Un estudio realizado recientemente cuestionó completamente la leyenda urbana que recomendaba tomar un vaso pequeño de vino para abrir el apetito.
El consumo de alcohol y su relación con la ingesta de alimentos es un tema de interés que es sido objeto de estudio. En ese sentido existe una antigua práctica que decía que tomar un pequeño trago de alcohol antes de una comida como un remedio para abrir el apetito. Pero, ¿tenía algún fundamento científico?
Resulta que sí, el consumo de cantidades moderadas de alcohol puede, de hecho, estimular el apetito y aumentar la ingesta de alimentos. Esto se debe a que el alcohol puede interferir con las señales de saciedad en el sistema nervioso, lo que lleva a un aumento en la ingesta calórica total.
Sin embargo, es importante destacar que el consumo excesivo y crónico de alcohol a menudo tiene el efecto contrario, provocando una pérdida de apetito y malnutrición debido a las alteraciones fisiológicas que el alcoholismo puede causar en el organismo.
El alcohol es altamente calórico, aportando alrededor de 7 kilocalorías por gramo de etanol. Por ejemplo, una lata de cerveza o una copa de vino contienen alrededor de 120 calorías. Sin embargo, estas calorías se consideran “vacías” ya que no proporcionan otros macronutrientes, vitaminas o minerales esenciales.
¿Qué aporta el vino?
A pesar de los esfuerzos de la industria del vino para resaltar sus propiedades antioxidantes, solo alrededor del 8-9% de la ingesta media de polifenoles en la dieta española proviene del vino, y solo un 2% de la cerveza. Comparativamente, alimentos como las frutas como la naranja o la manzana pueden aportar concentraciones similares de polifenoles que una ingesta equivalente de vino tinto, mientras que el pan duplica la ingesta promedio de polifenoles en la dieta.
El resveratrol, un tipo particular de polifenol presente en el vino tinto, ha recibido mucha atención, pero su eficacia se cuestiona debido a las enormes cantidades de vino que se necesitarían para alcanzar una dosis preventiva significativa (550 litros de vino tinto o 1,300 litros de cerveza).
Además, se ha observado que a medida que aumenta la cantidad de consumo de alcohol, la calidad de la dieta tiende a empeorar. Las personas que consumen grandes cantidades de alcohol tienden a consumir menos frutas y productos lácteos, mientras que aumentan su ingesta de productos animales como carne, pescado y huevos. También reducen la ingesta de carbohidratos y fibra, lo que puede tener efectos negativos en la digestión y otros aspectos de la salud.
En resumen, si bien el alcohol en cantidades moderadas puede estimular el apetito, su consumo excesivo conlleva riesgos para la salud y puede llevar a una dieta menos equilibrada. Es importante que las personas sean conscientes de estos efectos y consuman alcohol con responsabilidad y moderación, siempre teniendo en cuenta su impacto en la salud general.