El vino no llega a comercializarse y buscan una alternativa para reutilizar el sobrante de vino que supera los 2,5 millones de hectolitros.
El vino francés es muy conocido por la fama que alcanzó debido a su popularidad, pero en esta época los viñedos están atravesando una fuerte crisis debido a que hay millones de litros que no se comercializan en el mercado y no saben qué hacer con ello.
La caída de los mercados de China, con un 33% menos, y de Hong Kong, con un 23%, ha creado un grave problema en Burdeos, especialmente entre los vinos de baja categoría como lo es el a granel. Alrededor de 1.300 viticultores, están barajando eliminar la plantación de viñas y abandonar el rubro que durante años los posicionó como líderes mundiales.
Según el Consejo Interprofesional del Vino de Burdeos, consideran que sobran entre 10.000 y 15.000 hectáreas de viñedo, hecho que les lleva a una sobreproducción que hace tirar a la baja las posibilidades de comercialización de sus vinos más económicos de la región, ya que los de alta gama se siguen comercializando bien por la tendencia global que hay a consumir de mejor calidad debido al conocimiento que tienen las personas sobre la calidad del vino.
El plan para que el vino se convierta en combustible
El Gobierno francés junto con la Unión Europea (UE) ha acordado aportar hasta 160 millones de euros para una campaña de destilación. Este dinero está destinado a compensar a los viticultores por la venta de un total de 2,5 millones de hectolitros de vino a las destilerías. De esta forma, hasta dos tercios del excedente actual deberían desaparecer del mercado.
El alcohol destilado puede luego ser convertido en perfumes, desinfectantes o combustible de bioetanol, en este caso el que usarían principalmente es el vino tinto. Francia ya ha adquirido experiencia con esta forma de intervención en el mercado.
Uno de los casos más recientes fue durante el confinamiento por el coronavirus de 2020, el Ministerio de Agricultura aprobó la destilación de unos dos millones de hectolitros, lo que corresponde a casi el cinco por ciento de la producción anual total en Francia.
Sin embargo, el programa de destilación hace poco para cambiar los problemas estructurales del sector, que depende cada vez más de las exportaciones. Se espera que las exportaciones a China, que se desplomaron durante la pandemia, se reactiven este año, pero lo más cercano es que se vuelva a volumen anterior a la crisis. Por ello, el Gobierno también quiere apoyar a los viticultores en el desarrollo de una nueva estrategia. A largo plazo, el sector vitivinícola de Francia debe poner en marcha los ajustes necesarios ante el cambio climático y la evolución de la demanda.