La “premiumización” del consumo de vinos no es actual, pero diversos factores hacen prever que seguirá teniendo protagonismo en 2022.
Este año se prevé que los consumidores continúen comprando vinos de mayor calidad y en menor volumen. La tendencia hacia la premiumización está instalada desde hace años en la mayoría de los mercados y la pandemia no solo no lo amortiguó, sino que lo impulsó.
Este fenómeno fue posible de manera multicausal, con el correr de los años. Recambio generacional del consumo y estrategias comerciales de los mismos productores son algunos de los factores.
“Es un proceso que ya lleva un tiempo, no es actual y ha llegado para quedarse”, explica la consultora Dolores Lavaqué. La realidad es que para el 2022 no se vislumbra un cambio sino por el contrario, algunos factores pueden insinuar una radicalización.
Durante la etapa más dura del aislamiento, los consumidores habituados a invertir en enoturismo o gastronomía, trasladaron esa inversión -de 2.000 pesos, por ejemplo- al hogar. Comprar un buen vino pasó a ser el reemplazo de la salida a comer, para muchos segmentos de consumo.
Finalizado el aislamiento estricto, está tendencia continúa y se explica desde un punto de vista generacional. Según un informe de la consultora Wine Intelligence, los segmentos etarios de la generación Baby Boomer siguen optando por invertir ese capital en entretenimiento hogareño. A esto debe sumarse, según el informe, que la generación Millennial ya trae un chip que propicia la premiumización.
Tomamos bien, pero menos
La premiumización es consecuencia de una tendencia de consumo que se impulsa desde mercados europeos hacia el resto del mundo. El consumidor está asumiendo un rol activo y responsable acerca de los efectos negativos de la ingesta de alcohol en exceso. Pero cuando bebe, elige una etiqueta con algún valor agregado.
Esto también explica el auge de los envases pequeños para la comercialización de vino, como la lata y el surgimiento de otras opciones más extremistas como los tubos. Y por ende, la caída de otros formatos como la damajuana y el bag in box.
Datos de la misma consultora aseguran que un 39% de los consumidores encuestados, de los principales mercados, están moderando activamente el consumo de vino.
Otro fenómeno simultáneo que aporta su grano de arena es la tendencia del consumidor hacia el aprendizaje del vino y su interés por identificarse con ellos, como ocurre con los vinos veganos.
Toda esta combinación de factores contribuyen en este proceso en el que tomamos menos vinos, pero elegimos la etiqueta que más nos representa, guste o interese. En ocasiones no nos quedamos con solo una y salimos a descubrir nuevas experiencias. Esto genera que las propias bodegas posterguen su interés por producir volumen y se enfoquen en hacer el vino más novedoso, rico y atractivo. Y venderlo a un buen precio, obvio.