Es sommelier y trabajaba en el sector de turismo, pero la pandemia le dio un “empujón” para animarse a su propio emprendimiento.
Cuando llegó la pandemia, Florencia González (30) era directora de una agencia de turismo pequeña, que ofrecía servicios a visitantes extranjeros. Como la actividad se paró por completo, decidió hacer realidad un proyecto que había ideado hace un tiempo, pero no había concretado. Así nació “Flor de Sommelier”, un emprendimiento de venta de indumentaria personalizada con frases vinculadas al mundo del vino, con el que ha llegado a todo el país.
- Sos una de esas personas a las que la pandemia las obligó a recalcular…
- Sí. Hasta antes de la pandemia e incluso hasta hace unos meses, porque pensábamos que el turismo extranjero iba a volver antes, trabajaba como directora de una agencia de turismo muy chiquita, pero 100% enfocada en turistas de afuera, principalmente de Estados Unidos y Brasil. El 2019 fue el primer año en el que los socios tuvieron ganancias y en 2020 pasó esto. Las agencias un poco más grandes tenían espalda para aguantar un poco, pero nosotros no.
En ese momento decidí iniciar este emprendimiento. Desde hacía tiempo tenía ganas de hacer algo que tuviera que ver con la ropa y con frases vinculadas al mundo del vino, porque soy sommelier. La ropa que me gusta es muy clásica y siempre me ha costado encontrar algo, porque en cualquier lugar en el centro se ofrece lo que está de moda. Además, durante un tiempo tuve unos kilos de más y la ropa estaba hecha para gente de otro tipo de contextura física. Tampoco encontraba nada relativo al vino.
Partiendo de eso, se me ocurrió darle un marco real, impulsada por mi familia, en este tiempo de cuarentena, que tenía más tiempo libre. Antes, cuando estaba trabajando, se me hacía imposible, porque estaba muchas horas ocupada. Tenía guardadas frases que se me habían ocurrido y otras que había visto que usaban en Estados Unidos, pero no en remeras, sino en posavasos. Pensaba: “¡Qué buena que está esta frase! La podría usar para hacerme una remera. Pero para mí”.
- Las habías ido coleccionando…
- Sí, porque decía “en algún momento las voy a usar”. El problema era que no soy diseñadora y no entiendo de diseño. Eso era lo que me faltaba. Si hubiera sido sólo para mí, podía comprar una remera en cualquier lugar e ir a otro a que la estamparan, pero no era el caso. No tenía nadie que me ayudara con el tema del diseño, que era lo que me preocupaba. Eso mismo me ponía como excusa para no emprender, antes del inicio de la pandemia, junto con la falta de tiempo.
Me costó mucho encontrar gente que realmente cumpliera. Me encontré con personas que me daban vueltas. Además de que estaba medio insegura de vender esto con mi nombre, me costaba encontrar gente consistente en cuanto a la venta de remeras, el estampado y el diseño. Estuve mucho tiempo pensándolo hasta que me largué a hacerlo, por suerte. Esto empezó hace casi un año y desde entonces estoy trabajando con las mismas personas.
- ¿Qué prendas vendés?
- Estoy haciendo remeras, buzos, vestidos y gorras. También tenemos bodies para bebés y remeras hasta los cuatro años. Eso nació porque hago videos en las redes sociales y mi hija, que tiene casi tres años, se termina metiendo y todo el mundo se ríe. Me decían: “Si vos tenés una línea de remeras, ¿cómo no va a tener ella una remerita?” De ahí surgió la idea de sumar bodies. El motivo de las remeras para niños es uno solo, que es “Little sommelier”. La gente ha sido muy receptiva, mucho más de lo que esperaba. Siempre trato de mantener los pies sobre la tierra y ser muy realista, pero la verdad es que ha sido muy buena la recepción.
- ¿Cómo empezaste con la comercialización?
- En un principio sólo con redes sociales. Hace poco más de cinco meses pude anexar la página web, porque uno de los dueños de la agencia donde yo estaba trabajando es muy amigo mío y me ayudó configurando la página. Por ahora, vendo a todo el país y hago entregas a domicilio.
- ¿Hay clientes que piden juegos de varias remeras?
- Claro. Eso también es algo que no teníamos pensado y se fue dando. Muchos clientes me preguntan si hago precio por comprar en cantidad. Hemos hecho ropa para dos vinotecas en Buenos Aires y a la gente le ha gustado mucho. Me daba un poco de miedo de que desconfiaran por no poder ver la ropa antes, pero nos ha ido bien porque tenemos variedad de medidas y el material es de algodón peinado, que no cede, no se achica y no se hace pelotitas.
Por otro lado, ellos estando en Buenos Aires tienen muchas más opciones, pero se animaron a comprarme a mí, que estoy en Mendoza. Fue un desafío muy lindo. He tenido muy buena respuesta y nunca una queja.
- ¿Y ahora estás dedicada sólo a esto?
- Sí, 100% a esto, por ahora. Cuando trabajaba para la agencia, la idea era a finales de 2020, con la proyección que teníamos a principios de ese año, que pasara a formar parte del directorio, porque estaba como directora y vicepresidenta, pero me iba a convertir en accionista. En el medio pasó la pandemia.
Antes, había trabajado de sommelier en varios ámbitos: en turismo en bodegas, como encargada de una vinoteca y como head sommelier de un restaurante.
- Descubriste que algo que era un hobbie podía convertirse en proyecto y funcionar…
- Nunca le di más importancia porque no pensé que tendría tanto impacto. No me veía tampoco como vendedora. Los videos que hago son más que nada informativos y de buena onda para gente que quiere saber de vinos de una manera muy fácil. No me siento cómoda haciendo un video solamente para promocionar lo que vendo, sino que hablo de otras cosas y, ya que estamos, uso ropa de Flor de Sommelier. No hago venta directa. Me pongo un buzo o una remera y si a alguien le gusta la frase, por ahí me preguntan dónde los compré y digo que los hago yo.
Siento que traicionaría un poco a la gente que me sigue, sobre todo en Instagram, porque no soy influencer, pero mucha gente que me ha ido siguiendo en todos estos años ha sido porque les ha gustado el contenido. Entonces, si lo cambiara a solamente vender ropa, creo que sería molesto para la gente.
- Algunos emprendedores se enfocan mucho en lo que quieren hacer desde un primer momento. En tu caso, el proceso fue diferente y con un poco más de dudas. ¿Qué dirías a alguien que tiene una idea de emprendimiento?
- Lo más importante es confiar en el producto o servicio que uno tiene para ofrecer. Somos los peores jueces y nos tiramos abajo. Muchas veces, en el fondo uno sabe que va a funcionar, porque lo que estás ofreciendo es algo que la gente necesita, quiere y es de buena calidad. Entonces, más que nada, les diría que escuchen a esa voz más optimista que uno tiene y se animen a emprender.
Hoy se habla mucho de emprender, pero por ahí se lo asocia a otras cosas, como a ganar un millón de pesos por mes. No hace falta sacar un sueldazo. Puede ser algo que te sume. En la parte moral sirve mucho, te levanta el ánimo. En esta cuarentena he tenido varios momentos de bajón, no sólo por lo laboral. En esos momentos difíciles, siempre me ha pasado que, como por casualidad, llegaba un pedido o una consulta, o alguien me mandaba una foto diciéndome: “Mirá, me compré tu remera. Ya me llegó”. Esas cosas te hacen sentir bien y creo que sirve mucho para la gente que, como yo, ha estado un poco parada y se plantea todo. Más aún si sos mamá soltera. Así que es algo que recomiendo a quienes están en la misma situación: que se animen.