La bebida icónica del país vitícola se desploma por el bajo consumo. Los productores se resignan a dejar de hacer vinos tintos.
El consumo de vino es cada vez más bajo en varias regiones vitícolas, pero lo que está pasando en la tradicional región del vino tinto en Francia es un cambio histórico y drástico.
Durante la última década, las ventas de vino tinto han disminuido un preocupante 32%, mientras que su contraparte blanco está en alza, siendo adquirida por 192.000 nuevos hogares entre 2019 y el año pasado, según un estudio de NielsenIQ.
¿Qué causa el cambio de vino tinto a blanco?
Se especula que el aumento de las temperaturas, vinculado al cambio climático, está desempeñando un papel crucial en esta transformación. Incluso en invierno, los consumidores ahora buscan alternativas más frescas y ligeras, como el vino blanco, en lugar de los tradicionales tintos.
El crítico de vinos Jacques Dupont sugiere que la feminización de la sociedad también está influyendo en esta transición. Antes considerado un símbolo de masculinidad, el vino tinto ahora se enfrenta a la competencia de los blancos, que se han convertido en la elección preferida de mujeres en terrazas de cafés.
Además, los cambios en los hábitos gastronómicos, con comidas más ligeras y frecuentes, han llevado a un aumento en la preferencia por el vino blanco como aperitivo. Este cambio de preferencia plantea desafíos para los viñateros y bodegas, que ahora se encuentran ajustando su producción para adaptarse a esta nueva dinámica del mercado.
La respuesta de los productores vitícolas
Frente a este cambio de paradigma en el consumo, muchas bodegas y productores apostaron a hacer vinos blancos para poder incertarse mejor en la demanda.
El vino tinto tuvo su auge en la posguerra y desde entonces se conoció a Francia como gran creador de estos caldos. En Bordeaux, el histórico dominio de los tintos se ve reflejado en que solo el 9% de los vinos elaborados son blancos, una cifra considerablemente baja en comparación con el pasado, cuando superaba el 50%.
Los viñedos se enfrentan al desafío de renovarse y adaptarse a una tradición vitivinícola blanca que busca recuperar su posición preeminente. Este cambio de tendencia tiene implicaciones no solo para el mercado interno, sino también para la posición de Francia en el mercado global del vino.
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