Esta regla secreta de los sommeliers hará que el vino esté en su punto exacto, listo para que lo tomes.
La temperatura a la que se sirve el vino influye significativamente en su sabor y en la experiencia de quien lo consume. Es común que todos los vinos se sirvan fríos: los tintos entre 10-15ºC y los blancos, rosados y espumosos entre 5-10ºC, aproximadamente.
Sin embargo, pocos consumidores tienen acceso a un termómetro especializado para medir con precisión la temperatura ideal de cada vino. Por eso, varios sumilleres han propuesto una solución práctica y accesible para todos: la regla de los 30 minutos.
Esta regla es sencilla y se basa en una aproximación que mejora notablemente la experiencia de degustación. No pretende ser exacta, pero sí proporciona una orientación fácil de seguir para quienes no cuentan con herramientas profesionales.
Para los vinos tintos, se recomienda poner la botella en la nevera durante 30 minutos antes de servir. Esto permite que el vino alcance una temperatura ideal para resaltar sus características sin que los taninos se vuelvan demasiado astringentes. La frescura moderada ayuda a que los sabores y aromas se perciban de manera más equilibrada.
Por otro lado, los vinos blancos, rosados y espumosos, que suelen disfrutarse mejor a temperaturas más bajas, deben sacarse de la nevera 30 minutos antes de ser consumidos. Esta práctica permite que los vinos pierdan el frío excesivo que puede adormecer sus sabores y aromas, logrando así una expresión más completa de sus cualidades organolépticas.
Es decir, los tintos 30 minutos en la nevera antes de ser consumidos y los blancos 30 minutos fuera de la nevera antes de ser consumidos.
Esta regla de los 30 minutos no solo facilita el acceso a una mejor experiencia del vino para la mayoría de los consumidores, sino que también fomenta una mayor apreciación de las sutilezas de cada tipo de vino.
Al ajustar la temperatura de manera adecuada, se consigue que tanto los vinos tintos como los blancos, rosados y espumosos se disfruten en su mejor estado, sin necesidad de complicados instrumentos ni de conocimientos técnicos avanzados.
Es una estrategia que pone en manos de todos la posibilidad de mejorar su experiencia con el vino de forma simple y eficaz, resaltando las mejores características de cada botella con un pequeño gesto de preparación previo al consumo.