La temperatura, amplitud térmica y el sol son elementos fundamentales en las características del vino.
La producción del vino es un arte que implica la administración de muchos factores, como la calidad y característica de los viñedos. La altitud es uno de los elementos que incide en la personalidad del producto.
Argentina, y en particular Mendoza, es conocida por esta condición. Algunas zonas producen un vino destacado por este valor y la vitivinicultura argentina en sí está asociada a este elemento.
¿Qué decimos cuando hablamos de vino de altura?
Un vino de altura es aquel que se produce con uvas cosechadas de una finca a 800 metros de altura sobre el nivel del mar o más. Casi todas las producciones de vinos en Mendoza se generan a partir de viñas situadas en altura.
Sin embargo, la altura en sí no incide en nada. En cambio, son las condiciones climáticas que se producen bajo estas condiciones, las que afectan a la uva. La temperatura, amplitud térmica y viento, por ejemplo.
Estas condiciones generan un entorno que modifica el color del vino, su aroma y sabor, entre otras cosas. Veamos por qué.
Se cree que cada 100 metros de altura, la temperatura desciende un grado. En este caso, a mayor altura, mayor frío. Y con bajas temperaturas, los viñedos maduran con mayor lentitud. Esto genera que las uvas se desarrollen con más aromas y taninos, en el caso de las uvas tintas. Además, la amplitud térmica de la altura favorece la correcta madurez.
Por otro lado, la cercanía a los rayos del sol y la presencia de vientos moderados genera en la uva una piel más gruesa (presencia de taninos) y favorece a la sanidad de la vid, por la posibilidad de combatir las enfermedades de los viñedos.
Cómo son los vinos de altura
Con estas condiciones, se advierte que estos vinos tienen principalmente colores más vivos, aromas y sabores más intensos y alta concentración. También poseen una mayor intensidad y acidez equilibrada, lo que da una sensación de fuerte personalidad al beberlos.