En el marco de la celebración de la bebida nacional, repasamos la historia y los aportes de uno de los establecimientos más tradicionales de la provincia y Argentina.
Desde hace más de una década, cada 24 de noviembre se celebra en Argentina el Día del Vino, Bebida Nacional. Pero mucho antes de que se firmara el Decreto 1800, luego confirmado por la ley Nº 26.870, publicada en el Boletín Oficial el 2 de agosto de 2013, la bodega Luigi Bosca - Familia Arizu inició una tradición que continúa viva en la tierra mendocina.
Si bien hablamos de cuatro generaciones al mando de la bodega, a la herencia vitivinícola se le pueden sumar otras tres, las que antecedieron a la llegada de Leoncio Arizu a la provincia de Mendoza, quienes fueron viticultores en Europa e inspiraron la plantación de viñedos en Luján de Cuyo.
“Mucha gente ha tomado consciencia de la importancia de cumplir 120 años, sobre todo en una bodega como la nuestra donde aún la misma familia que la fundó todavía la lidera. No me atrevo a nombrar otra bodega argentina que esté en la misma situación, es un verdadero hito”, dijo en diálogo con Los Andes Alberto Arizu (h), CEO de Luigi Bosca.
Con una serie de festejos planificados que iniciaron en Buenos Aires y continuarán en Mendoza, la centenaria bodega instalada en Luján de Cuyo se ha convertido en historia viva de la viticultura nacional, con generaciones que han sido protagonistas de cada uno de los cambios que ha tenido la industria. “Estamos contentos, emocionados y muy agradecidos porque hemos sido capaces de lograr un nombre con una reputación increíble, lo más difícil de mantener para todas las compañías. Somos parte de la historia viva de la vitivinicultura argentina, de la innovación”, destacó el representante de la cuarta generación.
Presentes en cada hito del vino
Luigi Bosca ha transitado la mayor parte de la evolución vitivinícola argentina y cada uno de los miembros de la familia Arizu que ha estado al frente, ha aportado su impronta bajo los pilares de la transmisión de conocimiento, espíritu pionero de riesgo e innovación, determinación por alcanzar la excelencia, vocación de trascender y el respeto y la gratitud por la naturaleza. “Partiendo desde 1850, cuando de la mano de Sarmiento se da un orden a la actividad, hemos estado en más del 70% de ese tiempo. Aún así, hoy nos encuentra con una compañía totalmente aggiornada a las tendencias actuales, habiendo liderado un proceso de innovación tecnológica, comercial y de desarrollo de marca. Es una bodega totalmente activa y protagonista de la exportación argentina al mundo y en el mercado local”, sostuvo Alberto Arizu (h).
Con un presente que los tiene como una de las bodegas de alta gama más importante de Argentina y con exportaciones a más de 50 países, la historia comenzó a finales del siglo XIX, cuando Leoncio Arizu llegó desde España, como muchos de los inmigrantes de la época. Según lo dijo su bisnieto, su gran aporte a la industria y la familia fue el espíritu emprendedor. “Tomó el riesgo de venirse desde España en un momento donde dejar tu lugar significaba perder el contacto de tu familia durante meses. Vino en búsqueda de oportunidades desde una Europa vapuleada. Vino con poco, fue muy agradecido de lo que le tocó hacer y fue muy sacrificado. Mi bisabuelo construyó una compañía muy grande, quizás muy diversificada, que hoy hemos enfocado en el vino”, contó Alberto.
Esa compañía que nació en 1901, más de treinta años después llegó a manos de Leoncio Saturnino Arizu, quien le aportó, gracias a su formación, una tecnificación y profesionalismo a los viñedos que eran inusuales en aquella época. “Mi abuelo, la segunda generación, fue ingeniero agrónomo e ingresó a la compañía en el año 1933. Fue una persona tremendamente formada intelectualmente para la época. Aportó mucha calidad técnica en ámbito vitivinícola, en un momento en el que Argentina no tenía esa demanda todavía. Él fue quien empezó a direccionar y construir la base de lo que hoy somos: una compañía que no se queda y siempre está buscando evolucionar, crecer y nuevos mercados”, ponderó su nieto.
Ya más cercano en el tiempo, el impacto se vio en la generación de Alberto Arizu (p), quien se convirtió en un visionario de la diferenciación que podían aportar los varietales y los lugares en el vino. “Además de ser formado intelectualmente, fue muy innovador en su época. Él fue uno de los impulsores de la Denominación de Origen Controlada de Luján de Cuyo. Pusieron foco en los vinos de lugar 30 años antes de lo que estamos viviendo ahora y ayudaron a la transformación del Malbec en el mundo. A comienzos de los 70 Luigi Bosca fue la primera bodega argentina en vender un vino mencionando la variedad. Mi padre había visto el florecimiento del varietalismo en California y le había gustado mucho esa idea. Él sentó las bases de la historia moderna de la bodega”, destacó el heredero del nombre y del legado.
