Con la posibilidad de tenerlo directamente desde la bodega en nuestras casas o en bares, hacen que esta modalidad crezca cada día más.
Abrir una canilla, llenar la copa y sentarse a disfrutar del vino en cualquier momento del día y en casa. Así podría describirse como el sueño de cualquier amante de esta bebida. Y cada vez son más los que lo hacen posible. Es que, apostando por la innovación y la idea de crear nuevos momentos de consumo, algunos productores se han inclinado por la comercialización del vino en barril y tirado.
Este sistema, similar al que se utiliza con la cerveza, fue autorizado por el Instituto Nacional de Vitivinicultura en el año 2018 y de a poco se ha ido ganando su lugar entre los clientes y algunos locales comerciales dentro y fuera de Mendoza.
Con la idea de romper las estructuras y entrar al mercado con algo distinto, la pequeña bodega Calle Lafi se anotó como la primera prestadora de envases de acero inoxidable con el número de inscripción MIN001 ante el INV. Mariana Ibáñez y Juan Pablo Lafi iniciaron su camino con este tipo de envases para complementar su “Vintruck”, un servicio de bebidas para eventos donde también ofrecen coctelería de vino, con el vino tirado. Poco a poco fueron creciendo y hoy también lo instalan en locales comerciales y domicilios particulares con barriles de 50 y 20 litros.
Pero la gran vedette de Calle Lafi es el vino en barril directamente en la puerta de los consumidores. Todos los viernes hacen su reparto con esta modalidad en los domicilios de Gran Mendoza, por el momento, aunque la idea es ampliarse al resto de la provincia.
Su sistema es comparable con el que popularmente conocemos con la soda, donde periódicamente se reponen los envases vacíos. En este caso, los barriles llegan directamente a la casa de cada cliente y llenan las botellas y damajuanas. Entre las opciones que ofrece Calle Lafi hay vinos provenientes de General Alvear, Luján de Cuyo, el Valle de Uco y el Este provincial.
Según contó Mariana, la idea se materializó durante el periodo de aislamiento y en tan solo algunos meses las ventas son de entre 70 y 80 litros por semana, con una lista de clientes que crece. Para un vino de gama media, la recarga tiene un costo de $100 la botella de 750 cc y de $400 la damajuana. El servicio no solo tiene un beneficio desde el punto de vista económico para el consumidor, sino que también es ecológico ya que con este sistema no se utilizan nuevas botellas, etiquetas, ni corchos.
Pero como dijimos, también ofrecen instalar el sistema en vinotecas, restaurantes o bares y en domicilios particulares. Para estos casos, la inversión inicial para la instalación de la canilla, el barril de acero inoxidable de 50 litros, el regulador de nitrógeno, el tubo de nitrógeno y el conector G, es de $48.000 en ambos casos.
“Lo que nos cuesta todavía es ingresar a bares y restaurantes. El consumidor se adapta muy rápido, pero todavía hay cierta resistencia por parte de los dueños o encargados. Nosotros nos adaptamos a la gama que necesite el cliente y la ventaja del sistema es que, si servis una copa de vino ahora y otra dentro de una semana va a tener la misma calidad”, sostuvo Ibáñez.
Ventas en otras provincias
El trabajo de Lucas Niven y la bodega familiar con el vino tirado comenzó hace 15 años con un fin ecológico y la idea de expandirlo en los locales comerciales de la provincia y todo el país, para competir de igual a igual con la cerveza. Luego de 2018, cuando se llegó a la regulación por parte del INV, experimentaron una expansión muy importante en la provincia y algunas plazas del país, con una flota de 150 barriles de 50, 30 o 20 litros cada uno.
En 2019 llegaron a vender 25.000 litros de vino tirado en todo país. Hasta hace algunos días contaban con 23 locales en Mendoza en los que comercializaban los vinos de Pala Corazón con la modalidad de barriles y canillas, pero decidieron abandonar el sistema por recurrentes complicaciones.
Como nadie es profeta en su tierra, el vino en barril y tirado ha encontrado en este caso un muy buen desempeño en Buenos Aires, Rosario, San Luis, La Pampa. Por ejemplo, en uno de los bares porteños cuentan con 10 canillas de los vinos de Niven. Incluso, las consultas para expandir el sistema en otras provincias son constantes.
Esto ha llevado a Bodega y Viñedos Niven a focalizar la venta de barriles fuera de los límites de Mendoza, dejando aquí algunos sistemas dispensadores para ser alquilados para eventos y cinco unidades que fueron vendidas a particulares.
Para la reposición de los barriles también hacen un trabajo al “estilo sodero”: periódicamente pasan por cada domicilio, donde con anterioridad el cliente hace su pedido y ellos les llevan el varietal que quieran.
Entre los motivos que encuentra Niven para el “fracaso” local es que se encontraron con que en estos dos años de experiencia “en los locales comerciales preferían vender cerveza antes que vino”, a lo que se suma el cierre de muchos de los locales en los que comercializaban su vino.
Este 2020, los números no han sido del todo alentadores y espera que las ventas cierren en alrededor de 12.000 litros comercializados, casi la mitad de lo que comercializaron el año anterior. Sin embargo, las consultas de nuevos locales por el vino tirado han ido en aumento, aunque Niven reconoció que han preferido mantener la cautela ante la incertidumbre de los próximos meses.
La logistica, un problema
Tanto Mariana Ibáñez como Lucas Niven coincidieron en que el sistema de vino en barril y tirado presenta una sola desventaja: la logística. Un tema que se puede complicar aún más cuando se piensa en la comercialización fuera de la provincia.
Según la normativa del INV, los barriles deben ser nuevos, de uso exclusivo de vino y tienen que tener un número que permita su seguimiento, lo que hace que una vez que los comerciantes ya vendieron todo el vino deben devolver a la bodega el barril vacío para su recarga, lo que implica un costo en el transporte.
“El envase es muy caro, en muchos casos más que el contenido. Hay que generar una relación de confianza con los bares porque debe ser usado solo con vino”, explicó Niven.
Por otra parte, el creador de Pala Corazón remarcó que la normativa vigente debería avanzar en algunos aspectos: “Deberíamos pensar en la recarga en locales o el llenado del barril en Buenos Aires para que no tenga que volver a la provincia, con una planta de embarrilado compartida por varias bodegas y con camiones cisterna que transporte el vino hasta el lugar”.
Actualmente, ambos cuentan con un convenio con algunas empresas de transporte que les permite un gran descuento para transportar los barriles vacíos, principalmente en Buenos Aires y Rosario, pero estos altos costos de traslado de los barriles les impiden llegar a otras plazas que han solicitado el sistema.
Una nueva alternativa
“Estamos trabajando en conjunto con el INV para poder vender growlers de vino”, comentó Lucas Niven. Según explicó, la idea es imitar el sistema de la cerveza artesanal y a través de vinotecas o locales comerciales que tengan instaladas las canillas poder llenar los envases.
Niven comentó que la presentación se hizo a comienzo de año y por la pandemia de coronavirus todo se retrasó un poco, aunque ya se han desarrollado algunas pruebas en distintos puntos de la provincia. El joven, se mostró optimista sobre el futuro del proyecto y espera que pueda ser aprobado en la brevedad.