La industria se las arregla para atraer a un consumidor que busca descubrir nuevas cepas, a pesar de que el INV relevó un nuevo crecimiento desparejo entre el Malbec y los otros varietales.
Argentina no solo debe celebrar la importancia del Malbec para su vitivinicultura. Debe festejar también la variedad de cepas que encuentran un espacio de suelo en el amplio territorio nacional para desarrollarse. Y, lógicamente, robustecer la oferta.
Sin embargo, el último reporte sobre superficie del Instituto Nacional de la Vitivinicultura dejó como conclusión que en dos décadas, no solo que el varietal que más creció fue el propio Malbec, sino que muchos otras cepas cayeron en cantidad de superficie sembrada. Principalmente las blancas.
Esto se explica también gracias al dato del mismo reporte que asegura un retroceso en cuanto a la cantidad de hectáreas sembradas en el país en general, desde el 2010 hasta el 2021. De hecho, durante siete años consecutivos venimos acumulando caídas en la cantidad de superficie.
Aun así, la industria se las arregla para presentar novedades a un consumidor cada vez más ávido de descubrir varietales nuevos o antiguos pero renovados.
Más Malbec, menos de otras uvas
Hasta diciembre de este año -cuyos datos se relevan en el informe- las variedad más cultivada en el país es el Malbec (22%), seguido de Cereza (12%. La que se usa en la producción de mosto), Bonarda (8%), Cabernet Sauvignon (7%) y Criolla Grande (6%).
El crecimiento del Malbec desde el año 2000 fue de 30.019 hectáreas. Le sigue en crecimiento la Syrah, con 3.582 hectáreas. También otras como la Bonarda, la Ancellotta -no hay muchas hectáreas-, el Cabernet Sauvignon y el Cabernet Franc.
Las variedades que más disminuyeron su superficie son Criolla Grande (11.793 hectáreas menos); la mencionada Cereza (6.215 ha); y la uva blanca más sembrada, Pedro Giménez (5.790 ha). También cayeron otras tintas como el Merlot y blancas como el Torrontés y Chenin.
Este proceso amplía la brecha entre los varietales tintos y los blancos en cuanto a producción o venta. Las tintas representan el 59,2% del total, mientras que las blancas apenas el 17,8% y las rosadas el 23%.
Menos uvas, ¿menos etiquetas de ese varietal?
La caída en superficie sembrada y por ende volumen de cosecha, no necesariamente implica una menor relevancia en las góndolas de algunos varietales. Sobre todo con las cepas en evolución.
El interés por descubrir nuevos varietales lleva a producir vinos con estas cepas olvidadas. Un gran ejemplo son el Petit Verdot y el Cabernet Franc, que fueron muy asociados a los vinos de corte y cada vez más se ven etiquetas monovarietales.
“De acá a 5 años le veo mucho crecimiento a la Bonarda y la Torrontés”, explica Facundo Balverde, sommelier de Los Helechos. “También, en menor medida, a la Pedro Giménez y Chenin. Más que nada en bodegas pequeñas”, agregó. El ejemplo es precisamente sobre uvas que perdieron hectáreas pero ganan interés y cada vez hay más etiquetas.
Quizás estas uvas eran masivas desde el punto de vista de la producción pero no se las consideraba para monovarietales de etiqueta. La merma en la producción no afecta ese proceso de revalorización.
“Otras dos que están muy de moda y se las está viendo mucho en bodegas grandes y pequeñas como 100% varietal son el Cabernet Franc y el Petit Verdot. Estas uvas tienen un crecimiento muy alto tanto”, sostiene Facundo.