hoy en día se pueden conseguir de un cuarto, medio, tres cuartos y volumen original.
Luego de sancionada la citada ley de envasado en origen la industria se tuvo que volcar a la botella de 750 ml, a la etiqueta y al packaging. Allí se empieza a moldear de a poco la presentación de hoy en día de los vinos.
Pero a partir del nuevo siglo surge un nuevo cambio, ya que la cultura de lo visual, el aumento de las bodegas y elaboradores tornaron imperiosa la necesidad de diferenciación, por lo que se recurrió a cada vez una mejor estética (tanto es así que muchas veces la estética es más cara que el propio vino). En paralelo, a partir de la reconversión vitícola, se comenzaron a elaborar vinos de más alta calidad que casi obligadamente necesitaron apoyarse en dar una mejor presentación del producto para ponerlo en valor.
Pero como con toda tendencia, al tiempo apareció la contra-tendencia que salva al pingüino del olvido y lo trae de nuevo a la mesa familiar, también a los bares y pulperías que han tomado un nuevo auge. Hoy, el vino que llega a este tipo de jarra suele ser mucho mejor del que llegaba hace medio siglo, por lo que es común que se rellene con vino de bag-in-box, o por qué no, de damajuana también, pero de una calidad aceptable. El famoso vino de la casa.
La vuelta del pingüino a la cantina
Además del servicio de vino esta jarra es muy útil para el servicio de sangrías en tiempos de estío, o por qué no, un vermut bien frapé. Pero tenga contado cuantas veces rellena el pingüino porque puede ser traicionero, ya que es recargable y se pierde la noción de la cantidad.
¿Como cierro este viaje por la historia? Aaunque parezca un mensaje ecologista, lo digo con un profundo aprecio de la industria vitivinícola de la cual soy parte, salvemos a los pingüinos.
Si bien solo se puede ver como un envase vintage, representa más que eso. Es parte de nuestro legado cultural como país vitivinícola. Es testimonio de parte de nuestra historia, cuando el consumo de vino era más común que ahora, formaba parte de la mesa familiar y del encuentro de los amigos en las cantinas y pulperías.
Perfil
Francisco González Antivilo forma parte del mundo del vino desde hace 18 años. Escribe y comparte. Se ha formado y trabajado en distintas áreas que aportan a la industria vitivinícola, como la comercialización, la producción y la docencia. Tiempo después de recibirse de ingeniero agrónomo comenzó su formación para recibirse de Doctor en Ciencias Biológicas, trabajando como científico por varios años. Hoy, trabaja en su empresa de I+D para el sector agrícola como gerente. www.frangonzalezantivilo.com / @frangonzalezantivilo
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