Hoy, en el día de los inocentes, te contamos la historia de los dos grandes estafadores que se burlaron de la industria entera.
El 28 de diciembre suele ser una fecha esperada por los bromistas, debido a la tradición del Día de los Santos Inocentes. La celebración nació con un motivo muy distinto a la connotación actual, pero actualmente no deja de ser una excusa para molestar a seres queridos.
La clásica “broma del vino” que aparece en cada reunión familiar incluye poner a prueba los conocimientos de la otra persona, dándole a probar un vino que simula ser de una etiqueta pero que, o bien está adulterado o bien es otro vino de menor calidad.
A menudo este juego se convierte en el motivo de las bromas familiares. Sin embargo, esta misma técnica puede dejar de ser una broma para convertirse en actividades ilegales.
La estafa es muy común en el mundo vitivinícola y la industria hace esfuerzos importantes para contenerla, con la colaboración de los organismos gubernamentales y la importancia de las denominaciones de origen.
Hubo personas que llevaron este ilícito a otra escala y desafiaron los límites para pasar a la historia como los mayores estafadores del mundo del vino. Mencionaremos los dos casos más emblemáticos.
Rudy Kurniawan
Este primer caso es quizás el más conocido y el de mayor trascendencia. Tanta que su historia motivó el desarrollo de un documental en su honor: “Sour Grapes”.
El hombre, oriundo de Indonesia, con mucha inteligencia logró adaptarse a las altas esferas de poder en Los Ángeles, California y ganarse la confianza del círculo más cerrado de la industria vitivinícola. Su estafa fue catalogada como la más importante de la historia. Consistió en alterar vinos de colección de alta gama para venderlos por miles de dólares.
Por supuesto su prestigio ganado audazmente fue vital para cometer su ilícito, teniendo en cuenta que las botellas de colección difícilmente se destapan para comprobar la veracidad de la calidad.
Tras ganar millones de dólares en la industria de manera fraudulenta, fue detenido en 2012 y finalmente declarado culpable en 2014, condenado a 10 años de prisión. Recién este año logró salir de los penales estadounidenses para ser deportado y extraditado a su Indonesia natal.
Hardy Rodenstock
La historia de este excéntrico promotor musical data de los 80′ y se constituye como una de las estafas más famosas de la industria. El alemán era un reconocido coleccionista de vinos y por aquel entonces sus fiestas exclusivas eran conocidas por contar con extensas catas de vinos en las que estaba prohibido escupir los sobrantes.
En una serie de dudosas transacciones, logró adquirir varias botellas de Chateau Lafite de 1787 que, al parecer, estuvieron durante mucho tiempo escondidas de los nazis.
Al parecer, estas botellas le pertenecieron al tercer presidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson, un reconocido enófilo. De hecho, las botellas tenían grabadas sus iniciales. Durante 1988, el empresario californiano William Koch le compró cuatro de esas botellas por algo más de medio millón de dólares.
Sin embargo, cuando Koch quiso exponerlas en un museo de Boston, le preguntaron por su procedencia y autenticidad y no pudo demostrarlo. Rodenstock no pudo explicar a quién le compró las botellas anteriormente y Koch contrató a investigadores que determinaron que las supuestas iniciales grabadas no fueron un encargo de Thomas Jefferson ni mucho menos, sino que eran producto de un trabajo con utensilios modernos de odontología.