Para Alberto Arizu (h) el gran desafío que le tocó fue la apertura del vino argentino al mundo. Primero desde su propia bodega y luego desde organizaciones que representaban a la industria ha contribuido a mejorar el mercado externo del país. “En mi caso, luego de estudiar en California y vivir el resurgir de la zona en la década del ‘90, regresé convencido de que el turismo vitivinícola y las bodegas abiertas era el camino. Para que la industria argentina siguiera en un proceso de expansión y crecimiento, tenía que apostar por la exportación. En 1992 Argentina exportaba 50 millones de dólares por vino. En 15 años construimos un mercado que llegó a un billón de dólares de exportaciones y Luigi Bosca fue un protagonista indiscutido en eso. Estaba convencido en crear organizaciones que ayudaran a posicionar el nombre de Argentina y Mendoza en el mundo. Mi gran aporte fue la salida fuerte al mundo”, consideró.
Una nueva perspectiva del negocio vitivinícola
Para Arizu, el camino para seguir creciendo con el vino argentino es la exportación, aunque reconoció que el panorama no es del más sencillo. “Una macroeconomía inestable y un país cerrado al mundo como en Argentina hacen las cosas más difíciles para exportaciones porque no hay incentivo. Aún así es un negocio basado en el largo plazo. Todos sabemos que instalar una marca y ganar un posicionamiento en los mercados lleva años, perderlos minutos y recuperarlos es casi imposible en un contexto de competencia perfecta”, opinó.
“Argentina tiene que convencerse que el único camino posible es la exportación. Hay muchas bodegas que lo entendemos muy bien y tenemos la espalda para hacerlo con muy pocos incentivos”, agregó.
En cuanto a los desafíos de la post pandemia, el CEO de Luigi Bosca planteó que se vislumbra un cambio en la conducta que se venía observando en las últimas décadas, donde el respaldo de las marcas será fundamental para el crecimiento del país. “Creemos que las marcas son las que traccionan a la categoría, si no tenés una marca país o una categoría fuerte es mucho más difícil. Una marca hoy favorece al crecimiento de Argentina y no al revés, como fue durante los últimos 20 años. Esto demanda más recursos, inteligencia para los negocios y visión. Los mercados más importantes para el país creemos que van a ser Estados Unidos, Reino Unido, China y Brasil. sobre estos cuatro mercados es donde más recursos, planes e incentivos estamos volcando para generar una marca de buena distribución, constante y premium”, destacó Arizu.
Otro de los puntos que resaltó de cara a los próximos años es la metamorfosis que puede vivir la industria, con la demanda de nuevos talentos para poder subsistir en mercados cada vez más competitivos. “Ya no solamente se necesita el conocimiento técnico para producir un vino de alta calidad, sino también que es una industria que tiene que empezar a adoptar ciertas capacidades para el futuro porque tiene que competir contra otros productos con características distintas, pero que apuntan a la misma porción. El negocio del vino va a tener que modernizarse en ese sentido, tenemos que empezar a verlo con otras capacidades, ideas y talentos. La nueva generación tiene que estar capacitada y preparada para ser los mejores, y lo más valioso que le podemos transmitir es el amor por el vino y la valorización del trabajo”, aseguró.
Un año cargado de festejos
Para celebrar este nuevo aniversario, la bodega realizó y sigue realizando distintas acciones. La primera de este año fue el relanzamiento de la línea De Sangre, con una renovación de varietales. A eso le sigue la apertura por primera vez al público de la casa familiar de la Finca El Paraíso, un chalet de estilo francés donde vivieron tres generaciones. También lanzaron el libro “Luigi Bosca De Sangre. Una vida entre viñedos”, escrito por Alberto Arizu (p). Otro de los eventos será el lanzamiento de un vino especial que mezcla los primeros viñedos de Luján de Cuyo y los primeros de Valle de Uco, que solo podrán recibir quienes se sumen a los festejos de los 120 años. La lista continúa con el lanzamiento de la plataforma de E-Commerce. El broche de oro será el lanzamiento este 24 de noviembre de “El Paraíso”, el nuevo vino ícono de la bodega, que se podrá conseguir a $15.600 como precio sugerido para el lanzamiento.